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lunes, 18 de marzo de 2024

MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: QUINTA SEMANA DE CUARESMA: LUNES DE PASIÓN.

 


 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 

 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

 

   Después de haber meditado cuánto nos ha amado el Jesús crucificado, meditaremos ahora sobre cómo debemos amarlo nosotros mismos, y veremos que debemos amarlo, es decir,  con un amor penitente en memoria del Señor;  con un amor generoso y ferviente por el presente y el futuro.

 

 

—Luego haremos la resolución:

    para dirigir con frecuencia, durante el día, las aspiraciones amorosas de amor a Jesús que sufre y muere por nosotros;

    realizar todas nuestras acciones desde un motivo de amor a Él, y dar, con este objeto en la mira, toda la perfección de la que somos capaces a estas acciones.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de San Pablo: “Cristo murió por todos, para que los que viven, no vivan ahora para sí mismos, sino para Aquel que murió por ellos y resucitó”. (2 de Corintio V, 15).

 

 

 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 

 

   Postrémonos en espíritu a los pies de Jesucristo que sufre y muere por nosotros y ofrezcámosle nuestro más ferviente homenaje de adoración, de gratitud y de amor.

 

 

 

PRIMER PUNTODebemos amar a Jesús crucificado con amor penitente en memoria del pasado.

 

   ¡Cuán lleno de vergüenza para nosotros, qué tema de arrepentimiento y arrepentimiento, es todo nuestro pasado, estudiado al pie de la cruz! ¡Pobre de mí! ¿No es cierto que la cruz del Salvador no ha encontrado en nosotros más que tibieza e insensibilidad, quizás hasta frialdad y bajeza? ¿No es cierto que la cruz es como un gran libro, en el que nuestros pecados están escritos con caracteres de sangre? La carne del divino Salvador, que es despedazada, y su sangre, que fluye bajo los latigazos de los azotes, son una acusación contra el amor rebelde que tenemos por nuestro cuerpo. Su cabeza, coronada de espinas, reprocha el orgullo de nuestras mentes y la vanidad de nuestros pensamientos. La hiel y el vinagre que se le da a beber protestan contra el afeminamiento y la sensualidad de nuestros gustos. Su rostro, herido de golpes y cubierto de saliva, condena nuestro deseo de hacer un desfile y llamar la atención, nuestro horror de la humillación y el desprecio. Los clavos que lo sujetan a la cruz deben hacernos sonrojar por nuestro amor a la libertad y a nuestra independencia innata. Por último, su muerte nos habla de la enormidad de nuestros pecados, que son la causa de ella. ¡Oh Jesús, a quien tanto debería amar, cómo lamento haberte ofendido tanto! La penitencia debe ser mi porción para siempre; he instruido por la voz que brota de todas tus heridas, comenzaré una nueva vida.

 

 

SEGUNDO PUNTODebemos amar a Jesús Crucificado con generosidad y fervor.

 

 

