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viernes, 18 de febrero de 2022

MEDITACIONES: Sobre las diversiones del carnaval.






PUNTO PRIMERO.


   Considera que nada hay más opuesto al espíritu del cristianismo que lo que se llaman diversiones del carnaval; no solo porque es un resto del paganismo, sino también porque nada hay más contrario al espíritu de Jesucristo, a las máximas del Evangelio, a la moral cristiana, y al ejemplo de los santos. Ya se considere su origen, y el fin de esta escandalosa licencia de costumbres; ya se reflexione sobre los perniciosos efectos de estos desarreglos, y sus consecuencias, nada se encontrará que no deba irritar a un espíritu cristiano, nada que no deba alarmar la conciencia. El mes de enero era profanado por los paganos con regocijos impíos, y con un libertinaje de los más disolutos en honor de Baco, dios de la borrachera. He aquí el origen de estas fiestas escandalosas del carnaval. No Habiendo podido el demonio impedir la destrucción del paganismo, ha tratado de hacerle sobrevivir en las abominables costumbres de los paganos. Los cristianos de estos últimos tiempos, condenando y aborreciendo la idolatría que choca al espíritu y a la razón, se han familiarizado poco a poco con aquellos usos que más lisonjean los sentidos. Contentos con mirar con horror el dogma extravagante de los paganos, han adoptado una parte de su moral; y he aquí el principio de esa licencia de costumbres, de esas comidas sensuales, de esos bailes que son el oprobio de la Religión; de esas diversiones de carnaval, origen funesto de la pérdida de tantas almas. ¿Y se pregunta qué mal hay en presentarse en estas partidas de placer, en estas fiestas de carnaval? ¿no debería más bien preguntarse si es posible tomar alguna parte en estas fiestas irreligiosas de carnaval, sin encender la cólera de Dios sobre vosotros, y sobre toda vuestra familia? ¡Qué monstruosa contradicción de creencia y de conducta! Creer todo lo que nuestra Religión nos propone para creer en orden a aquellas terribles verdades que han formado tantos penitentes y tantos mártires; en orden a aquellos peligros de perder la inocencia en el mundo, que han poblado los claustros y los desiertos; en orden a la necesidad indispensable y universal de mortificarse continuamente, de macerar la carne, de hacer penitencia para salvarse; en orden, en fin, al alejamiento de las ocasiones de pecar , y al carácter de la vida cristiana: ¿ creer todo esto, y gustar de las diversiones del carnaval, y tomar parte en estas diversiones? ¿conocéis bien la irregularidad, la impiedad, la extravagancia de una conducta tan lamentable?

 



 

PUNTO SEGUNDO.

 

   Considera la indignidad extravagante de los motivos, todos los mas irreligiosos, los más frívolos, que sirven de pretextos para el uso escandaloso de las diversiones del carnaval. El  ayuno y la penitencia que debe hacerse en el tiempo de Cuaresma es uno de los principales pretextos para estas licenciosas diversiones. Se debe guardar una abstinencia rigorosa, se debe ayunar por espacio de cuarenta días; es preciso, pues, otros cuarenta días antes, indemnizarse con adelanto de esta rigorosa abstinencia: es preciso hacer penitencia de sus pecados durante el santo tiempo de Cuaresma; pues también lo es el permitirse toda suerte de excesos, exponer la inocencia a todos los peligros, manchar su alma con mil pecados, conceder a sus sentidos todo género de libertades, abrazar todos los placeres crimínales, antes de hacer esta penitencia. Se debe hacer una vida cristiana durante la Cuaresma, preciso es prevenir este tiempo de regularidad por una vida toda pagana; será necesario guardar los mandamientos de Dios por todo este santo tiempo, también lo será el violarlos en las seis semanas que le preceden; habrán de humillarse nuestras cabezas bajo de la ceniza el primer día de Cuaresma, hágase, pues, ostentación de un lujo fastuoso durante el carnaval; se deberá, en fin, asistir al sermón en este tiempo de penitencia, saciémonos, pues, con los bailes y con espectáculos antes de los días del arrepentimiento. Dios pide un culto particular durante la Cuaresma, preciso es darle al demonio, durante el carnaval, el que él exigía en otro tiempo de los paganos. Y he aquí las razones en que se pretende apoyar la licencia que se toma en estos días de disoluciones; he aquí con lo que se trata de autorizar un uso, que la menor noción del Evangelio, la más ligera tintura de la religión proscribe, reprueba y condena. ¡Qué error, qué extraña ceguera la de los cristianos de nuestros días, el no ver la indignidad, la irreligión, la impiedad de una conducta tan escandalosa! ¿Y nos quejamos, después de esto, de los azotes continuos con que Dios castiga a pueblo? ¿Extrañamos ver que la fe se entibia todos los días? ¿Clamamos contra el pequeño número de los elegidos? Después de esto ¿se cuenta con algunos ademanes de religión que no son delante de Dios más que una visible mojiganga? Y lo que debe todavía excitar mas la indignación es que aquellos que más se entregan a estos desarreglos, a estas disoluciones a estos excesos bajo el miserable pretexto del ayuno y de la abstinencia de Cuaresma, son los que no le guardan.

