Felix Sardà y Salvany.
1. ¿existe hoy día algo que
se llama liberalismo?
Ciertamente:
y parecerá ocioso que nos entretengamos en demostrar este aserto. A no ser que
todos los hombres de todas las naciones de Europa y de América, regiones
principalmente infestadas de esta epidemia, hayamos convenido en engañarnos y
en hacer del engañado, existe hoy día en el mundo una escuela, sistema,
partido, secta, o llamase como se quiera, que por amigos y enemigos se conoce
con el nombre de Liberalismo.
Los periódicos y Asociaciones y Gobiernos suyos se
apellidan con toda franqueza liberal; sus adversarios se lo echan en
rostro, y ellos no protestan, ni siquiera lo excusan ni atenúan.
Más aún: se lee cada día
que hay corrientes liberales, tendencias liberales, reformas liberales,
proyectos liberales, personajes liberales, fechas y recuerdos liberales, ideales
y programas liberales; y al revés, se llaman antiliberales, o clericales, o
reaccionarios, o ultramontanos, todos los conceptos opuestos a los significados
por aquellas expresiones.
Hay, pues, en el mundo actual una cierta cosa
que se llama Liberalismo,
y hay a su vez otra cierta cosa que se llama Antiliberalismo. Es, pues, como muy acertadamente se ha dicho,
palabra de división, pues tiene perfectamente dividido el mundo en dos campos
opuestos. Mas no es sólo palabra, pues a toda palabra debe corresponder una
idea; ni es sólo idea, pues a tal idea vemos que corresponde de hecho todo un
orden de acontecimientos exteriores. Hay,
pues, Liberalismo,
es decir, hay doctrinas liberales y hay obras liberales, y en consecuencia hay
hombres, que son los que profesan aquellas doctrinas y practican estas obras.
Tales hombres no son individuos aislados, sino que viven y obran como
agrupación organizada, con jefes reconocidos, con dependencia de ellos, con fin
unánimemente aceptado.
El Liberalismo, pues, no
sólo es idea y doctrina y obra, sino que es secta.
Queda, pues, sentado que cuando tratamos de
Liberalismo y de liberales no estudiamos seres fantásticos o puros conceptos de
razón, sino verdaderas y palpables realidades del mundo exterior. ¡Harto
verdaderas y palpables por nuestra desdicha! Sin duda habrán
observado nuestros lectores, que la preocupación primera que se nota en tiempos
de epidemia es siempre la de pretender que no existe tal epidemia. No hay
memoria en las diferentes que nos han afligido en el siglo actual, o en los
pasados, de que ni una sola vez haya dejado de presentarse este fenómeno.
La enfermedad lleva ya devoradas en silencio
gran número de víctimas cuando se empieza a reconocer que existe, diezmando la población.
Los partes oficiales han sido alguna vez los más entusiastas propagadores de la
mentira; y casos se han dado en que por la Autoridad han llegado a imponerse penas
a los que asegurasen que el contagio era verdad. Análogo es lo que acontece en
el orden moral de que estamos tratando.
Después de cincuenta
años o más de vivir en pleno Liberalismo, todavía hemos oído a personas
respetabilísimas preguntarnos con asombrosa candidez: “¡Vaya!”
¿Tomáis en serio eso
del Liberalismo? ¿Son éstas, por ventura, más que exageraciones del rencor
político? ¿No valdría más hacer caso omiso de esa palabra que a todos nos trae
divididos y enconados?, ¡Tristísima señal cuando la infección está de tal suerte en la
atmósfera, que por la costumbre no la perciben ya la mayor parte de los que la
respiran!
Hay, pues, Liberalismo, caro lector; y de esto no te permitas nunca
dudar.
2. ¿QUÉ ES EL LIBERALISMO?
Al estudiar un objeto cualquiera, después de
la pregunta: an sit? hacían los antiguos escolásticos la
siguiente: quid sit? y ésta es la que nos va a ocupar en
el presente capítulo. ¿Qué es el Liberalismo? En
el orden de las ideas es un conjunto de ideas falsas;
en el orden de los hechos es un conjunto de hechos
criminales, consecuencia práctica de aquellas ideas.
EN EL ORDEN DE LAS IDEAS el
Liberalismo es el conjunto de lo que se llaman principios liberales,
con las consecuencias lógicas que de ellos se derivan.
PRINCIPIOS LIBERALES SON:
1.la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de
Dios y de su autoridad;
2. soberanía de la
sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma;
3. soberanía
nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta
independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad, expresada
por el sufragio primero y por la mayoría parlamentaria después;
4. libertad de pensamiento sin limitación alguna en
política, en moral o en Religión;
5. libertad de
imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada;
6. libertad de
asociación con iguales anchuras.
Estos son los llamados principios
liberales en su más crudo radicalismo.
El fondo común de ellos es el racionalismo
individual, el racionalismo político y el racionalismo social.
DERIVANSE DE ELLOS:
1.la libertad de
cultos más o menos restringida;
2. la supremacía
del Estado en sus relaciones con la Iglesia;
3. la enseñanza
laica o independiente sin ningún lazo con la Religión;
4. el matrimonio
legalizado y sancionado por la intervención única del Estado: su última
palabra, la que todo lo abarca y sintetiza, es la palabra secularización, es
decir, la no intervención de la Religión en acto alguno de la vida pública,
verdadero ateísmo social, que es la última consecuencia del Liberalismo.
