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martes, 22 de octubre de 2019

“LA HERIDA” QUE DEJO EL CONCILIO VATICANO II. Introducción.



Octubre de 1965: Jean-Pierre, 22 años. Estudiante de medicina, entra al Seminario de Issy-les- Moulineaux para iniciar sus estudios al sacerdocio.

   Con setenta y ocho compañeros, franquea las puertas de un establecimiento que está más allá del tiempo, donde el ritmo y las tradiciones parecen no haber cambiado después de muchos siglos. Dentro del mismo Seminario vivirá el gigantesco cambio que sufrirán la Iglesia y la sociedad. Lleva la crónica de las innovaciones, de los cuestionamientos, de las crisis. No faltan episodios trágicos, sorprendentes y a veces realmente cómicos.


   Junio de 1966: el Seminario ha cambiado definitivamente, como la Iglesia, como el mundo.

   La vida de Jean-Pierre será profundamente perturbada.


   Hoy por hoy médico, casado y padre de cinco hijos, Jean Pierre da un testimonio de emocionante autenticidad de lo que quedara, en su vida y en la Iglesia, como una herida.

   La voz de un antiguo seminarista francés que ha vivido ayer lo que quizás sucede hoy en los Seminarios de América del Sur.  



domingo, 6 de octubre de 2019

RESPETO HUMANO. PARTE III.




NECESIDAD DE DESPRECIAR EL RESPETO HUMANO.


  
Hemos de pisotear el respeto humano; es una necesidad vigorosa. Se ha de creer de corazón para obtener la justicia, y confesar con la boca para conseguir la salvación, dice el gran apóstol. (Rom. 10,  10).


No os avergoncéis de la manifestación de nuestro Señor, ni de mí, que soy su cautivo, dice S. Pablo a su discípulo Timoteo; sufrid más bien conmigo por el Evangelio, según la fuerza de Dios. (2ª Timoteo 1, 8)


¿Es de los hombres o de Dios de quien he de desear la aprobación? escribe aquel apóstol a los gálatas. ¿Trato acaso de agradar a los hombres? Si yo agradase aún a los hombres, no sería siervo de Jesucristo: (Gálatas 1, 10)


El que se haya avergonzado de mí y de mis palabras, dice Jesucristo, verá que el Hijo del hombre se avergüenza de él cuando venga en su majestad y en la de su Padre y de los santos ángeles:(Luc. 9, 26).


El que me haya confesado delante de los hombres, dice también en otra parte, verá como le confieso delante de mi Padre, que está en los Cielos. Y yo negaré también delante de mi Padre que está en los Cielos a cualquiera que me haya negado delante de los hombres (Mt. 10, 32-33).


Y el dejarse dominar por el respeto humano es ciertamente avergonzarse de Dios y negarle.


No temáis el oprobio ni las blasfemias de los hombres, dice Isaías.



“TESOROS”
De Cornelio Á. Lápide. — 1882.