 



 

   ¡Ah Señor! ¡Cual es nuestra ceguera! ¿Pudo darse jamás una locura más grande, ni más criminal? Ilustrad, Señor, este entendimiento embrutecido por los sentidos; tocad este corazón para hacerle volver de su extravío; dadme vuestra gracia, Dios de misericordia, porque estoy resuelto a reparar con mi conducta verdaderamente cristiana, los días que he pasado hasta aquí como pagano.

 

 


 

JACULATORIAS.

 

   Apartad, Señor, mis ojos de todos los ejemplos peligrosos, y haced que marche con valor por vuestros santos caminos. (Salmo. 118.)

 

 

   Afirmad, Señor, vuestra ley en el corazón de vuestro siervo, manteniendo en él el temor de desagradaros. (Salmo. 118.)

 

 

PROPOSITOS.

 

 

1— Si el deseo de nuestra salvación, si el celo de la religión, si la obligación de dar buen ejemplo nos interesa, tengamos presente que en ningún tiempo como en este deben darse a conocer. Privaos, pues, absolutamente de todas las diversiones profanas; es una práctica de piedad muy agradable a Dios, y muy sobremanera útil, el estar más retirado, más devoto, más mortificado en este tiempo, que en cualquiera otro del año. No solo no toméis parte en estas diversiones del carnaval, sino también privaos durante estos días hasta de las más lícitas; vosotros experimentaréis bien pronto cuanto agrada a Dios esta práctica. Aumentad, durante el carnaval, vuestros ejercicios de piedad: haced un poco más de oración, aunque no sea más que un cuarto de hora. Rezad el oficio parvo de la Santísima Virgen, y no dejéis de visitar todas las tardes a Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Confesad y comulgad con más frecuencia que lo ordinario.

 



2 —No os contentéis con observar una conducta del todo contraria al espíritu del mundo; inspirad los mismos sentimientos a vuestros hijos, y a todos los que están a vuestro cargo. Inclinadles a que se priven de todo lo que se llama diversiones de carnaval, sobre todo de los bailes y de los espectáculos profanos. Las diversiones domésticas pueden permitirse con tal que sean cristianas. Es una industria santa el compensar así a vuestros hijos. por estos pequeños festines entre la familia. Pero lo que es de un gran mérito delante de Dios, es si dais a los pobres lo que hubierais expendido en vuestros placeres, si hubieseis seguido el torrente. ¡Cuántas familias honestas carecen de lo necesario, al paso que se prodiga en banquetes espléndidos lo que bastaría para mantener a muchos! Usad, pues, de esta santa industria.

 

 

“AÑO CRISTIANO”

Por el PADRE JUAN CROISSET.


lunes, 20 de diciembre de 2021

EL TIEMPO DE NAVIDAD.


