Vistas de página en total

sábado, 14 de agosto de 2021

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN. —15 DE AGOSTO.


 


Tu gloria Jerusalem,

tu laetitia Israel,

tu honorificencia populi nostri.

 

 

   La Iglesia alaba a la Santísima Virgen, en el día de su Asunción a los cielos, usando las palabras del libro de Judit, con las que termina la epístola de la Misa:

«Tú eres la gloria de Jerusalén, Tú la alegría de Israel, Tú eres la honra de nuestro pueblo» (15 10).

   Y nosotros nos unimos a su alabanza: Ciertamente Tú eres la gloria de la Jerusalén celestial, Tú eres la alegría de la Iglesia militante, Tú eres la honra de todo el género humano.

 

   Hoy la Paloma blanquísima despliega sus alas movidas por el divino Amor, y dejando el Arca de la Iglesia militante, que flota insumergible sobre las aguas de este mundo, sube como mensajera de Paz con el ramo de olivos, surcando los aires, atravesando las nubes, purificando todo a su paso, más allá del cielo empíreo del sol y de la luna, cruzando el cielo sidéreo de las estrellas, pasando el  mismo cielo espiritual en medio de las aclamaciones de los Coros angélicos, hasta penetrar en el mismísimo Cielo divino de la Santísima Trinidad.

 

 

Los Cielos proclaman que la Santísima Virgen es la gloria de Dios: «Bendita eres tú, Hija predilecta del Altísimo, por sobre todas las mujeres de la tierra».

 

Y los fieles cristianos, como nuevos Bautistas, saltan de gozo en el seno de la Iglesia: «Tú, Madre bendita, eres la causa de nuestra alegría».

 

Y todo el género humano, en su humilde reino de lo corporal, se ve elevado junto con Ella y confiesa: «Tú, Hermana nuestra, eres la honra de nuestra pobreza».

 

 


 

1º Tú eres la gloria de Jerusalén.

 

 

   Porque la Virgen Santísima es verdaderamente la Gloria de Dios, y la gloria de toda la Iglesia triunfante.

 

   Ella es la Gloria de Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra, porque siendo una pura creatura, mostró qué cumbres de gloria y perfección podía alcanzar lo espiritual en su alma y lo corporal en su cuerpo, glorificando así la grandeza de la divina omnipotencia.

 

   Ella es la Gloria de Dios Hijo, Redentor del género humano, porque siendo Inmaculada desde su concepción purísima hasta su asunción gloriosísima, demostró la eficacia de la Redención, glorificando así al Redentor.

 

   Ella es la Gloria de Dios Espíritu Santo, Santificador de los corazones, porque Ella hizo de su Inmaculado Corazón un receptáculo casi infinito en el que se manifiestan los desbordes del divino Amor.

 

   Y así como Ella se hizo digna habitación de Dios, hospedando al Verbo hecho carne en su seno purísimo; así era debido que la Trinidad Santísima la recibiera hoy a Ella en lo más íntimo de su Seno divino en cuerpo y alma por toda la eternidad.

 

   Por eso hoy los Cielos cantan la gloria de Dios. Cuando Ella pasa por los Coros de los Ángeles y Arcángeles, mensajeros de lo divino, saludan en Ella a la Paloma mensajera que vuelve trayendo a los cielos la Buena Nueva de la Redención. Los Tronos y las Dominaciones saludan en Ella a la que se hizo Ancilla Domini, Esclava del Señor, y Trono de Dios en su vientre purísimo y en su Inmaculado Corazón, mereciendo ser coronada Reina en el mismo Trono de Dios, y ser instituida Domina, Señora de toda la Creación. Los Querubines, sumidos en la contemplación, son todavía más elevados por la mirada de sus Ojos purísimos, y los Serafines, que arden de amor, son todavía más encendidos al paso de la Zarza Ardentísima.

 

   Así como la Santísima Virgen es la gloria de Dios, es también la gloria de los Santos.

 

   Ella es la gloria de Eva, porque la caída de la madre fue reparada por la Hija prometida.

   Ella es la gloria de Noé, como Arco Iris resplandeciente entre nubes de gloria.

   Ella es la gloria de Abraham, pues fue la Hija fidelísima que le dio la descendencia prometida.

   Ella es la gloria de Sara, madre del primogénito ofrecido como víctima; de Rebeca, que le alcanza a sus hijos la bendición; de Raquel, la esposa amada; de María, la hermana y compañera de Moisés; de Judit, la que expuso su vida por su pueblo; de Ester, que alcanzó misericordia; de Ana, madre del gran profeta Samuel.

   Ella es la gloria de San José, el gozo de San Juan Bautista, la corona de San Esteban, el consuelo de Santiago el Mayor.

   Ella, Jardín cerrado de Nuestro Señor, se abre en el Cielo como un nuevo Paraíso para todos los Santos.

 

 


 

2º Tú eres la alegría de Israel.

 

 

   Si la Asunción de la Virgen santísima es gloria de la Iglesia triunfante, es todavía más la alegría de la Iglesia militante: Causa nostrae laetitiae, Causa de nuestra alegría.

