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sábado, 7 de diciembre de 2024

MARÍA INMACULADA. — EL PRIVILEGIO.

 




   Detengámonos hoy a considerar este privilegio grandioso que Dios concedió a María en su concepción, para que comprendamos algo del valor que encierra y de la razón por la cual tanto le estima la Santísima Virgen.



1. ° Fue un privilegio único.



— Figúrate al demonio que a la entrada del mundo, según van pasando los hombres a comenzar la vida, a todos marca con el sello del pecado..., en todos pone su asquerosa baba inmunda de serpiente infernal..., así hemos nacido todos..., a los ojos de Dios como algo sucio, asqueroso, repugnante, por esa mancha del demonio.

— Piensa bien lo que significa ese ¡todos!

Recuerda a los santos más grandes, a los más amantes y más amados de Dios..., mira pasar por tu imaginación a los patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, vírgenes... y todos tienen que decir con David: «Fui concebido en la iniquidad y en pecado fui engendrado»...
¡Qué pena! ¡Qué dolor! ¡Qué espectáculo tan triste!

   Pero mira cómo cambia la escena.

— Ahora es todo lo contrario..., contempla a esa alma purísima que brota de las manos de Dios, y burlando al demonio entra en el mundo victoriosa, mientras los ángeles la acompañan y la cantan «Toda hermosa eres María, y no hay en Ti mancha alguna».

—Repite muchas veces: todos menos Tú... donde todos caen, Tú no caes... donde todos mueren, Tú vives... donde todos se manchan, Tú permaneces pura e Inmaculada.

— Privilegio gloriosísimo por ser único.




2. ° Privilegio grande.



— Porque por él aparece grande, muy grande, nuestra Madre querida ante los ojos de Dios, de los ángeles y de nosotros mismos. Si todos naciéramos en gracia, no encontraríamos en este privilegio una de las razones más principales para enaltecer la figura de María.

— Ella misma se refería, sin duda, a este privilegio, cuando decía que el Señor había hecho en su alma grandes cosas y que para hacerlas había tenido que poner en juego toda la fuerza de su brazo poderoso.

— Y así es: dice la Historia que Ciro penetró en Babilonia desviando las aguas del río Éufrates entrando por el cauce seco, así tuvo que hacer Dios, desviar la corriente del pecado original que corría por el cauce de la generación humana para que entrara en él la Santísima Virgen sin contaminarse con sus aguas.

— Además, demostró su grandeza al hacer a María objeto de una Redención especial.

— Todos hemos sido redimidos por Cristo y ésta es nuestra gran gloria... pero María, si no pecó, no fue redimida... luego, nosotros ¿hemos recibido de Cristo más que Ella? ¿Tenemos una gloria que Ella no tiene? Nada de eso.

— Muy al contrario.

— Hay dos Redenciones: una liberativa, que levanta a los caídos y da vida a los que habían por el pecado muerto; así fuimos nosotros redimidos.

— Otra es preventiva, la que previene para que uno no caiga; ésta es la de María... en virtud de la Redención de Cristo y por la previsión de sus méritos divinos alcanzó Ella sola la gracia de no caer... Su Redención es, pues, más perfecta que la nuestra y, por tanto, también en esto nos aventaja... ¡Qué grandioso así considerado es este privilegio!





3. ° Privilegio divino.



— Sólo Dios pudo obrar semejante prodigio de hermosura y de gracia... Dios como legislador que es, está por encima de todas las leyes, y por eso Él solo tenía poder para disponer de esta ley universal. 

— Este privilegio es una excepción, pero que no podían hacerla los hombres, no estaba en sus manos... únicamente pudo hacerla Dios.

— Recuerda cómo por medio de Josué detuvo el sol, por medio de Moisés dividió las aguas del mar, y por medio de sus ángeles impidió que las llamas del horno de Babilonia hicieran daño a los tres jóvenes hebreos..., ese mismo Dios hizo que las aguas del pecado se dividieran ante María y no la tocaran lo más mínimo. Todo aquello fue una figura de este milagro inmenso del poder y amor de Dios.

— Por eso el triunfo de María Inmaculada es un triunfo de Dios..., este privilegio es verdaderamente divino y La gloria de la Inmaculada, es una gloria divina.




4. ° Nuestro privilegio.



— También nosotros participamos de este privilegio.

— Nacimos en pecado, pero en seguida tuvimos el privilegio de ser bautizados y nuestras almas quedaron ya entonces puras e inocentes, semejantes a la de María.

— La gracia bautismal nos hizo bellísimos y hermosísimos ante Dios... por eso al celebrar con alegría y meditar con gozo en la Concepción Inmaculada de María, debemos celebrar y meditar la nuestra a la vida de la gracia, para preguntarnos ante el ejemplo de María: «¿Sigo yo con aquella pureza inmaculada de mi bautismo?... ¿La he perdido?... ¿no la he sabido apreciar?

— Pedir perdón a María y su ayuda para vivir siempre esa vida de pureza y castidad de su Purísimo Corazón.