 


CAPÍTULO I

HISTORIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

 

 

   Damos el nombre de Tiempo de Navidad al período de cuarenta días que va desde la Natividad de nuestro Señor, el 25 de Diciembre, hasta la Purificación de la Santísima Virgen, el 2 de febrero. Este período forma, en el Año litúrgico, un conjunto especial, como el Adviento, la Cuaresma, el Tiempo Pascual, etc.; por todo este tiempo campea la idea del mismo misterio, de suerte, que ni las fiestas de los Santos que ocurren durante esta temporada, ni la llegada bastante frecuente de la Septuagésima con sus tonos sombríos, son capaces de distraer a la Iglesia del inmenso gozo que la anunciaron los Ángeles en esa noche radiante, durante tanto tiempo esperada por el género humano, y cuya conmemoración litúrgica ha sido precedida de las cuatro semanas que forman el Adviento.

 

   La costumbre de celebrar con cuarenta días festivos o de especial memoria la solemnidad del Nacimiento del Salvador, se halla enraizada en el mismo santo Evangelio, el cual nos dice que la virginal María, pasados cuarenta días en la contemplación del suavísimo fruto de su gloriosa maternidad, se dirigió al templo para cumplir, con perfectísima humildad, todo lo que la ley ordenaba a las mujeres de Israel después de haber sido madres.

 

   Por consiguiente, la conmemoración de la Purificación de María está íntimamente unida a la del Nacimiento del Salvador; y la costumbre de celebrar esta santa y festiva cuarentena parece ser de una remota antigüedad en la Iglesia. En primer lugar, por lo que se refiere a la celebración de la Natividad del Salvador en el 25 de diciembre, San Juan Crisóstomo, en su Homilía sobre esta fiesta, opina que los Occidentales la habían celebrado en esa fecha desde el principio. Incluso se detiene a justificar esta tradición, haciendo notar que la Iglesia romana había tenido todos los medios de conocer el día verdadero del nacimiento del Salvador, ya que las actas del censo ordenado por Augusto de Judea se conservaban en los archivos públicos de Roma. El santo Doctor propone un segundo argumento, sacado del Evangelio de San Lucas, haciendo notar que, según el sagrado escritor, debió ser en el ayuno del mes de setiembre, cuando el sacerdote Zacarías tuvo en el templo la visión a raíz de la cual su esposa Isabel concibió a San Juan Bautista: de donde se sigue que, habiendo la Santísima Virgen, según el relato de San Lucas, recibido la visita del Arcángel Gabriel, y concebido al Salvador del mundo en el sexto mes después del embarazo de Isabel, o sea, en Marzo, debía dar a luz en el mes de diciembre. (El documento más antiguo que nos permite afirmar que la fiesta de Navidad era celebrada desde el año 336 en el dia 25 de diciembre, es el calendarlo filocaliano compuesto en 354. Efectivamente, fué poco después del concilio de Nicea (325) cuando la Iglesia romana instituyó una fiesta en conmemoración del Nacimiento del Salvador. Aunque los historiadores modernos están de acuerdo en decir que las fechas del 25 de diciembre y del 6 de enero no se apoyan en una tradición histórica, es muy legítimo creer que la Iglesia las ha escogido por algún motivo serlo)

 

   No obstante, eso, las Iglesias orientales no comenzaron a celebrar la Natividad de Nuestro Señor en el mes de diciembre hasta el siglo cuarto. Hasta entonces la habían celebrado, bien el 6 de enero, mezclándola bajo el nombre genérico de Epifanía con la Manifestación del Salvador a los Gentiles; bien el 25 del mes Pachón (15 de mayo) o el 25 del mes Pharmuth (20 de abril), si hemos de creer a Clemente de Alejandría. San Juan Crisóstomo afirma, en la Homilía que acabamos de citar y que pronunció en 386, que la costumbre de celebrar con la Iglesia romana el Nacimiento del Salvador el 25 de diciembre, databa solamente de diez años atrás en la Iglesia de Antioquía. Parece que este cambio fué ordenado por la autoridad de la Santa Sede, a la que vino a añadirse al final del siglo cuarto un edicto de los emperadores Teodosio y Valentiniano, prescribiendo la separación de las dos fiestas de la Natividad y de la Epifanía. La práctica de celebrar el 6 de enero este doble misterio solamente se ha conservado en la Iglesia cismática de Armenia; sin duda porque este país era independiente de la autoridad imperial y además el cisma y la herejía le sustrajeron a la influencia de Roma (Tampoco Jerusalén conoció más fiesta que la del 6 de enero hasta fines del siglo IV).