   Si un hombre nos mostrase bondad, no deberíamos ser insensibles. Si sacrificara por nosotros su fortuna, deberíamos pensar que nunca podríamos agradecerle y amarlo lo suficiente. ¿Qué sería, entonces, si sacrificara su fortuna sacrificando su honor y sacrificando su libertad hasta el punto de dejarse atar y azotar como un esclavo? ¿Qué sería, sobre todo, si sacrificara su vida para salvar la nuestra? ¿Podemos concebir un corazón lo suficientemente malo como para ofender a tal benefactor, o rechazarle un sacrificio, sin importar cuál sea? ¡Oh Jesús crucificado!, que has hecho todo esto e infinitamente más aún, que has colmado de beneficios inefables sobre nosotros, que fueron la causa de tu santa muerte, ¿cómo entonces podemos tener el corazón para ofenderte? ¿para negarte algo, cuando lo das todo, cuando te das a ti mismo sin reservas? ¿Cómo podemos apegarnos a las posesiones terrenales cuando estás desnudo en la cruz? ¿Cómo podemos entregarnos a la vanidad del amor propio cuando estás cubierto de confusión? ¿Cómo podemos ceder a la voluntad propia cuando obedeces hasta la muerte? al placer y al goce, ¿cuándo saboreaste el sufrimiento por nosotros? No dios mío no es posible. A Ti se debe un amor generoso que nada escatima, que todo lo sacrifica sin reservas. Pero incluso eso no es suficiente. A este amor generoso debe unirse el fervor, es decir, ese sentimiento noble y delicado que, después de haberlo dado todo, confiesa humildemente que es un millón de veces poco; que no es nada en comparación con lo que mereces, ¡oh Jesús crucificado! Tal fue el amor de los santos. Siempre aspiraron a amar más y más, y, hacían lo que hicieran, a hacer mil veces más, y mil veces más todavía. Se consumieron a sí mismos con deseos santos de amar siempre más. Habrían deseado amar infinitamente si hubieran podido, porque comprendieron que nuestro gran Dios es millones de veces digno de un amor infinito. De ahí que, por un lado, nunca relajaran sus esfuerzos y siempre progresaran; y por otro siempre fuiste muy humilde, avergonzado y confundido por no amar más. ¿Oh, quién nos dará este amor ferviente que arde sin cesar como una llama viva y se alimenta en consumirse a sí mismo? ¡Oh amor, ven a mí, consúmeme!; ¡Que no viva más si no es de amor, y que muera de amor! ¡Oh Jesús crucificado!, dame, como San Pabloun corazón capaz de decir: “El amor de Jesucristo constriñe mi corazón, y nada puede detener su santo ardor” (II Cor. V, 14; Rom. VIII, 37).



MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: QUINTA SEMANA DE CUARESMA: DOMINGO DE PASIÓN.

 



 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 


DOMINGO DE PASIÓN.



 

El Evangelio según San Juan, VIII, 46-59.

 

   En ese momento Jesús dijo a la multitud de judíos: ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me crees? El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por tanto, no los oyen, porque no son de Dios. Entonces los judíos respondieron: ¿No decimos bien que eres samaritano y tienes demonio? Jesús respondió: No tengo demonio; pero yo honro a mi Padre, y me has deshonrado. Pero no busco mi propia gloria; hay uno que busca y juzga. Amén, amén, te digo, si alguno guarda mi palabra, el hombre no verá muerte para siempre. Los judíos, por tanto, dijeron: Ahora sabemos que tienes un demonio. Abraham ha muerto y los profetas: y Tú dices, si alguno guarda Mi palabra que no gustará la muerte para siempre. ¿Tú eres mayor que nuestro padre Abraham, quién ha muerto, y que los profetas que también están muertos? Tú ¿por quién te tienes? Jesús respondió: Si me glorifico a mí mismo, Mi gloria no es nada. Mi Padre es el que me glorifica, de quien decís que es vuestro Dios. Y no le has conocido; pero yo sí. Y si digo que no le conozco, seré como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abraham, su padre, se alegró de poder ver mi día; lo vio y se alegró. Le dijeron, pues, los judíos: ¿Aún no tienes cincuenta años, y tienes visto a Abraham? Jesús les dijo: Amén, Amén, les digo, antes de que Abraham fuera hecho, yo soy. Tomaron, pues, piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo.

 

 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

   La santa quincena en la que estamos a punto de entrar está destinado a honrar las heridas de Nuestro Salvador; y que podamos apreciar como con mucho amor Jesús nos muestra en este misterio que considerará: 1º quién es el que sufre y por quién sufre;  cuánto sufre;  ¿qué beneficios obtiene para nosotros con su sufrimiento?

 

 

—Nuestra resolución será:

   1º pasar esta quincena en sentimientos especiales de piedad, de recuerdo, lectura y amor hacia Jesús crucificado;

   2º tener el crucifijo habitualmente ante nuestros ojos, y besarlo a menudo y con amor.

   Nuestro espiritual ramillete serán las palabras del Apóstol: “Él me amó y se entregó por mí”. (Gal. II, 20).

 

 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 

 

   Adoramos a Jesucristo abrumado por un mar de sufrimiento e ignominia. Déjanos decir con el Apóstol: Es su amor por mí lo que lo ha reducido a este estado. Amemos y bendigamos tanto amor; Compasémonos de tanto sufrimiento.