5. EN EL
ORDEN DE LOS HECHOS EL LIBERALISMO es un conjunto de obras inspiradas
por aquellos principios y reguladas por ellos.
Como,
por ejemplo, las leyes de desamortización; la expulsión de las órdenes religiosas;
los atentados de todo género, oficiales y extraoficiales, contra la libertad de
la Iglesia; la corrupción y el error públicamente autorizado en la tribuna, en
la prensa, en las diversiones, en las costumbres; la guerra sistemática al
Catolicismo, al que se apoda con los nombres de clericalismo, teocracia,
ultramontanismo, etc., etc.
Es imposible enumerar y clasificar los
hechos que constituyen el procedimiento práctico liberal, pues comprenden desde
el ministro y el diplomático que legislan o intrigan, hasta el demagogo que
perora en el club o asesina en la calle; desde el tratado internacional o la
guerra inicua que usurpa al Papa su temporal principado, hasta la mano codiciosa
que roba la dote de la monja o se incauta de la lámpara del altar desde el libro
profundo y sabiondo que se da de texto en la universidad o instituto, hasta la
vil caricatura que regocija a los pilletes en la taberna.
El Liberalismo práctico es un mundo completo de máximas,
modas, artes, literatura, diplomacia, leyes, maquinaciones y atropellos
enteramente suyos. Es el mundo de Luzbel, disfrazado hoy día con aquel nombre,
y en radical oposición y lucha con la sociedad de los hijos de Dios, que es la
Iglesia de Jesucristo. He aquí, pues el
Liberalismo, retratado como doctrina y como práctica.
Si es pecado el liberalismo,
y qué pecado es…
El Liberalismo es pecado,
ya se le considere en el orden de las doctrinas, ya en el orden de los hechos.
EN EL ORDEN DE LAS DOCTRINAS es pecado grave contra la fe, porque el conjunto de las
doctrinas suyas es herejía, aunque no lo sea tal vez en alguna que otra de sus afirmaciones
o negaciones aisladas.
EN EL ORDEN DE LOS HECHOS es pecado contra los diversos Mandamientos de la ley de Dios y
de su Iglesia, porque de todos es infracción. Más
claro. En el orden de las doctrinas el Liberalismo es la herejía universal y radical, porque
las comprende todas: en el orden de los
hechos es la infracción radical y universal,
porque todas las autoriza y sanciona. Procedamos por parte en la
demostración. En el orden de las doctrinas
el liberalismo es herejía. Herejía es toda doctrina que niega con negación
formal y pertinaz un dogma de la fe cristiana.
El
liberalismo doctrina los niega primero todos en general y después cada uno en
particular. Los
niega todos en general, cuando afirma o
supone la independencia absoluta de la razón individual en el individuo, y de la razón
social, o criterio público, en la sociedad.
Decimos afirma o supone, porque a veces en
las consecuencias secundarias no se afirma el principio liberal, pero se le da
por supuesto y admitido.
—Niega la jurisdicción absoluta de Cristo Dios sobre los
individuos y las sociedades, y en consecuencia la jurisdicción delegada que
sobre todos y cada uno de los fieles, de cualquier condición y dignidad que
sea, recibió de Dios la Cabeza visible de la Iglesia.
—Niega la necesidad de la divina revelación, y la obligación que
tiene el hombre de admitirla, si quiere alcanzar su último fin.
—Niega el motivo
formal de la fe, esto es, la autoridad de Dios que revela, admitiendo de la
doctrina revelada sólo aquellas verdades que alcanza su corto entendimiento.
—Niega el magisterio
infalible de la Iglesia y del Papa, y en consecuencia todas las doctrinas por
ellos definidas y enseñadas. Y después de esta negación general y en global,
niega cada uno de los dogmas, parcialmente o en concreto, a medida que, según
las circunstancias, los encuentra opuestos a su criterio racionalista.
—Así niega la fe del
Bautismo cuando admite o supone la igualdad de todos los cultos;
—niega
la santidad del matrimonio cuando sienta la
doctrina del llamado matrimonio civil;
—niega
la infalibilidad del Pontífice Romano cuando rehúsa
admitir como ley sus oficiales mandatos y enseñanzas, sujetándolos a su pase o
exequatur, no como en su principio para asegurarse de la autenticidad, sino
para juzgar del contenido.
En el orden de los hechos es radical
inmoralidad. Lo es porque destruye el principio o regla eterna de Dios
imponiéndose a la humana; canoniza el absurdo principio de la moral
independiente, que es en el fondo la moral sin ley, o lo que es lo mismo, la
moral libre, o sea una moral que no es moral, pues la idea de moral además de
su condición directiva, encierra esencialmente la idea de enfrentamiento o
limitación.
Además,
el Liberalismo es toda inmoralidad, porque en su proceso histórico ha cometido y sancionado
como lícita la infracción de todos los mandamientos, desde el que manda el
culto de un solo Dios, que es el primero del Decálogo, hasta el que prescribe el
pago de los derechos temporales a la Iglesia, que es el último de los cinco de
ella.
Por donde cabe decir que el Liberalismo, en el orden de
las ideas, es el error absoluto, y en el orden de los hechos, es el absoluto
desorden. Y por ambos conceptos es pecado, ex genere
suo, gravísimo; es pecado mortal.
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