Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DE LA
DEFENSA, que se venera en la santa Iglesia
Catedral de la ciudad de Puebla.
La Imagen
Sacratísima de Nuestra Señora de la Defensa, es a no dudarlo, una de las mas célebres
de la República Mejicana: la opulenta ciudad de Puebla en ella tiene puesta su
confianza, y la dilatada experiencia de casi dos siglos ha manifestado la mucha
justicia con que allí la colocó. Con grande sentimiento nos vemos
precisados a compendiar la prodigiosa cuanto interesante historia de esta Santa
Imagen; pero no podemos salir de los estrechos límites de una obra de esta
clase.
En la sierra de Tlaxcala, y poco distante de la ciudad de este
nombre, hacia vida eremítica mi varón justo, llamado Juan
Bautista de Jesús,
quien era dueño de esta Imagen, que amaba con la mayor ternura, y de la cual
experimentaba continuas maravillas: dio cuenta de esto a su confesor, quien le
mandó que hiciese por escrito una relación de los prodigios que hubiese
observado; y hecho el escrito, lo llevó al Sr. Obispo de Puebla, D. Juan de
Palafox,
el cual mandó levantar información jurídica de lo que en él se contenía, y traer a Puebla la sagrada Imagen, para colocarla en la
Santa Iglesia Catedral.
Los prodigios observados por el ermitaño,
eran continuos y asombrosos: ya veía los pájaros y animalillos de la sierra,
que, perseguidos por los gavilanes o las fieras, se refugiaban en la ermita de
la Virgen, y quedando libres del peligro, manifestaban su reconocimiento; las aves
con cantos de dulcísima armonía, y los demás animales con saltos y retozos: ya escuchaba
en las noches música melodiosísima, y al indagar la causa, veía la ermita
ricamente iluminada por una blanquísima nube, y ángeles en figura de bellísimos
niños, que con instrumentos músicos, formaban el celestial concierto: ya veía
al demonio llorando desesperado, por las muchas almas que quitaba de sus garras
la Virgen Santísima de la Defensa: ya en otra
vez desapareció la Santa Imagen, y volviendo a poco, y preguntándole Juan
Bautista
dónde había ido, le contestó con voz clara y perceptible que a auxiliar a un siervo suyo: ya, en fin,
en otra vez, desgajándose un enorme peñasco del cerro que dominaba la ermita,
venia derecho sobre, ella, y la hubiera destruido enteramente; pero al verla el
ermitaño, exclamó: «Madre de Dios, defiende tu casa;» y habiendo el peñasco llegado como una
vara cerca de la ermita, retrocedió, y dando un salto en el aire, fué rodeando
la ermita hasta llegar al plan del cerro, donde se detuvo.
Estos y otros muchos prodigios escribió
Juan Bautista,
por orden de su confesor; pero no se atrevía a entregar el escrito, por temor
de que le quitaran su querida Imagen: en tal conflicto, acudió a la oración, y
la Santísima Señora le habló, y claramente le dijo: «Yaya el papel, que esa es
la voluntad de mi Hijo y mía.» El
ermitaño obedeció en el acto, entregando el escrito a su confesor, quien lo
pasó al Sr. Palafox, el cual, después de levantada la
información de que ya se habló, mandó llevar la Santa Imagen a su Palacio,
mientras en la Santa Iglesia catedral se le disponía un lugar decente.
Llegó por este tiempo a Puebla el Almirante
D. Pedro Porter Casanate,
enviado por el rey de España para procurar la conquista de las Californias: el
Obispo lo estimaba como a su amigo y paisano, y para que lo favoreciera en los
innumerables peligros de la ardua empresa que acometía, le donó la Imagen de Nuestra
Señora de la Defensa,
y en todo experimentó el almirante su benéfica protección.
Volvió D. Pedro a México sin haber conseguido su
empresa, y de allí pasó a la ciudad de Lima, capital del Perú, con el
Conde de Alva,
que fué promovido a aquel virreinato, llevando consigo su querida Imagen: fué
luego D. Pedro
nombrado capitán general de Chile, y allá llevó también la Imagen, que hizo ver
en diversas guerras y conflictos, con cuánta razón se le había puesto la
advocación de la Defensa, habiendo experimentado su protección, no solo el capitán
general, sino toda la República de Chile, en especial contra los indios
araucanos. Murió D. Pedro, y en su última enfermedad entregó la
santa Imagen a los Padres Jesuitas de Chile, con
encargo de que la remitieran a Puebla en la primera oportunidad: los
padres la enviaron a Lima, y de allí fué remitida a Acapulco, desde donde se dio
aviso a Puebla, para que enviaran por la Imagen, y asi lo hizo el venerable
cabildo, mandando a la Santísima Señora, entre otras varias alhajas, la hermosa
columna de plata sobre la cual está colocada.