 




   La fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen, que cierra el ciclo de Navidad, es una de las cuatro fiestas de María más antiguas: es posible que, por tener su origen en el mismo relato evangélico, fuese ya celebrada en los primeros siglos del Cristianismo. De todos modos, en la Iglesia oriental, no la vemos establecida definitivamente el 2 de febrero hasta el siglo sexto, bajo el emperador Justiniano (Los últimos trabajos de los Liturgistas han demostrado que esta fiesta comenzó a celebrarse en Jerusalén, no el 2 de febrero, como lo fué más tarde en Roma, sino el 14 de febrero, cuarenta días después de la fiesta de Navidad que los Orientales celebraban el 6 de enero. La Peregrinatio Sylviae (hacia el año 400) hace notar que esta fiesta era celebrada en 380 en Belén y Jerusalén, en la basílica de la Anástasis, y con la misma solemnidad que la de Pascua. La Crónica de Teófanes nos dice que fué Introducida en Constantinopla entre 534 y 542 y celebrada el 2 de febrero. De allí pasó a Roma. El Líber Pontificalis señala que Sergio (687-701) Instituyó una letanía para las cuatro fiestas de Nuestra Señora (Purificación, Dormición, Natividad y Anunciación), de donde se deduce que ya existían, sin que se pueda saber desde cuándo)

 

   Si pasamos ahora a examinar el carácter del Tiempo de Navidad en la Liturgia latina, tenemos que reconocer que es un tiempo dedicado de una manera especial al júbilo que procura a la Iglesia la venida del Verbo divino en carne, y consagrado particularmente a felicitar a la Santísima Virgen por la gloria de su maternidad.

 

   Esta doble idea de un Dios niño y de una Madre virgen se halla expresada de un modo continuo en las oraciones y ritos litúrgicos.

 

   Así, por ejemplo, los Domingos y todas las tiestas que no son de rito doble durante todo el curso de esta festiva cuarentena, la Iglesia hace memoria de la fecunda virginidad de la Madre de Dios, por medio de tres Oraciones especiales que dice en la celebración del santo Sacrificio. Estos mismos días, en los Oficios de Laudes y Vísperas, solicita el sufragio de María, poniendo de relieve su calidad de Madre de Dios y la inviolable pureza que permaneció en ella, aún después de su alumbramiento. Finalmente, hasta el mismo día de la Purificación continúa con la costumbre de terminar todos sus Oficios con la solemne antífona del monje Hernán Contracto, en loor de la Madre del Redentor.

 

   Tales son las demostraciones de amor y veneración con las que la Iglesia, honrando al Hijo en la Madre, exterioriza su religiosa alegría durante este período del Año litúrgico que conocemos con el nombre de Tiempo de Navidad.

 

   Ya saben todos que el Calendario eclesiástico llega a contar seis semanas después de Epifanía, para los años en que la fiesta de Pascua se retrasa hasta el mes de abril. La cuarentena de Navidad a la Purificación cuenta a veces con cuatro de estos domingos. Otras veces solamente dos, y algunas uno sólo, cuando en ciertos años se anticipa de tal modo la Pascua, que obliga a celebrar en enero el domingo de Septuagésima, y aun el de Sexagésima. A pesar de todo, y como hemos dicho, nada se cambia en los ritos de esta alegre cuarentena, fuera del color morado y la omisión del Himno angélico en los domingos que preceden a la Cuaresma.

 

   Aunque la Santa Iglesia venera con particular devoción, durante todo el curso del Tiempo de Navidad, el misterio de la Infancia del Salvador, el curso del Calendario, que aun en los años en que la fiesta de Pascua viene más atrasada, ofrece menos de seis meses para la celebración de toda la obra redentora, o sea desde Navidad a Pentecostés obliga a la Iglesia a anticipar en las lecturas del Evangelio, acontecimientos de la vida pública de Cristo; pero la Iglesia continúa recordándonos los encantos del divino Infante y la gloria única de su Madre, hasta el día en que vaya a presentarse en el Templo.