 

 

 

PRIMER PUNTO¿Quién es el que sufre? ¿Quién es aquel por quien sufre?

 

 

   Nada es mejor que el contraste entre estos dos pensamientos para mostrar lo que es el amor de Jesucristo por nosotros en medio de Su sufrimiento. ¡Gran Dios! exclama Santo Tomásincluso si Tú eras mi esclavo, y yo tu amo, habría en la devoción de un esclavo que debería Sufrir cosas tan grandes por su maestro un heroico amor capaz de abrumar de asombro la más insensible de las almas. ¿Qué debo, entonces, pensar en la suposición contraria, que es la solo uno verdadero? Porque sabemos bien que es el Dios del Calvario, es el Señor y Amo de todas las cosas, que se humilla y muere por Su sirviente, es el Rey Eterno de las Edades ¿quién soy? se muere por su siervo; es dios muriendo por un gusano. ¡Oh abismo del amor! De nuevo, si él por quien este Dios se humilla y muere fueran un amigo digno de su interés y de su amor, pero no; aquel por quien este Dios muere es uno y al mismo tiempo la nada por naturaleza, ya que él sólo tiene una existencia prestada, y es pecador por su origen y pecador por malicia. Es la bajeza misma en rebelión contra Dios; ¡y Dios, contra quien él se ha rebelado, muere para expiar su rebelión! Es una criatura espantosamente audaz que se ha atrevido a ofender a su Creador, y el Dios ofendido quiere morir por haberlo ofendido. Es un desagradecido miserable que no sentirá, y Dios lo sabe bien, cualquier gratitud por tan gran devoción; quién mirará con ojo seco y corazón insensible a la figura de la cruz; que celebrará fríamente las fiestas consagradas al recuerdo de tan conmovedor misterio; y, lo que es peor, es un traidor que violará sus juramentos, que reiniciará sus insultos, que crucificará a su Dios de nuevo en la medida en que dependa de él, y no una vez, sino miles de veces; y, sin embargo, por un criatura tan abominable, tan digna de los anatemas del cielo y de la tierra, un Dios se humilla ¡Él mismo y muere! ¡Oh abismo del amor! ¡Oh misterio de amor!

 

 

 

SEGUNDO PUNTOLa grandeza de los sufrimientos del Salvador.

 

 

   Aquí se abren nuevos abismos de amor. Jesucristo podría, con una sola gota de Su sangre, una sola lágrima de sus ojos, redimir toda la raza humana; pero como el amor se muestra más en proporción al mayor sufrimiento soportado por su causa, se entregó a todo tipo de sufrimientos y de ignominias. Lo sacrifica todo; primero, su libertad, porque se deja atar como un cautivo; luego su honor, porque consiente pasar por tonto, por criminal, por blasfemo, para un hombre peor incluso que Barrabás, que era un ladrón y un asesino peor que los dos ladrones entre los cuales fue crucificado, por ser el más culpable de los tres. El sacrifica su cuerpo; porque, desde la planta de Su pie hasta la punta de Su cabeza no hay más que heridas abiertas, sangre que fluye y huesos expuestos. El sacrifica su alma; porque lo abandona como presa de angustia de la muerte (Mat. XXVI, 38), al abandono de las criaturas y de su propio Padre (Mat. XXVII, 46). Por último, sacrifica su vida; porque el amor lo inmola sobre el altar de la cruz (Is. 53, 7); y, con Su propio consentimiento libre y Su perfectamente libre albedrío, Él se ofrece a Sí mismo por nosotros a su Padre (Juan X, 17-18) ¡Oh amor! ¡Qué incomprensible eres! ¡Que profundos son tus abismos! ¿Y nosotros cómo hemos respondido a tanto amor? ¿Qué hemos hecho por Aquel que ha hecho tanto por nosotros?

 

 

TERCER PUNTOLos inmensos beneficios que nos han proporcionado los sufrimientos de el Salvador.

