Nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su
sangre (Apoc 1, 5).
La Pasión de Cristo es la causa propia del perdón de los pecados, de tres maneras:
1º) Excitando
a la caridad,
porque como dice el Apóstol: Dios hace brillar su caridad en nosotros;
porque, aun cuando éramos pecadores, en su tiempo murió Cristo por nosotros (Rom 5,
8-9). Mas por la
caridad conseguimos el perdón de los pecados, según aquello: Perdonados le son muchos
pecados, porque amó mucho (Luc 7, 47).
2º) La
Pasión de Cristo causa el perdón de los pecados por modo de redención. Pues, como
él es nuestra cabeza, por la Pasión, que sufrió por caridad y obediencia, nos
libró de los pecados como a miembros suyos, por el precio de su Pasión;
como si un hombre, mediante alguna obra meritoria que ejerciere con sus manos,
se redimiese de los pecados que cometió con los pies; pues, así como un cuerpo natural es uno solo, compuesto de diferentes
miembros, así toda la Iglesia, que es el
cuerpo místico de Cristo, se computa como una sola persona con su cabeza, que
es Cristo.
3º)
Por modo de causa eficiente,
por cuanto la carne, según la cual Cristo sufrió la
Pasión, es instrumento de la divinidad, y por lo tanto sus pasiones y acciones
son ejecutadas por virtud divina para expulsar el pecado.
Ciertamente Cristo
nos libró de los pecados con su Pasión como por una causa, esto es,
instituyendo la causa de nuestra liberación, de modo que por ella pudiesen ser
perdonados todos los pecados pasados, presentes y futuros; como si un
médico confeccionase una medicina con la cual pudieran curarse cualesquiera
enfermedades, aun en el futuro.
Mas, puesto que la
Pasión de Cristo precedió como cierta causa universal del perdón de los
pecados, es necesario que sea aplicada a cada uno para borrar los pecados
propios. Esto se hace por el bautismo, la penitencia y otros sacramentos que
reciben la virtud de la Pasión de Cristo.
También por la
fe se nos aplica la Pasión de Cristo para percibir su fruto, según
aquello: A quien Dios ha propuesto
en propiciación por la fe en su sangre
(Rom
3, 25).
Mas la fe por la que somos purificados del pecado, no es la fe informe que
puede existir con el pecado, sino la fe informada por la caridad; para que de
ese modo nos sea aplicada la Pasión de Cristo, no solamente en cuanto al
entendimiento, sino también en cuanto a la voluntad y la parte afectiva. Y por
este modo se perdonan también los pecados por virtud
de la Pasión de Cristo.
(3ª, q. XLIX, a. 1)
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