 

   Los Griegos hacen también frecuentes Memorias de la maternidad de María en sus Oficios de todo este tiempo; pero sobre todo guardan una veneración particular a los doce días que trascurren entre la fiesta de Navidad y la de Epifanía, período designado en su Liturgia con el nombre de Dodecameron. Durante este tiempo no observan ninguna abstinencia de carnes; incluso los Emperadores de Oriente habian establecido que, por respeto a tan excelso misterio, estuviesen prohibidos los trabajos serviles y aun el ejercicio de los Tribunales hasta después del día 6 de enero.

 

   Estas son las características históricas y los hechos positivos que contribuyen a crear el distintivo de esta segunda parte del Año litúrgico que conocemos con el nombre de Tiempo de Navidad. El capítulo siguiente tratará de desarrollar las ideas místicas de la Iglesia en este período tan querido a la piedad de sus hijos.

 


“Año Litúrgico”

Dom Prospero Gueranger


martes, 23 de noviembre de 2021

¿QUÉ ES LA FAMILIA? ¿QUIÉN LA INSTITUYÓ?


 

   La familia, como su mismo nombre lo indica, quiere decir “servidumbre” —de la palabra latina “fanmlus” o sea sirviente—. Es, en sí misma, una agrupación de personas unidas por lazos consanguíneos o de afecto y ligadas por derechos y deberes para el servicio mutuo En su acepción más sencilla es la sociedad formada por una mujer y un hombre unidos en matrimonio y sus hijos. En una concepción más amplia incluye a otros parientes e incluso a personas sin parentesco alguno, pero que viven bajo un mismo techo y actúan bajo las órdenes de un jefe de familia.

 

   De estas definiciones podemos deducir “la grandeza de la familia”. A primera vista, la palabra servidumbre choca. Nuestro primer impulso —siempre egoísta y orgulloso— rechaza todo lo que nos lleva a servir, a sacrificamos, a dar. Hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios y así ganar el cielo, pero nuestra naturaleza caída por el pecado original hace de nuestra vida una Lucha constante entre servir a Dios, Nuestro Señor, o querer que todos nos sirvan a nosotros, inclusive el mismo Dios. Y —precisamente— esa es la grandeza de la familia: es una institución en donde recibimos la ayuda que necesitamos de los demás —el sustento del padre, su guía, su ejemplo, el cariño de la madre, sus cuidados, su apoyo; la comprensión de los abuelos, sus mimos, su experiencia, la ayuda mutua entre los esposos, la compañía de los hermanos, la atención de los ancianos—, pero también es el lugar en dónde nos enseñamos a dar, a vencer nuestro egoísmo, a combatir nuestro orgullo, en una palabra a “amar”.

 

   Bendita familia la que tenemos, con pocos o con muchos defectos de sus diferentes miembros, pero familia al fin en donde recibimos tantas cosas que necesitamos, que por cotidianas nos parecen comunes, habituales, pero que si lo pensamos bien: ¿qué hubiera sido de nosotros sin una familia, sin nuestra, familia? Y bendita familia en donde, aprendemos a dar, en donde servimos diariamente casi sin sentirlo, porque nos mueve el cariño por los nuestros y, cuando hay cariño, ¡qué fácil es servir!

 

   Podemos resumir diciendo “la familia es una fábrica de amor”, es una institución que me permite obtener lo necesario, —material, emocional y espiritualmente— para vivir, pero, sobre todo, es el lugar en, donde me enseñan a amar, me enseñan a vencer mi egoísmo, me enseñan a cumplir el fin para el que fui creado y por lo tanto me muestran y me fuerzan —con la lucha de la vida diaria— a amar a Dios y a ganar el cielo. Mi familia, mí bendita familia, nuestras benditas familias, son “fábricas de: sanitos” que santos son los que “venciéndose a sí mismos, se deciden a amar a Dios y así poder algún día ganarse el cielo.”

 

 

LA FUNCION NATURAL Y SOBRENATURAL DE LA 

FAMILIA.

