Jardín
del Sagrado Corazón de Jesús. Breve Mes en su honor POR Gabino Chávez, Pbro.
México año 1901.
“Entra en
este jardín delicioso para reanimar tu alma enferma” — (El Señor a la Santa
Margarita María Alacoque)
Acto de Contrición.
Adorable Salvador mío, lleno
de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros
perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy
indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia
recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi
infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es
digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando
dice: “Venid a mí todos” ¿Conque aún
es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! ¡a Vos me
acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo!
Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los
favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid
en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os
ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y
la gracia de vuestro amor. Amén.
Oración
preparatoria para todos los días.
Amabilísimo
Jesús mío, que con tanto amor
convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado
Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de
incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas
le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar,
aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias,
en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden,
yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la
humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas
todas mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de
delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas
del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores
que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.
DÍA QUINCE (15 de junio).
El Corazón de Jesús, Nido
de amor.
1- ¿Quién podrá fiarse del que no
tiene un nido, sino que pernocta donde se le oscurece, y anda vagabundo de
tierra en tierra? pregunta
Salomón; (Eccl. XXXVI. 28)
y en otro pasaje dice: “el que cambia su lugar es como el ave que transmigra de su
nido.” (Prov. XXVII. 8.)
Y así, el alma necesita como las aves, de un nido donde morar, donde descansar,
donde guarecerse y defenderse, para no andar vagueando de lugar en lugar, de
criatura en criatura, o como si dijéramos, de miseria en miseria; y este lugar de descanso, esta morada, este nido, no puede
ser otro que el Señor que nos abriga, nos protege y nos recrea. Y así
como el ave en las tempestades huye y se acoge a su nido para libertarse de sus
furores, y no verse arrebatada por los vientos, así el
alma en las tentaciones y en las penas de la vida se acoge al Señor, y bajo su
protección se esconde y se coloca para librarse de la tormenta.
2. Mas, así como el nido suele
encontrarse en lo más interno y secreto del árbol, así
podemos decir muy; bien que el nido del alma es el sacratísimo Corazón de
Jesús, escondido dentro de su pecho, pero al cual penetra el ave a esconderse
por el claro y abertura del herido costado. “Encontró el pájaro una
guarida y la tórtola un nido donde poner sus polluelos.” (Salm. LXXXIII.
4). El alma que gime por el dolor de sus pecados, y por la ausencia del Señor, es la tórtola, que nunca hace oír mejor
su voz que cuando mora en su nido
caliente y suave del Corazón de
Jesucristo, y allí fomenta y nutre sus
deseos, y allí guarda sus aspiraciones hasta que crezcan y sepan volar a las
alturas. ¡Qué
dulce es esta meditación, y cómo
inspira amor, y confianza y
agradecimiento! En
el nido
precioso de ese divino Corazón quiero
dormir, y llorar, y morar toda mi vida, y como el Santo Job de su casa decía, así digo yo de esta mía, “que en mi nidito quiero morir para multiplicar mis días
como la palma,” pues si ella vive mil años, yo viviré para siempre en la patria celestial.
Práctica. Gemir
como tórtola ante el Santísimo Sacramento, por nuestros pecados é ingratitudes.
Oración.
Mi corazón halló un nido
donde poner sus polluelos, dice
el Salmo; y ese nido dulce, abrigado, seguro, caliente, firme y resguardado,
es, Señor, vuestro amorosísimo Corazón. Allí ponemos nuestros deseos para que
salgan a luz y se conviertan en obras de vuestro servicio; allí nos escondemos
de los buitres del infierno; allí nos guarecemos de las tempestades del alma;
allí nos libertamos de los tiros del mundo; allí nos calentamos al calor de
vuestras llamas. Y ese nido está en vuestros altares; ¡oh Dios de las virtudes! Como añade el Salmista; ese nido
sois Vos, ¡Rey mío y Dios mío! Que yo os ame; que os busque; que en Vos me esconda; ¡que en Vos viva y que en Vos muera dulcemente! Amén.
Corazón de
mi Jesús, ya
he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos
gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades
maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel
que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he
saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón
divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya
entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde
fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable
Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y
allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre
agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como
el santo Job pueda allí exclamar: “En mi
nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días,” (Job. XXIX ,
18) siendo
trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.
—Un Credo
al Sagrado Corazón.
Jaculatoria
℣.
Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.
℟.
En tí viva, y en tí muera, y te goce eternamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario