¿PUESTO EN TELA DE JUICIO?
El periódico alemán Die Zeit, en su edición del 9 de marzo de 2017, comentando una
entrevista con el papa Francisco, decía que «muchas voces» en Alemania, incluyendo las de ciertos obispos
diocesanos y dirigentes de asociaciones seglares católicas, han cuestionado la
disciplina perenne de la Iglesia sobre la obligación del celibato sacerdotal.
En el transcurso de los años, los consejeros y amigos del Papa consideraron
también la posibilidad de un cambio de la disciplina.
Las declaraciones públicas del papa
Francisco sobre la ordenación de hombres casados han vuelto a suscitar la
polémica. En 2016 el Papa había excluido la su-presión del celibato sacerdotal,
diciendo que «esto debe quedarse tal
como está». Pero en el pasado y de nuevo en esta
entrevista a Die Zeit, consideró la
ordenación de viri probati, de
hombres maduros, de fe y de virtud probadas, como una «posibilidad» en la que «tenemos que pensar». Estos
hombres casados podrían ser ordenados a título excepcional en las diócesis en
que la penuria de sacerdotes es un «enorme problema».
1º ¿De la ordenación de hombres casados
al matrimonio de los sacerdotes?
¿A qué se parece el
proyecto del papa Francisco? A una pura y simple regresión,
contraria al espíritu de la Iglesia. La excelencia del sacerdocio reclama un
estado de vida proporcionado, a ejemplo de Cristo y de los apóstoles. Por su
celibato y su castidad absoluta, el sacerdote es un ejemplo y un signo.
Ejemplo de renuncia y de
la virtud perfecta a la que deben tender los fieles.
Signo de la excelencia
de la vida del espíritu, que es la vida misma de Dios, sobre la vida terrena y
simplemente corporal.
Signo también de la
excelencia de la contemplación de las realidades eternas, respecto de las
concupiscencias de la carne y de la vida agitada de aquí abajo.
Esta excelencia es tal que la penuria de
sacerdotes no podría ser nunca un pretexto para ponerla en duda. La Iglesia ha preferido siempre la calidad
a la cantidad. Y el mejor medio de conseguir más vocaciones, ¿no es recurrir
a la oración y a la penitencia, para merecer primero santos sacerdotes, y luego
muchos santos sacerdotes? Son
medios proporcionados, ya que son de orden sobrenatural, como la vocación que
nos merecen.
Peor aún, el proyecto del Papa abre el
camino a una evolución que no se de-tendrá probablemente a medio camino.
Después de haber aceptado en principio y difundido en la práctica la ordenación de
hombres casados, será muy difícil
retroceder ante el
matrimonio de los sacerdotes. Y no
faltarán espíritus doctos que expliquen al buen pueblo de Dios el carácter
ineluctablemente positivo de la evolución: después de todo, que el matrimonio
se realice antes o después del sacerdocio, no cambia gran cosa. Lo esencial es
haber aceptado la compatibilidad de ambos.
Este tipo de maniobra,
de llegar a introducirse, habrá tenido su primer ensayo con Amoris
lætitia. En ella el Papa, aun reafirmando el
principio de la indisolubilidad del matrimonio, autoriza una práctica contraria
a este principio, permitiendo que parejas de concubinos o divorciados reciban
en la Iglesia el mismo tratamiento pastoral que las parejas legítimamente
casadas. Del mismo modo, aun reafirmando la ley del celibato, será posible, en
la práctica, obrar en contra de esta ley, es decir, ordenar hombres casados, y
luego incluso casar a los sacerdotes.
2º Defensa del celibato sacerdotal.
Contra estas
innovaciones, conviene resumir claramente la postura tradicional de la Iglesia
en materia de celibato sacerdotal.
