Vistas de página en total

martes, 15 de octubre de 2024

SANTA TERESA DE ÁVILA, Virgen, Reformadora de las Carmelitas (1515-1582)— 15 de octubre.

 

 

Ramo Espiritual: “Toda la ley se cumple en una sola palabra”: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Galón. 5, 14

 

Santa Teresa nació en España, de padres nobles y cristianos. Desde muy tierna edad, un hecho reveló lo que sería un día. Entre sus hermanos había uno a quien amaba más que a los demás; se reunieron para leer las Vidas de los Santos: “¡Qué! le dijo ella, ¡los mártires siempre, siempre verán a Dios! Vayamos, hermano mío, a los moros crueles, y seamos mártires también, para ir a Cielo.” Y uniendo las acciones a las palabras, se llevó a su hermano pequeño Rodrigue; Habían recorrido media legua cuando los llevaron de vuelta a casa de su padre.

 


Desde entonces tuvo una gran devoción a la Santísima Virgen. Todos los días rezaba el Rosario. Habiendo perdido a su madre, a la edad de doce años se arrojó llorando a los pies de una estatua de María y le suplicó que la aceptara como hija, prometiendo considerarla siempre como su Madre.

 

Sin embargo, su fervor se detuvo por un momento. Las vanas lecturas, la compañía de un joven pariente mundano, enfriaron su alma sin que el pecado mortal la mancillara jamás. Pero esta relajación fue breve y, una brillante luz divina inundó su alma, resolvió dejar el mundo. Sintió un gran desconsuelo; pero Dios, para animarla, le mostró un día el lugar que habría ocupado en el infierno si se hubiera unido al mundo.

 


Dios, queriendo hacer de Teresa quizás el tipo más consumado de unión de un alma con su Esposo celestial, pasó veinte años purificándola a través de toda clase de pruebas terribles: enfermedades, sequías espirituales, incapacidades en la vida y la oración. Jesucristo, que no quería en ella la más mínima mancha, no la dejó descansar, y le exigió el sacrificio incluso de ciertas amistades muy inocentes. “De ahora en adelante”, le dijo al final de este período de expiación, “¡ya no quiero que converses con los hombres!” Al oír estas palabras, de repente se sintió establecida en Dios de tal manera que ya no tenía otra voluntad, ningún otro gusto, ningún otro amor que los de Dios mismo y ya no amaba a ninguna criatura excepto a Dios, como Dios y según Dios.

 


Se convirtió en la reformadora de la Orden del Carmelo y trabajó tanto por la salvación de las almas que, según una revelación, convirtió más almas en el retiro de su convento que San Francisco Javier en sus misiones.

 


Un día vino un serafín para traspasarla con el dardo de fuego del amor divino: Jesús la tomó por esposa. Sus revelaciones, sus escritos, sus milagros, sus obras, sus virtudes, todo está a la misma altura sublime.

 

Abad L. Jaud, Vida de los santos para todos los días del año, Tours, Mame, 1950.


No hay comentarios:

Publicar un comentario