 

 

   La generosidad de un benefactor se mide no sólo por la grandeza de los sacrificios que hace, sino también por la excelencia de los beneficios que él otorga; ¡y aquí se despliegan nuevos abismos de amor! Porque los beneficios que nos procura la Pasión del Salvador son realmente inefables.  Ellos son, es decir, el cielo abierto y el infierno cerrado, la muerte y el pecado vencidos. Sin la Redención, toda la raza humana estaba condenada; por la Redención, quien la quiera puede salvarse, y sólo están condenados los que quieran ser condenados. Son, tres los títulos de hijos de Dios: de herederos del Reino eterno, de coherederos y de miembros de Jesucristo. ¡Que felicidad y que gloria! Sin fe, sin la cual seríamos como las naciones paganas sin creencias y sin moral; esperanza, que consuela y apoya; la caridad, que une a los hombres entre sí y con Dios; la Iglesia, que nos enseña y dirige; el sacerdocio, ese sol del mundo moral; el santo sacrificio de la Misa, ese vínculo misterioso entre el cielo y la tierra; los sacramentos, esos canales a través de los cuales fluye la sangre del Salvador, llevando por todas partes gracia, fuerza y vida. ¡Feliz la culpa de Adán!, que fue el medio para que tuviéramos tal Redentor (Bened. Cer. Pasch). Pero ¡ay de nosotros abusamos de tanta gracia! Decidamos ahora por fin mejor amar y mejor servir al Autor de estos beneficios.

 


MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA.

 


 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio.

 

             

 

    

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

    

Mañana meditaremos, como complemento de nuestras meditaciones sobre el sacramento de la Penitencia:

 La obligación de dejarnos dirigir por nuestro confesor; 2º La manera cómo debe hacerse esta dirección.

 

      

En seguida tomaremos la resolución:

   1° De tomar consejos de nuestro confesor para regular nuestra vida y el empleo de nuestro tiempo, para la reforma de nuestros defectos, la práctica de las virtudes y la clase de buenas obras que más nos conviene, si estamos en situación de hacerlas;  De consultar a nuestro confesor en las dificultades y dudas que se nos presenten.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras del Espíritu Santo: “Tomad siempre consejos de un hombre prudente”.

   

 

 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 

    

   Adoremos a Nuestro Señor en la conducta que observó con San Pablo después de su conversión; este grande Apóstol no aspira sino a conocer y cumplir la voluntad de Dios; y Nuestro Señor, en vez de iluminarle Él mismo o de dejarle conducirse por sí propio en el estado de claridad sobrenatural de que le había rodeado, le envía a un sabio director. Agradezcámosle esta útil instrucción, que nos enseña a no apoyarnos en nuestra prudencia

     

PUNTO PRIMERO — OBLIGACIÓN DE DEJARNOS DIRIGIR POR NUESTRO CONFESOR.

    

   “Nadie se basta a sí mismo para su propia conducta. Nuestra razón nos engaña; los más sabios se pierden, desde que en vez de pedir consejos quieren confiarse a sus propias luces”, dice San Bernardo. El que no ve en su confesor más que un confidente de sus faltas para concederle la absolución, y no un consejero para dirigirle en el camino de la vida, no está menos expuesto a perderse que un navío sin piloto, un ciego sin guía, un enfermo sin médico; y el demonio no conoce medio más seguro para perder a los cristianos que inspirarles el sentimiento presuntuoso de que pueden gobernarse solos y por su propio juicio. Así, todos los santos han sido fieles a la práctica de pedir consejos para su conducta. Moisés pide consejos a los ancianos; David es dirigido por Natán y Gad, profetas inferiores a él; Saulo es enviado a Ananías, por Jesucristo, que habría podido instruirle por Sí mismo: en fin, el Salvador mismo escuchó e interrogó a simples hombres. El orden establecido por la Providencia es que unos hombres sean instruidos por otros hombres y unos dependan de otros para su dirección. Este es también el orden de la razón, porque el que ve claro en la conciencia de otro no ve nada en la suya propia, y así nos forjamos ilusiones sobre nuestras obligaciones, nuestros vicios y virtudes, nuestros méritos y nuestras aptitudes, y todos tenemos necesidad de un sabio consejero que nos estudie sin prevención y con la gracia de su ministerio. Esto era lo que hacía decir a Louis Bourdaloue SJ, predicando en París, estas notables palabras: “No puedo deplorar bastante la ceguedad de los hijos del siglo, que quieren confesores y no directores, como si el uno pudiera estar separado del otro”. Entremos en nosotros mismos: ¿No somos de los que habrían hecho gemir al sabio predicador?