«Sacerdos alter Christus»: el sacerdote es
otro Cristo. Tal
es el principio fundamental que ilumina el sacerdocio católico. El sacerdocio
de Cristo es único y definitivo, mientras que el sacerdocio ministerial de los
hombres es una participación real de este sacerdocio supremo. Por consiguiente,
el mismo Cristo es el modelo, el «tipo» al que todo
sacerdote debe conformarse íntimamente para que su sacerdocio participado sea
plenamente verdadero. Ahora bien, Jesucristo, Sumo Sacerdote, permaneció toda su vida en el
estado de virginidad. Sobre esta actitud radical de Nuestro Señor se
funda la práctica constante y perpetua de la Iglesia de exigir el celibato de
sus sacerdotes, que no puede ser considerada como una simple costumbre humana,
revocable a voluntad. Consideremos, pues, las razones de la virginidad de Nuestro
Señor y, por ende, de la virginidad del sacerdote.
1º El celibato como consagración a
Dios. Esta virginidad significaba en Cristo la consagración
total y sin reservas a su Padre: todas sus energías, todos sus
pensamientos, todas sus acciones, pertenecían a Dios. Por esta consagración
total, por la que la naturaleza humana pertenecía directamente a la persona del
Verbo, Cristo fue constituido Mediador entre el cielo y la tierra, entre Dios y
los hombres, esto es, Sacerdote. La virginidad, pues, significa y realiza la
consagración, esencia de este sacerdocio de Cristo; dicho de otro modo, la
virginidad de Jesús se deriva de su sacerdocio y le está íntimamente ligada.
Desde entonces el
sacerdote, partícipe del sacerdocio de Cristo, participa igualmente de su consagración
total a Dios, y, por ende, de su virginidad. El celibato consagrado
del sacerdote es así una unión íntima y plena de amor a la virginidad de Jesús,
signo de su consagración al Padre. Esta es la primera y más fundamental razón del celibato
de los sacerdotes.
2º El celibato como expresión del amor
de Cristo por la Iglesia. Si Jesús permaneció virgen como
expresión de su consagración al Padre, lo fue también en cuanto que se ofreció
en la cruz por su Iglesia, a fin de hacer de ella una Esposa gloriosa, santa e
inmaculada (Ef. 5
25-27). La virginidad consagrada del sacerdote humano
manifiesta y prolonga, pues, igualmente el amor virginal de Cristo por la Iglesia, y la fecundidad
sobrenatural de este amor. Esta disponibilidad a amar a la Iglesia y
a las almas se manifiesta por la vida de oración del sacerdote, por la
celebración de los sacramentos y particularmente del santo Sacrificio de la
misa, por la caridad hacia todos, por la predicación continua del Evangelio, a
imagen de la vida misma de Jesús. Cada día el sacerdote, unido a Cristo Redentor, engendra
las almas a la fe y a la gracia, y hace presente entre los hombres el amor de
Cristo hacia su Iglesia, que viene significado por la virginidad.
3º El celibato como signo del reino
venidero. Si se examina, no ya la misión de Cristo en la
tierra, sino la plena realización de esta misión en el cielo, se des-cubre una
tercera causa de su virginidad y, por ende, del celibato sacerdotal. En efecto,
la Iglesia de la tierra es el germen de la Iglesia del cielo, y al mismo tiempo
el signo de esta vida bienaventurada. Lo que será la bienaventuranza celestial
se hace ya visible, aunque velado y como en enigma, en la vida terrena de la
Iglesia. Ahora bien, como dijo Nuestro
Señor, «en la resurrección ya no
se tomará ni marido ni mujer, sino todos serán como los ángeles de Dios» (Mt. 22 30). La
virginidad será, por lo tanto, el estado definitivo de la humanidad
bienaventurada. Conviene que, desde esta vida, el signo de esta virginidad
brille en medio de las tribulaciones y concupiscencias de la carne. El celibato
consagrado del sacerdote es así, a imagen del de Cristo, una anticipación de la
gloria celestial, una prefiguración de la vida de los elegidos, y
una invitación apremiante para los fieles a caminar hacia la vida eterna sin dejarse
recargar por el peso del día.
