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domingo, 20 de octubre de 2024

SAN JUAN DE CANCIO, SACERDOTE. (1397-1473) —20 de octubre.

 


Ramo espiritual: “Rechazad la mentira y cada uno diga la verdad a su prójimo, ya que somos miembros los unos de los otros”. Ef. 4.25

 

   San Juan de Cancio nació en Polonia, y debió al cuidado de sus ancianos padres para darle una buena educación la preciosa ventaja de pasar su vida en la inocencia. Después de sus estudios, fue profesor en la Universidad de Cracovia durante varios años y, mientras enseñaba ciencias, aprovechaba cada oportunidad para inspirar piedad en sus alumnos con sus ejemplos y discursos.

 


   Ordenado sacerdote, mostró un celo cada vez más ardiente por su perfección y por la gloria de Dios; estaba profundamente angustiado al ver a Dios tan poco conocido y tan mal servido por un gran número de cristianos.

 

   Tenía una gran devoción por Jesús crucificado, y se dice que un crucifijo, delante del cual oraba a menudo, le habló varias veces. Habiendo abandonado la profesión docente para curarse, se entregó enteramente al bien de su grey. Nada le parecía demasiado doloroso para la salvación de las almas; añadió a su predicación la oración asidua y la mortificación por los pecadores. Padre de sus feligreses, gastó todos sus recursos al servicio de los pobres; a veces incluso regalaba su ropa y sus zapatos.

 

Una mañana, camino a la iglesia, Juan se encontró con un mendigo tendido en la nieve, tiritando de frío; el buen pastor se despoja de su manto, lo lleva al presbiterio para cuidarlo y colmarlo de su bondad. Poco después se le apareció la Santísima Virgen y le devolvió el manto.

 


Aterrado por las responsabilidades del ministerio parroquial, el santo sacerdote obtuvo de su obispo volver a ser profesor; se distinguió cada vez más, en estas funciones, por su mortificación y su piedad, y renunció por el resto de su vida al uso de carne. Un día que sintió una fuerte tentación de comerla, asó un trozo, se lo puso caliente en las manos y dijo: “Oh carne, tú amas la carne, disfrútala a tu gusto”. Fue instantáneamente liberado de esta tentación para siempre.

 


En una peregrinación a Roma, fue asaltado por unos bandidos: “¿Tienes algo más?”, Le preguntaron. —No, respondió Juan. Lo dejaron ir; pero, pronto recordando que tenía algunas monedas de oro cosidas en su vestido, corrió tras ellos para ofrecérselas. Confundidos, le devolvieron todo lo que le habían quitado. Juan de Cancio era famoso por sus milagros: es uno de los principales mecenas de Polonia.

 

Abad L. Jaud, Vida de los santos para todos los días del año, Tours, Mame, 1950.


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