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viernes, 7 de diciembre de 2018

MEDITACIONES DE ADVIENTO—NAVIDAD. Viernes de la primera semana.




Conviene advertir que todo ser inteligente obra por una idea de su entendimiento que llamamos verbo. Así, un arquitecto o un artista cualquiera que realiza una obra, la hace conforme a la forma que concibió en su mente. Si, pues, el Hijo de Dios es el mismo Verbo de Dios, síguese que Dios lo ha hecho todo por medio del Hijo.

   I. Todas las cosas se hacen y se reparan por la misma idea. Pues si una casa se derrumba se la repara según el plan con que fue construida en un principio.
   Entre los seres que Dios ha creado por su Verbo, ocupa el primer lugar la criatura racional, mientras que todas las demás criaturas están al servicio de ésta y aparecen como creadas para él. Esto es muy legítimo, porque la criatura racional tiene el dominio de sus actos por el libre albedrío, mientras que las demás criaturas no obran por libre dictamen. En todas partes lo que es libre, impera sobre lo que es esclavo y los esclavos están para servir a los hombres libres y son gobernados por los hombres libres. Luego la caída de la criatura racional debe juzgarse mucho más grave que la defección de la criatura irracional. Es, por tanto, conveniente que la sabiduría divina repare principalmente la caída de la criatura racional más que si se arruinase el cielo o cualquier otro accidente que se realizase en las cosas corpóreas.


   II. Hablo de la caída de la criatura racional no en cuanto ésta se aparta de su ser mismo, sino en cuanto se aparta de la rectitud de la voluntad. Pues la caída o defección de un ser debe considerarse principalmente según el principio de operación; así decimos que el artista yerra, si falla en su arte; y decimos que una cosa falla y se arruina, si se corrompe la capacidad natural por qué obra; es el caso de una planta que pierde su capacidad germinativa, o el caso de la tierra que pierde su fuerza productiva, Ahora bien, la criatura racional obra por la voluntad en la cual reside el libre albedrío. Luego la caída de la criatura racional consiste en un defecto de rectitud en su voluntad, lo cual se verifica cuando peca. Así, pues, conviene principalmente a Dios remover el defecto del pecado, que no es otra cosa que una perversión de la voluntad, y verificar dicha remoción por su Verbo, por el cual creó todas las cosas.
   El pecado de los ángeles no pudo tener remedio; porque, en la inmutabilidad de su naturaleza, les es imposible arrepentirse y apartarse de aquello que una vez han elegido. Los hombres, en cambio, poseen una voluntad mudable, según la condición de su naturaleza, de tal modo que no sólo pueden elegir entre cosas diversas, sino que, después de haber elegido una cosa, pueden arrepentirse y volver a otra.
   Siendo, pues, reparable la naturaleza, correspondió a la bondad de Dios repararla, una vez caída, por medio de su Hijo.


(Contra Saracenos, cap. V)
Santo Tomás de Aquino.

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