3º Respuesta a algunas objeciones
comunes contra la obligación del celibato sacerdotal.
1º ¿El clero casado recluta más vocaciones que el clero célibe? Se ataca el celibato sacerdotal pretextando la
crisis de las vocaciones, pero se omite señalar que las comunidades que aceptan
el matrimonio de sus pastores, a saber, la ortodoxia, el protestantismo y el
anglicanismo, sufren las mismas dificultades de reclutamiento que la Iglesia
católica de rito latino. El matrimonio de los sacerdotes no es, pues, una
medida específicamente eficaz para impedir la caída de las vocaciones. Las
causas reales de la disminución de las vocaciones son más bien el
debilitamiento del espíritu de fe, la destrucción de la familia cristiana, el
desarrollo del materialismo, los escándalos enormes causados por ciertos
sacerdotes, la ruina de la santa Misa por la reforma litúrgica. Mientras que el
don total a Dios significado por el celibato sacerdotal es una luz que guía a
las almas generosas hacia el ministerio sacerdotal, y una de las principales
fuentes de vocaciones.
2º ¿Cambiar la ley porque
se la observa imperfectamente? Sería
ridículo negar que haya infracciones a la ley del celibato, que llegan hasta
los escándalos y las apostasías. Sin embargo, no es una razón para suprimir el
celibato consagrado. Si no, habría que suprimir también el matrimonio, dado que
también hay adulterios, divorcios escandalosos, infracciones a la fidelidad.
Pero, así como la dificultad en guardar esta fidelidad conyugal no es una razón
para suprimirla, tampoco es una razón para suprimir el celibato la dificultad
en guardar la castidad sacerdotal. Querer suprimir el celibato porque no siempre
se lo respeta, es suprimir el baño de los niños porque no les gusta bañarse,
los automóviles porque hay accidentes, el alimento porque hay indigestiones, y
permitir el homicidio porque hay gente que se suicida.
3º ¿Será imposible para
Dios lo que es imposible al hombre? Pretender
que es imposible guardar el celibato es falso en el plano tanto natural como
sobrenatural. La psicología digna de este nombre demuestra que la continencia,
aun absoluta, no va en contra de la naturaleza, ya que el hombre, ser racional
y libre, está en condiciones de controlar sus tendencias físicas y afectivas. Y
si bien es cierto que guardar virtuosa y continuamente el celibato supera
ordinariamente las capacidades de la naturaleza humana herida por el pecado
original, no hay que olvidar que el celibato del sacerdote se funda, no en la
sola naturaleza, sino en la gracia, por la que Dios hace posible lo que es
imposible al hombre. En este sentido, el celibato consagrado reclama una gracia
particular, pero esta gracia Dios la concede sin reserva a quien se compromete
rectamente en su servicio, como lo manifiesta la inmensa legión de sacerdotes
que, desde hace tantos siglos, han hecho brillar en la Iglesia el esplendor
magnífico de una virginidad sin tacha.
4º La respuesta de Monseñor Lefebvre.
En cada crisis del clero a través de la
historia, la Iglesia ha contestado siempre promoviendo una auténtica imitación
del único Sacerdote Jesucristo, exigiendo la castidad del clero como una
identificación más perfecta con el divino Modelo. Al someter los Estatutos de
la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a la aprobación de la Iglesia hace 50 años,
Monseñor Lefebvre respondió providencialmente a los problemas del clero que
había entrevisto cuando era arzobispo de Dakar:
«Frente a la degradación
progresiva del ideal sacerdotal, transmitir en toda su pureza doctrinal y en
toda su caridad misionera el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo,
tal como Él lo transmitió a sus apóstoles y tal como la Iglesia romana lo ha
transmitido hasta mediados del siglo XX».
Seminario Internacional Nuestra Señora
Corredentora.
Moreno, Pcia. de Buenos Aires
Precioso articulo...!bendito sea ntro Señor y su Madre Purisima...AMDG
ResponderEliminarGracias Roberto Mamani por leerlo.
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