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sábado, 2 de febrero de 2019

LA PURIFICACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. —2de febrero.




FIESTA DE LA CANDELARIA.

Esta fiesta se nos presenta como el puente entre el misterio de Navidad y el de Pascua: María tiene todavía al Niño en sus brazos, pero lo lleva al templo para ofrecerlo. A los cuarenta días del nacimiento de Jesús, María se dirigió a Jerusalén para ofrecer el sacrificio prescrito por la ley mosaica.

Es una fiesta del Señor y, a su vez, una fiesta de María, una de las fiestas marianas de mayor antigüedad en la liturgia, que completa el contenido simbólico del tiempo de Navidad

Con las alegrías de Nochebuena, “la luz brilló en las tinieblas”; con el esplendor de Epifanía, “la luz envolvió a Jerusalén”, es decir a la Iglesia; con la liturgia de hoy, en la procesión que recuerda el viaje de María a Jerusalén, la luz arde ya en nuestras manos y, como cantamos en el Introito, “hemos recibido tu misericordia, en medio de tu templo”, pues el cirio que recibimos de manos del sacerdote es un símbolo de Cristo, “luz para iluminar a las gentes”, como decimos con palabras del viejo Simeón.

“La cera —dice San Anselmo— significa la carne virginal del Divino Infante; el pabilo, su alma; la llama su divinidad”.

La purificación a la cual se sometió la Santísima Virgen por un acto de sublime humildad, sin estar obligada, pasa en el oficio y en la Misa a segundo plano. Lo que todo celebramos en este día es la Presentación del Niño Jesús en el Templo.


MISAL DIARIO
Católico Apostólico Romano—1962.

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