Fué recibida en la piadosa y opulenta
Puebla, con demostraciones del más vivo regocijo: las
campanas de sus innumerables torres repicaron a vuelo; sus hermosas y dilatadas
calles se adornaron con la mayor suntuosidad, y a petición de las religiosas de
diversos monasterios, fué la Santa Imagen a visitarlos, antes de ser colocada
en la Catedral, y las esposas de Jesucristo se empeñaron a porfía en rendirle
los más fervientes homenajes. Fué luego colocada, según queda dicho, en el
altar mayor de la Catedral, que llaman de los Reyes, en su columna, según se ve
hasta el día, y entre todas las innumerables y riquísimas preseas con que se
adorna este espléndido templo, que podemos llamar sin rival, ninguna es de
tanto valor para los Poblanos, como la Imagen de Nuestra Señora de la Defensa. Desde
su hermoso tabernáculo ha seguido obrando las mismas, y tal vez mayores
maravillas, que cuando estaba en poder del hermano Juan Bautista de Jesús, la
cuales pueden verse en el «Zodiaco Mariano,» lo que ha hecho aumentar más y más
la devoción de los Poblanos, contribuyendo también a ello las muchísimas
indulgencias que ha con cedido a la Santa Imagen los señores Obispos y Nuestro
Santísimo Padre Inocencio X.
VIDA DE MARÍA
María, huérfana de sus padres.
Llegó para la Virgen Santísima la terrible
hora de prueba, en que debía quedar huérfana, y en tan inmensa pesadumbre
darnos el más brillante ejemplo de resignación a la voluntad de Dios, y en su
abandono luego, de constancia en la virtud. Murieron los virtuosos Joaquín y
Anna: María sintió despedazado su virginal corazón con tan terrible golpe; y ¿quién de
nosotros no lo ha sentido? ¿quién de nosotros no se ha creído morir, por el más
intenso de todos los dolores, por el más agudo de todos los pesares, por el más
terrible de todos los desconsuelos, al perder una madre cariñosa, o un tierno
padre? Y si nosotros, hombres
miserables, hemos experimentado en tan horrible situación dolores más agudos
que la muerte, ¿qué
no sentiría la inocentísima y sensible María? ¿qué no sentiría, al considerar
que se quedaba sola en el mundo, sin apoyo humano ninguno, y en el más terrible
abandono? Pero allí sobresalió más su virtud, porque combatida
fuertemente por el agilado huracán del mundo, permaneció firme, no obstante, su
debilidad, como la roca que azota con impotente furia el impetuoso Océano.
RESIGNACIÓN DE MARÍA
María, Anémona bellísima.
[Anemone Hortensis)
De cualquier a manera que consideremos a la
Santísima Virgen, la encontramos tan bella, que excede en primor a todo lo
criado, aun en sus mismas aflicciones: hoy nos la representamos como graciosa
anémona, en su resignación a su dolor; es triste y melancólico el color de la
anémona, como se hallaba el alma de María, cuando la muerte le arrebató a sus
amados padres; pero es en extremo bella y graciosa, por la multitud de sus
hojas delicadas, y por lo hermoso de su colocación, y crece fresca y lozana en
medio de la furia del aire; así María estaba más hermosa con su dolor, y
permaneció firme, escudada con la virtud de la resignación, en medio de la
furia de su inmenso pesar. Y después, a semejanza también de la anémona, que,
aunque débil y delicada, permanece ilesa en los lugares más batidos por los
vientos, según lo indica su nombre, que significa viento, María en su orfandad,
débil y delicada criatura, por su sexo, por su edad y por el abandono en que se
hallaba, permaneció, no obstante, ilesa en medio de la tempestad del mundo.
