¡Oh Virgen Santísima! que habéis sido agradable al Señor y os
convertisteis en su Madre; Virgen Inmaculada en vuestro cuerpo y en vuestra
alma, en vuestra fe y en vuestro amor, mirad con ojos benévolos a los infelices
que imploran vuestra poderosa protección.
La serpiente infernal, contra quien fue
lanzada la maldición primera, continúa combatiendo y tentando a los pobres
hijos de Eva. Vos, Madre nuestra bendita, nuestra Reina y Abogada, Vos que habéis
aplastado la cabeza del enemigo desde el primer instante de vuestra concepción,
acoged las plegarias que, unidos a Vos en un solo corazón, os rogamos presentéis
ante el Trono de Dios, para que jamás nos dejemos arrastrar por las emboscadas
que nos son preparadas, sino que todos alcancemos el puerto de salvación, y que
en medio de tantos peligros, la Iglesia y la sociedad cristiana canten una vez más
el himno de la liberación, de la victoria y de la paz.
Amén.
MISAL
DIARIO
Católico
Apostólico Romano —1962.
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