 

 

   Este es otro de los argumentos que muestran la grandeza de la familia Santo Tomás dice: la familia completa está formada por tres sociedades parciales: la sociedad conyugal, formada por marido y mujer, la paternal, constituida por padres e hijos; y la heril, que resulta de la suma de otros integrantes con inter cambio de servicios. El conjunto de estas sociedades forma la sociedad doméstica (de “domus”, “casa”) porque todos los que componen la familia viven bajo el mismo techo, en el mismo hogar. Así que la familia es un cúmulo de sociedades naturales y por ello está por sobre cualquier institución artificial. Pero ¿qué quiero decirte con eso de que es una sociedad natural? Pues que la ha creado el Creador de todas las cosas naturales, o sea Dios.

 

   Dios creó a Adán, el primer hombre, pero luego dijo: No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda semejante a él. Y así Dios creó a Eva, la primera mujer. Pero no quiso dejar ahí las cosas, los bendijo (el primer matrimonio) y les ordenó: Creced y multiplicaos (la primera familia) y llenad la tierra (la creación de la sociedad a partir de la familia). Tal es el excelso origen de la familia: es obra del pensamiento, de las manos, de las divinas complacencias del Sumo Hacedor, y es obra inmutable, y, por lo tanto, no morirá mientras duren los siglos. ¿Por qué? Porque Dios ha querido darle a la familia la función esencial de la “procreación de los hijos”. ¡Misterio profundo el de este instinto vital! Dejará el hombre a su Padre y a su Madre y se juntará a su mujer y serán dos en una sola carne. Y el prodigio se obra, la nueva vida aparece en el mundo.

 

   Me dirán, ¿por qué la vida humana no puede brotar de otra fuente que no sea la familia? Porque Dios no lo quiso, así de sencillo. La familia y sólo la familia es el gran reservorio de la vida humana en el mundo. Y ello, por sí mismo, es una de las razones de su grandeza: porque en el orden, natural, nada hay más grande que el poder generar nueva vida.

 

   Pero, ¿y en el orden sobrenatural? Pues en este segundo orden la familia católica es obra de Jesucristo. El sobrenaturalizó a la familia, al fundamentarla en él sacramento del matrimonio. En la elevó a lo sobrenatural, ya que no sólo procreará hijos, sino, como lo mencioné antes, podrá forjar sus almas para llevarlas al cielo, y esa es una función divina. Es por ello que la familia tiene, —y siempre debe de tener— un carácter religioso, ella se constituye en presencia de la Iglesia, la sociedad religiosa fundada por Jesucristo; se proclama ante los fieles en medio de las solemnidades litúrgicas y se mantiene indisoluble recibiendo la gracia sacramental.

 

  ¿Qué piensas ahora de la familia, de tu familia? Dios la creó para ti. Para servirte de ella y para servir en ella. Para amar y ser amado en ella, pero, sobre todo, para que te ayuden y tú ayudes —a los demás miembros de tu familia— a ganar el cielo, enamorándose todos de Dios.

 



 

LA FAMILIA, LA BASE DE LA SOCIEDAD.

 

 

   Dios puso en el hombre el instinto social, el cual se inicia en la familia, pero ese instinto social rebasa los límites de la casa y tiende a la asociación de las familias entre sí para constituir los pueblos, los municipios, las ciudades, las provincias, los países, los reinos o imperios No le basta al hombre la familia, porque sólo en ella no puede lograr todos sus fines, las familias necesitan unir esfuerzos, mancomunándose para ser más fuertes, para lograr aprovechar todos los bienes que Dios puso en el mundo y para poder defenderse de los diferentes peligros —naturales o morales— que atacan a la sociedad.

 

   Si bien, la familia no es el todo, no es la sociedad completa, si es la base, la semilla, la célula de la sociedad: ésta es otra causa de su grandeza. Sin embargo, al igual que el cuerpo humano, si las células son vigorosas, si están sanas, si cumplen sus funciones ¿el cuerpo está sano y funciona estupendamente? Pero, si la célula enferma, si la familia se “naturaliza”, si deja de ser religiosa, el cuerpo, —es decir, la sociedad— degenera en una institución amorfa, vacía e inmediatamente se degrada y comienza —como le sucede al cuerpo— a pudrirse, a entrar en putrefacción.