ORACIÓN
¡Sacratísima
Virgen María, Madre y Señora Nuestra! cualquiera
que sea el pasaje de tu vida santísima que examinemos, ofrece a nuestra
consideración ejemplos asombradísimos de virtud, para guiarnos en medio de los
azares de esta vida; y el de tu resignación en los trabajos, que hoy nos ofrece
tu orfandad, es ciertamente uno de los principales, pues en las aflicciones sin
número de que está llena la miserable vida, nos servirá de inefable consuelo, y
convertirá los pesares en otras tintas prendas de bienaventuranza; rendidamente
te damos gracias por este ejemplo, reconocemos su inestimable precio, y nos
proponemos imitarlo en cuanto alcancen nuestras fuerzas; el común enemigo de
nuestra salvación nos pondrá, es cierto, multitud de tropiezos para impedir que
cumplamos este propósito; pero nosotros confiamos mucho en ti para temerlo: en
tu Imagen prodigiosa de la Defensa nos has dado un testimonio de lo mucho que
nos cuidas; defiéndenos así constantemente, como a la dichosa ciudad de Puebla,
para ir a bendecirte en el cielo por toda la eternidad. Amén.
MEDITACIÓN
1—Ponderemos
los felicísimos efectos de la virtud de la resignación; casi destruye los
males, hace, por consiguiente, casi feliz nuestra vida de pesares, y nos allana
el camino del cielo.
2—Examinemos
y admiremos el heroico grado en que María practicó esta virtud; perdió a sus
padres; ¿qué
mayor aflicción puede sufrir el corazón de un hijo? el mundo se ve vacío,
la vida sin flores, y ya solo se espera en el sepulcro; los hombres entonces de
ordinario se entregan al exceso de su pesar, se olvidan de buscar consuelo en
el pensamiento de la eternidad; y en vez de aprovechar su dolor para acercarse
al cielo, desagradan a Dios con su tormento, que asemejan a la desesperación;
pero María Señora Nuestra, ¡de qué modo tan diferente se portó! su
pesadumbre fué mayor que la del común de los hombres, por su exquisita
sensibilidad, y porque quedaba enteramente sola en el mundo y en el más completo
abandono; y sin embargo, no exhaló una queja, y ofreciendo a Dios su inmenso
dolor, en satisfacción de pecados que no había cometido, adquirió en la divina
presencia un mérito de valor inestimable .
3—Pongamos a los ojos de María ese tan grande mérito, y pidámosle
que nos defienda de nuestros tres enemigos capitales, especialmente cuando
vayamos a morir, y confiemos en que oirá benigna nuestra petición, al recordar
que quiso advocarse con el nombre de la Defensa, y lo bien que ha desempeñado un
título tan consolador, etc.
CANTO
Está
anublada la frente
De
la más linda Doncella,
Está
eclipsada la Estrella
Más
pura y resplandeciente.
Está
vertiendo tal llanto
La
acongojada María,
Que
las piedras movería
Su
doloroso quebranto.
Se
encontró huérfana y sola.
Como
en las tumbas el nardo.
Y
rompió su pecho un dardo,
Que
su virtud acrisola.
Murió
Joaquín, y María
De
llorarlo no acababa,
Cuando
su madre lanzaba
la
postrimer a agonía.
Y
bajo la misma losa
los
vio la Virgen doliente.
Y
cubrió su bella frente
Con
sus manos afanosa.
Pero
en medio a su dolor
Ya
su mísera orfandad,
Acata
con humildad
Las
órdenes del Señor.
Y
se inmola nuevamente,
Y
Dios acepta propicio
El
heroico sacrificio
De
Virgen tan inocente.
Ya
nada tiene en la tierra
La
inmaculada María;
Su
tesoro, su alegría,
Solo
en el cielo se encierra.
Si
su cuerpo está en el suelo,
Su
espíritu inmaculado,
En
éxtasis continuado,
Ya
solo vive en el cielo.
Ya
solo piensa en su Dios,
Y
consuela su orfandad,
Que
va de la eternidad,
Caminando
siempre en pos.
Y
allá a sus padres verá
Adorando
a su Criador,
Sin
temer ya más dolor
Junto
al trono de Jehová.
Allá
por siempre abismada.
En
sempiternas delicias,
De
Dios las tiernas caricias,
Tendrá
su alma inmaculada.
PRACTICA PARA MAÑANA
—Se rezará una parte del
Rosario a la Santísima Virgen.
MES DE MARÍA: LAS FLORES DE MAYO.
Por LUCIO MARMOLEJO (1868).
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