     

 

 

PUNTO SEGUNDO — MANERA COMO DEBE HACERSE LA DIRECCIÓN.

 

     

1° ES PRECISO VER EN EL DIRECTOR, NO UN HOMBRE O UN SABIO, SINO UN ÁNGEL REVESTIDO DE LA SABIDURÍA DE DIOS, a Jesucristo, a Dios mismo, como aquel santo solitario que decía: “Yo considero la imagen de Jesucristo en mi superior”. Es preciso, por consiguiente, hablarle con el corazón completamente abierto, con perfecta confianza, como al médico caritativo, al amigo fiel que Dios nos da para conducirnos, para descubrirle todo el bien y todo el mal que hay en nosotros, nuestras inclinaciones, nuestros deseos, nuestras tentaciones, sin reserva, sin disfraz, sin ninguno de esos artificios de que el amor propio se sirve algunas veces para conducirse a donde se quiere la voluntad del confesor; dejar a un lado todo respeto humano, toda falsa vergüenza, toda repugnancia, como también todo sentimiento de vanidad o de curiosidad.

   2º ES PRECISO ESCUCHAR SUS CONSEJOS CON RESPETO Y CONFIANZA, SEGUIRLOS CON FIDELIDAD Y EXACTITUD, cualquiera que sea la contrariedad de opinión, de carácter o de voluntad que ellos nos impongan.

   3° ES PRECISO ABANDONARSE DE TAL MANERA A SU DIRECCIÓN, EN TODO LO QUE INTERESA A LA SALVACIÓN, QUE NO SE HAGA NADA SIN PROPONÉRSELO Y JAMÁS NOS RESISTAMOS A HACER LO QUE ÉL DICE; dejémosle un poder absoluto y una entera libertad para decirnos lo que piensa; no discutamos su opinión, sino aceptémosla como la mejor: si tenemos dudas, expongámoslas con toda indiferencia y desprendimiento, hasta tal punto que, ya diga una cosa, ya diga otra, lo obedezcamos igualmente. ¿Es esta nuestra disposición y nuestra manera de tratar al confesor?

 


MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: VIERNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA.

 


 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio.

 

           

 

   

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.

 

   

Mañana meditaremos sobre la fiesta de la Preciosa Sangre, que la Iglesia celebra en ese día. Veremos: 1º El agradecimiento debido a Jesucristo por el don que nos ha hecho de su Sangre;  Las consecuencias prácticas que se deducen para nosotros de ese don inefable.

   

 

 

Tomaremos enseguida la resolución:

    De amar más a Jesucristo, que tanto nos ha amado, y de servirle con más generosidad que antes;  De poner toda nuestra confianza en los méritos de esa sangre y no dejarnos vencer jamás del desaliento y la desconfianza.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de San Juan: “Jesucristo ha lavado nuestros pecados con su sangre”.

        

 

 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA.

 

    

   Adoremos a Jesucristo que nos ha dado toda su Sangre, hasta la última gota; agradezcámosle este don inefable, amémosle por tanto amor y pidámosle la gracia de aprovecharlo bien.

 

 

   

PUNTO PRIMERO — AGRADECIMIENTO DEBIDO A JESUCRISTO POR EL DON QUE NOS HA HECHO DE SU SANGRE.