 

   En primer lugar, porque por su Asunción Ella quita todas las causas de nuestra tristeza y temor. Nuestros terribles enemigos son el demonio, el mundo y la carne, pero por la Asunción, la Santísima Virgen vence al demonio, conquista al mundo y domina la carne.

 

   Porque la Virgen se quedó en la tierra todo el tiempo necesario para alcanzarle a la Iglesia la sabiduría y la gracia para vencer al demonio hasta la segunda venida de su Hijo. Nos había sido prometido que la Mujer por excelencia aplastaría la cabeza de la Serpiente, y lo último que hace el talón de la Virgen al despegarse de esta tierra en su vuelo al cielo, es terminar de aplastar la cabeza de Satanás. La simplicidad de la Paloma vence definitivamente la astucia de la Serpiente, las puertas de la Iglesia son consolidadas y las del Infierno desencajadas.

 

   La Asunción conquista al mundo, que por más que lo intente, nunca va a poder callar las bocas que la proclaman bendita entre todas las mujeres, y por más que emplee el poder cada vez mayor de sus medios de difusión y propaganda, nunca va a poder igualar la alabanza que todas las generaciones le rinden y rendirán a Nuestra Señora.

 

   Y la Asunción domina la carne, porque la purísima carne de la Virgen de las vírgenes, al merecer ser glorificada aún antes de la resurrección general, se hace principio de pureza capaz de vencer la fuerza de cualquier tentación.

 

   Pero la Asunción no sólo quita las causas de la tristeza, sino que es la causa misma de nuestra alegría.

 

   Es causa de la alegría de los sacerdotes, porque ya no están solos en la ardua tarea del apostolado, sino que tienen una compañera dulcísima y eficacísima.

   Es causa de la alegría de los Mártires, de los Confesores y de las Vírgenes, porque en Ella tienen una Torre de fortaleza, el Arca de la fidelidad y la Fuente de la pureza.

 

   Ella es la alegría de todos, porque por su Asunción se hizo refugio Misericordiosísimo de los pecadores, consuelo dulcísimo de los afligidos, auxilio poderosísimo de todos los cristianos.

 

   ¿Y qué podríamos decir del consuelo, de la alegría, que inundó en este día las sombrías cárceles del Purgatorio? Una nueva Puerta se abrió para la Iglesia purgante en este día bendito.

 

 


 

3º Tú eres la honra de todo el género humano.



   Y Ella es por su Asunción el honor, la honra de todo el género humano y del humildísimo reino de todo lo corporal.

   Porque es tan pobre y miserable la condición de la materia corporal, tan aparentemente contraria a la pureza de las cosas espirituales, que el hombre, espíritu enclaustrado en la carne, se ve tentado de sentirse despreciado de Dios. Pero esto es imposible para el que cree en el dogma de la Asunción corporal de la Virgen. No sólo el alma, sino el mismo cuerpo –cuerpo purísimo, pero cuerpo al fin– es glorificado hoy.

 

   Cuatro son los elementos del universo corpóreo: la tierra, el agua, el aire y el fuego; y los cuatro han sido elevados a los cielos en Nuestra Señora. La tierra es honrada en la Asunción de María, Tierra prometida en la que fue plantada la semilla del Verbo de Dios; el agua en Aquella que es Océano serenísimo de todas las gracias y proveedora de toda la sal que sala a los sacerdotes de Cristo; el aire es honrado en Aquella que es la Brisa de Elías que nos trajo la presencia de Dios; el fuego en las llamas de su Inmaculado Corazón.

   Los minerales son honrados en la Perla preciosa; los vegetales en la Rosa mística; los animales en la Paloma pacífica; las nubes en la que hizo caer el Rocío divino; la luna porque se hizo espejo de su belleza; el sol, que se hizo manto de la Mujer que hoy se constituye como gran signo en los cielos; la aurora y el lucero de la mañana, las estrellas, toda la creación material canta la gloria de Dios cantando la belleza de María.

 

 



 

Conclusión.

 

 

   ¡Qué difícil era para nosotros, pobres creaturas pecadoras, levantarnos del pecado y elevar nuestros corazones a Dios! ¡Pero qué fácil lo ha hecho para nosotros el misterio de la Asunción! ¡La Santísima Virgen es tan cercana a nosotros, como una madre lo es para sus hijos, y tan amable! ¡Qué fácil nos es amarla, aunque sea un poco! Y por poco que la amemos, en el vuelo de la Asunción Ella arrastra consigo nuestros corazones a Dios.

 

 

 

El arca santa y animada del Dios viviente,

que concibió en su seno a su Criador,

descansa hoy en el templo del Señor.

Los Ángeles le cantan himnos,

Celébranla los Arcángeles, glorifícanla las Virtudes,

estremécense de júbilo los Principados,

gózanse las Potestades, alégranse las Dominaciones,

festéjanla los Tronos y ensánzanla los Serafines.

Hoy es recibido en la celestial Edén

el paraíso animado del nuevo Adán,

en el cual fue revocada nuestra condenación,

plantado el árbol de la vida

y cubierta nuestra desnudez.

 

 

 

HOJITAS DE FE

Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora.


No hay comentarios:

Publicar un comentario