 

   Forma familias religiosas, familias unidas, familias santas y tendrás pueblos buenos, ciudades fuertes, honradas y trabajadoras, una civilización católica. Teocéntrica, en donde Dios es el centro de la vida de esa civilización. Vean nuestros pueblos mexicanos, la mayoría tiene tradiciones católicas y la mayoría tienen una iglesia, una basílica, una catedral en el centro del mismo, en la parte más importante de la ciudad. Vean —en cambio— las ciudades donde las familias tienen otras religiones o donde no hay ya religión alguna y en el centro de ellas encontrarán —como su dios— los bancos, los centros comerciales, los cabarets y los burdeles. Esta última sociedad ha empezado por ser antropocéntrica (teniendo como centro al hombre) para acabar, en poco tiempo, poniendo como centro la degeneración moral, o, en otras palabras —reales, aunque suenen duras— al mismo Satanás.

 

   Permítanme terminar estas líneas sobre la familia, enfatizando el papel de Dios en ella:

 

• Dios formó y trató directamente a la primera familia.

•Dios fue el vengador del primer agravio fraternal en la persona de Caín.

•Dios salva al mundo pervertido valiéndose de la familia de Noé.

•Dios elige a su pueblo de la familia de Abraham.

•Dios envía a su Único Hijo a hacerse hombre para salvamos: Jesucristo, N.S., que, concebido por obra del Espíritu Santo, nace de Santa María Virgen ¡y quiso! con Ella y con San José, su padre adoptivo, formar la Sagrada Familia. para que fuera el modelo a seguir para todas las familias católicas.

 



 

   La familia viene de Dios y a Dios se dirige. No impidamos que alcance la grandeza para la que Dios la creó. Tu familia puede, tu familia debe, hacer “SANTOS”.

 

 

H. Guiscafré G.

FAMILIA CATOLICA —1997.

 

 


viernes, 1 de octubre de 2021

MARTIROLOGIO ROMANO APROBADO POR SU VENERABLE SANTIDAD PÍO XII EN 1956. OCTUBRE: DÍA 2.



Santos Ángeles de la Guarda




 


El Altísimo mandó a sus ángeles que cuidasen de ti;

los cuales te guardarán en cuantos pasos dieres;

te llevarán en sus manos;

no sea que tropiece tu pie contra la piedra.

(Salmo 90, 11-12)

 

 

—La festividad de los santos Ángeles Custodios.

 

 Los hijos de los reyes no salen sino escoltados de personas encargadas de velar por ellos y defenderlos en caso de necesidad. Pues bien, todos los cristianos se han vuelto, por su bautismo, hijos del Rey de los cielos. Es por esto que Dios da a cada persona un compañero fiel encargado de guardarla, conducirla y gobernarla. Este compañero es nuestro ángel de la guarda. Debemos, en este día de su fiesta, agradecer a la bondad divina por este singular favor; y, al mismo tiempo, dar gracias a estos espíritus bienaventurados por la solicitud con que velan sobre nosotros y nos acompañan desde la cuna hasta la tumba. Es la finalidad que persigue la Iglesia al establecer la fiesta de hoy.

 

Oremos: Oh Dios, que, por inefable providencia, os dignáis enviar a vuestros santos ángeles para que nos guarden, conceded a nuestras humildes súplicas la gracia de ser sostenidas por su protección, y el gozo de ser en la eternidad los compañeros de su gloria. Por J. C. N. S.

 

—En Roma, el suplicio de san Modesto Sardo, Levita y Mártir, el cual, en el imperio de Diocleciano, fue atormentado con el ecúleo y abrasado en el fuego. Su cuerpo, trasladado después a Benevento, fue colocado en una Iglesia que lleva su nombre.

 

—En territorio de Arras, el triunfo de san Leodegario, Obispo de Autún, el cual, habiendo sufrido por la verdad muchas injurias y diversos tormentos, fue muerto por orden de Ebroíno, Mayordomo del Rey Teodorico.

 

—En Nicomedia, san Eleuterio, soldado y Mártir, con otros innumerables, los cuales, falsamente acusados de haber puesto fuego al palacio de Diocleciano, todos por orden del mismo cruelísimo Emperador, eran muertos, a montones; descabezados unos, quemados otros en hogueras y otros precipitados en el mar. El más insigne entre todos fue Eleulerio, que, por mucho tiempo atormentado y saliendo de cada suplicio más animoso, purificado en el fuego como el oro, coronó la victoria de su martirio.