 

   

   El que un hombre diera a otro toda su fortuna, sería mucho sin duda, sobre todo, si se le supone considerable. ¿Que sería, pues, si le diera su sangre y la derramara toda por él? Sería evidentemente el amor llevado hasta el último grado. Eso es lo que ha hecho Jesucristo con nosotros: y notemos: 1° EL VALOR DE ESA SANGRE. Es mayor infinitamente, que toda otra sangre humana, porque es la sangre de un Dios, en virtud de la unión hipostática; sangre, por consiguiente, de precio infinito. Esa sangre la ofrece un Dios en cada sacrificio a la divina Majestad; y la dignidad de un Dios sacerdote, ofreciendo la sangre de un Dios víctima, le comunica nuevo valor infinito. Notemos, 2º, LOS MARAVILLOSOS EFECTOS DE ESTA SANGRE. Apaga el fuego de la ira divina, irritada por nuestros crímenes. Es la hostia de expiación por nuestros pecados. Es el precio de nuestra redención. Es el baño que purifica nuestra conciencia. Es el sello de paz entre el cielo y la tierra. Nos abre el cielo y cierra el infierno bajo nuestros pies. Lejos de clamar venganza, como la sangre de Abel, cada gota de esa Sangre clama misericordia. Notemos,  Que ESA SANGRE NOS ES DADA DE TAN ALTO PRECIOno con mano avara, sino con una generosidad incomparable. Cuando una sola gota habría bastado para borrar los pecados de mil mundos, Jesucristo la da toda entera; y la da por lo mismo que El preveía habían de mostrarse tan poco dignos de ella; la da, no una vez, sino millones de veces. Comienza a derramarla ocho días después de su nacimiento, bajo el cuchillo de la circuncisión; la derrama en el Huerto de los Olivos, donde un sudor de sangre inunda la tierra; la derrama en la flagelación, en la coronación de espinas, en la crucifixión y en la abertura del sagrado costado; la ofrece todos los días en el Santo Sacrificio, sobre toda la superficie del globo, y nos la da a beber en la Comunión; la conserva en todos los tabernáculos del mundo, y allí esa Sangre pide sin cesar perdón por nosotros. En fin, nos aplica sus méritos en los sacramentos, que son como otros tantos canales, por los cuales esa Sangre adorable se comunica a las almas. ¡Qué agradecimiento no debemos nosotros al Salvador por esa prodigalidad de su Sangre en favor de unos pobres pecadores, como somos!




PUNTO SEGUNDO — CONSECUENCIAS PRÁCTICAS QUE DEBEMOS SACAR DE ESTAS CONSIDERACIONES.

      

   1° Es menester una gran generosidad en el servicio de Jesucristo. Cuando un Dios nos da toda su sangre, ¿Qué excusa tenemos si no le sacrificamos nuestra voluntad, nuestros actos, nuestros gustos? Cuando se posee en el pecho la Sangre de Jesucristo, cuando se tiene una sangre tan noble y tan divina, es preciso tener su espíritu generoso y sus elevados pensamientos, a los cuales nada sienta mejor que el sacrificio.  

   2° Es preciso honrar esta Sangre con la asistencia devota y frecuente al santo Sacrificio, con la frecuentación de los sacramentos, con la correspondencia a las gracias interiores y exteriores, que son el fruto de esta Sangre, y con la ofrenda, a menudo reiterada, de nuestras acciones y de nuestro corazón en espíritu de agradecimiento;

    Debemos tener una confianza sin límites en los méritos de esta divina sangre. Que se turben y carezcan de confianza los que no conocen el precio de la Sangre del Salvador; pero, cuando sabemos por la fe que Jesucristo ha dejado a nuestra disposición todos los méritos de su Sangre con la facultad de aplicárnoslos por la oración, por los sacramentos y por el sacrificio, no nos es permitido perder la confianza, Teniendo el crucifijo en las manos, jamás debe desfallecer nuestro valor. Es verdad, ¡oh Jesús!, que yo no puedo decir: “Soy inocente de la Sangre de este justo”, puesto que mi pecado es haber entregado esa Sangre inocente; pero diré en otro sentido que los judíos: “¡Que su Sangre caiga sobre mí para borrar mis inquietudes y preservarme del ángel exterminador, como la sangre del cordero pascual en las puertas de las casas del antiguo pueblo de Israel!” ¿Saco yo fielmente estos frutos de la Pasión del Salvador?