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jueves, 20 de septiembre de 2018

ÁNGELES DEL ALTAR.




Guía de Acólitos para el servicio del Señor

Preliminares

   Llámese Acólito el Clérigo que recibió la orden menor del Acolitado, por la cual tiene el poder de servir en las Misas solemnes y rezadas.
   También se llama comúnmente Acólito o Monaguillo al ministro que sirve y ayuda al Sacerdote en las funciones de la Sagrada Liturgia, especialmente en el santo sacrificio de la Misa, aunque dicho ministro carezca de toda Orden sagrada.

   Los Acólitos se llaman Ángeles del Altar, porque asisten al Sacerdote en el altar a modo como los Ángeles asisten en el cielo ante el trono de Dios.



   Además, el Sacerdote en el altar es ministro y representante de Jesucristo; y así, el Acólito, sirviendo al Sacerdote, sirve y asiste más de cerca al mismo Jesucristo.
   Durante el sacrificio de la Misa los Ángeles asisten invisiblemente, adorando a Jesucristo, presente en el altar. A imitación de ellos, el Acólito asiste a Jesucristo  al servir a su ministro el Sacerdote.

   El ministerio del Acólito es dignísimo. Después de la función del Sacerdote que consagra, no hay otra función tan noble como el oficio del ministro que le asiste.
   El Acólito representa a todos los fieles, en cuyo nombre responde al Sacerdote.
   Mediante su oficio, el Acólito está en un contacto más íntimo y frecuente con las cosas santa.

   Dos condiciones ha de reunir el Acólito:
1—ha de ser un buen Acólito.
2—ha de ser un Acólito bueno.

   Para ser buen Acólito debe saber las ceremonias de las funciones sagradas que le corresponden; y ha de ejecutarlas bien y con el espíritu propio de las mismas.
   Para ser Acólito bueno ha de amar mucho a Nuestro Señor Jesucristo y evitar todo pecado.

   Las cualidades del buen Acólito son: la piedad, la obediencia y el respeto o reverencia.

   La piedad se manifiesta en la digna y frecuente recepción de los santos Sacramentos, en la asidua y devota oración, en el gusto por las cosas del culto, en la compostura recogida durante las funciones.

   La obediencia se practica haciendo con prontitud todo lo que se manda, y asistiendo con puntualidad a todas las funciones.

   El respeto se debe al Sacerdote y a todos los ministros del culto.

   La reverencia se debe a Dios, a los Santos, al templo y a todos los objetos que sirven para el culto divino.

   La urbanidad es una manifestación de este respeto y reverencia. El buen Acólito practica la urbanidad:

1—presentándose siempre con el vestido bien aseado, con la cara y las manos bien limpias;
2—ejecutando exactamente todas las ceremonias;
3—siendo muy atento con todos en la sacristía, en la iglesia y en los lugares próximos a ésta.  




   Acuérdate siempre que eres el que de entre los niños se acerca más al buen Jesús; el que le hace la guardia de honor; el que en la Misa representa a todos los fieles ¡Como te obliga esto a ser puro, educado, distinguido…,! ¡ANGEL DEL ALTAR!


  
ÁNGELES DEL ALTAR
Gregorio Martínez de Antoñana, C.M.F.
Censor de la Academia Litúrgica de Roma (1957).



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