 

—En Antioquía, los santos Mártires Primo, Cirilo y Secundario.

 

—El mismo día, san Gerino, Mártir, que fue hermano de san Leodegario, Obispo de Autún, y por orden del mismo Ebroíno, murió apedreado.

 

—En Constantinopla, san Teófilo, Monje, el cual, por la defensa de las sagradas Imágenes, cruelísimamente azotado por León Isáurico y relegado al destierro, pasó al Señor.

 

 

 

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

 

 

R. Deo Gratias.

 


MARTIROLOGIO ROMANO APROBADO POR SU VENERABLE SANTIDAD PÍO XII EN 1956. OCTUBRE: DÍA 1º.

 

OCTUBRE, MES DEL SANTO ROSARIO DE MARÍA

 

 

San remigio, Obispo y Confesor de la Fe.

 






Conforme a la santidad del que os llamó,

sed también vosotros santos en todo vuestro proceder.

(1 Pedro 1, 15)



—San Remigio, Obispo de Reims y Confesor, que durmió en el Señor el 13 de Enero, pero es venerado especialmente en este día, a causa de la Traslación de su cuerpo.

 

n. hacia el año 438; † 13 de enero del año 533

 

San Remigio, el gran apóstol de Francia, fue ilustre por la ciencia, la elocuencia, la santidad y los milagros que jalonaron sus largos setenta años de episcopado. Elegido por Santa Clotilde para instruir religiosamente al rey Clodoveo, su esposo, que había decidido abrazar el cristianismo, tuvo el santo obispo el consuelo de bautizarlo, con dos de sus hermanas, tres mil guerreros y muchas mujeres y niños. Destruyó los ídolos e hizo edificar iglesias. Murió hacia el año 533, casi nonagenario.

 

Oración: Haced, oh Dios omnipotente, que la piadosa solemnidad de San Remigio, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de nuestra salvación. Por J. C. N. S.

 


El mismo día:

 


El Santo Ángel Custodio de España



   Sobre esta devoción Mons. Eijo Garay escribió en 1917, cuando era Obispo de Tuy: «No se trata de una devoción de origen privado, que pueda parecer a unos o a otros más o menos acertada; se trata de una devoción aprobada por la suprema autoridad de la Iglesia, litúrgica y oficial. La Santa Sede Romana, accediendo a los piadosos deseos del Rey D. Fernando VII, concedió a España que el día 1º de Octubre de cada año se tuviere la fiesta del Santo Ángel Custodio de este Reino, con oficio propio, para darle gracias por la asistencia con que nos favorece, por haber puesto fin al cautiverio del Rey y a tantas calamidades como acaba de pasar España y para impetrar su auxilio y protección en los tiempos venideros». El Papa León XII (1823-1829) concedió la fiesta del Ángel Custodio del Reino de España a petición del Rey Fernando VII.

 

Ángel de España, tan olvidado y

ultrajado, a ti acudimos en

estas horas cruciales. Bendice a

nuestra Nación e implora a

Dios para que guarde a España

de tanto castigo y de las

guerras. Por tu intercesión

pedimos perdón al Padre

Eterno, y ayuda para que

España vuelva a ser mariana y

que nos dé la Paz de Dios.

Amén.

 

—En Roma, san Aretas, Mártir, y otros quinientos cuatro.

 

—En Tournay de las Galias, san Platón, Presbítero y Mártir, que, juntamente con san Quintín y sus Compañeros, caminó desde Roma a Francia a predicar el Evangelio, y después, en la persecución de Maximiano, consumado el martirio, pasó al Señor.

 

—En Tomis del Ponto, los santos Mártires Prisco, Crescente y Evagrio.

 

—En Lisboa de Portugal, los santos Mártires Verísimo y sus hermanas Máxima y Julia, que padecieron en la persecución del Emperador Diocleciano.

 

—En Salónica, san Domnino, Mártir, en el imperio de Maximiano.

 

—En Orbieto, san Severo, Presbítero y Confesor.

 

—En Gante, san Bavón, Confesor.

 

 

 


Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

 

 

R. Deo Gratias.