En el plan de Dios, el
centro del universo no es el hombre, sino Jesucristo, el Verbo Encarnado. Dios
ha creado todas las cosas para Cristo. Por Nuestro Señor Jesucristo, en quien
el Padre tiene “toda
su complacencia” y por María, su Madre, “llena de gracia,” Dios decidió crear al hombre y al universo.
A este Hijo, en quien el Padre se complace, le habrían de ser dados unos
amigos, y por eso fue creado el Hombre. (La
raza humana representa a “los amigos del Novio”
mencionados por Nuestro Señor en el Evangelio). Y a este Hijo tan amado, su
Padre celestial le dio una casa y un jardín, y por eso fue creado el universo.
El Hombre, creado para Cristo, fue amado por Él. Por tanto somos como “un regalo de bodas” de Dios Padre a Jesucristo,
el novio.
En
Él, por Él y para Él, somos agradables al Padre celestial. Sin Él, no somos
nada. Esto último es muy importante para entender un
poco qué es la Misa. Nuestros sacrificios tendrán
valor solamente si están unidos al sacrificio de Cristo. Ya que hemos salido
del corazón de Dios solamente para complacer a Jesús, entonces somos todos
hermanos. La creación misma es nuestra familia. ¿Qué
somos acaso el universo y yo, sino una delicada atención del Padre para con su
Divino Hijo?
La creación, llevada a la existencia por el amante poder de Dios,
siempre guardará algo de infinito hacia Él, hasta el tiempo en el cual retorne
a la fuente de su perfección; allí recibirá de esa misma fuente su perfección
final y su beatitud. He aquí el plan de la creación, que se nos aparece como
una imagen y una prolongación de la fecundidad de la Santísima Trinidad. El
orden cronológico de este plan es el siguiente:
(1) Creación
del cielo;
(2) Creación
de la tierra;
(3) Creación
de los minerales, de la vegetación y de los animales;
(4) Creación
del hombre.
Y por más que el hombre pueda ser el rey de esa creación que lo ha
precedido en existencia, con todo, no es el fin mismo de la creación.
El hombre—simple eslabón de una cadena que debe
terminar en Dios—debe caminar por la senda de la
Santísima Virgen María. ¡Ella es la joya más
amada por Dios, en la cual se formó quien debía contener a todas las cosas,
Jesucristo! Cristo es el centro del universo. Precede a todas las
creaturas: “ÉL
ES ANTES DE TODAS LAS COSAS” (Col. 1,17). “EL PRIMOGÉNITO DE TODA
CREACIÓN” (Col. 1,15). “EN PRINCIPIO ERA EL VERBO…”
(Jn. 1,1).
“TODAS
LAS COSA FUERON CREADAS POR MEDIO DE ÉL Y PARA ÉL” (Col. 1,16-17).
TODA
LAS COSAS SON POR ÉL. “Sin Él nada se hizo de lo que ha sido hecho” (Jn. 1,3). “Sustentando todas las cosas con la palabra de su
poder” (Heb. 1,3).
TODAS
LAS COSAS ESTAN EN ÉL. “Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual ya en los
cielos, pues desde antes de la fundación del mundo nos escogió en Cristo” (Ef. 1,3-4).
TODAS LAS
COSAS SON DE ÉL. “En
su Hijo, a quien ha constituido heredero de todo”
(Heb. 1,2). “Yo
soy el Alfa y el Omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Apoc. 22,13).
“MISAL DIARIO”
Católico Apostólico Romano-1962.
Este texto es formidable como introducción y catequesis de la Santa Misa. Saben si está en pdf o puede conseguirse así?
ResponderEliminarEsta escrito de esta forma en el Misal Diario, Católico Apostólico Romano de 1962. La FSSPX la vende y nosotros la usamos para las Misa.
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