“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.


ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.

MARÍA INMACULADA. — SU GRANDEZA.

 




Aunque por tratarse de un misterio no podemos profundizar en él, pues nos perdemos en su inmensidad, no obstante, es muy dulce y consolador meditar las razones que a nuestro entendimiento se le alcanzan fácilmente, para convencernos de cómo María tuvo que ser Inmaculada.



1. ° Reina de los ángeles.



— María tenía que reinar sobre los mismos ángeles y ellos honrarse y alegrarse con tal Reina.

— Pero cómo habían de tener por tal a una criatura menos pura y perfecta que ellos?... ¿una criatura que aunque por poco tiempo hubiera sido esclava del pecado, esto es, esclava de los otros ángeles que se rebelaron contra Dios?

— Esto no es posible, la razón humana se resiste a admitir este absurdo.

— Luego no hay más que sostener que María tuvo que ser pura, santa e inmaculada.




2. ° Hija del Padre.


— Es la Hija predilecta de Dios y por lo mismo la destinó a una grandeza que, fuera de la suya, no hubiera otra igual.

—Quiso juntarla todo lo más posible con la divinidad, de suerte que sin llegar a ser Dios, porque esto no es posible, fuera la que más se acercara a Dios. Ahora bien, si Dios y el pecado son las cosas más opuestas, ¿cómo María había de acercarse tanto a Dios y a la vez tener en su corazón mancha de pecado?... Otro absurdo que no podemos admitir y que nos demuestra su Inmaculada Concepción.




3. ° Madre del Hijo.



— De María, Jesús había de tomar la carne y sangre que como hostia pura y santa ofreciera en la Cruz por la humanidad, pues ¿cómo había de ser pura y santa esa hostia si en su origen estuvo manchada de pecado?... Además, nadie ha podido, elegir madre..., todos hemos tenido la que Dios nos dio..., pero en Cristo no fue así.

— Él se eligió y formó su Madre como quiso... ahora bien, pudiendo formarla bellísima, pura y santísima en su concepción, ¿la iba a preferir manchada y esclavizada al pecado?... El pueblo cristiano hace muchos siglos decía: «Si no pudo, no es Dios; si pudo y no quiso, no es Hijo; digan, pues, que pudo y quiso»... esto es, no pudo ser por falta de poder, pues Dios todo lo puede, y si pudo formar en gracia a Adán y Eva ¿por qué no a María? Si pudo y no quiso, no demostró un amor digno de un buen hijo a su madre, pues la privó de una belleza y hermosura que precisamente era la que Ella más amaba.

— Luego, no tuvo más remedio que hacerla Inmaculada.




4.° Esposa del Espíritu Santo.



— La vida del Espíritu Santo es la gracia santificante y tanto quiso a María, que se desposó con Ella, y la dio su gracia en toda su plenitud... «la llena de gracia». El mismo fue el que misteriosamente y con una operación llena del poder y de la pureza infinita de Dios, formó en el seno de María la habitación para el Hijo de Dios... ¿es posible que una unión tan perfecta e íntima entre María y el Espíritu Santo..., una operación tan santa y divina como la encarnación del Verbo... todo eso fuera a hacerse en una carne manchada de pecado?... ¿Sería esto digno de Dios?

— David preparó para hacer un templo a Dios, lo mejor que encontró en la tierra... y el Espíritu Santo para formar aquella viva habitación del Verbo ¿no había de juntar lo mejor del Cielo?

— Pues entonces, no pudo haber ni sombra de pecado, ya que esto repugnaría en extremo al Hijo de Dios.




5.° Nosotros mismos.



— Si amamos un poco a María ¿no nos gozamos en verla Inmaculada y en ese misterio no vemos como resumida toda la belleza de María?

— Si Dios nos hubiera dado a nosotros libertad y poder para dar a María lo que quisiéramos, ¿no la hubiéramos hecho así... Inmaculada... purísima... y santísima?... ¿nos hubiera gustado verla sucia y manchada por el pecado?... ¿Diríamos que la amábamos de veras entonces? Luego, convéncete que ni el Padre, ni el Hijo, ni el Espíritu Santo, pudieron hacer otra cosa más que darla la pureza Inmaculada que posee. Termina dando gracias a Dios por haber hecho así a María... y la enhorabuena a María por ese privilegio... y el parabién a toda la humanidad por tener una Madre así y sólo así.



“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.


ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.

MARÍA INMACULADA. — EL MISTERIO.

 




Medita bien lo que significa y representa este misterio y procura ahondar en él, pues es muy provechoso conocerlo a fondo.




1. ° Estado de la humanidad antes del pecado.





— Recuerda lo que era y lo que hubiera sido el hombre sin el pecado de Adán.

¡Plan sublime y magnífico el de Dios!

— Terminada la creación de los demás seres, el Señor quiere nombrar y crear un Rey de aquella creación, y piensa en el hombre... con qué cariño le forma en su cuerpo... con sus propias manos... no con su palabra, como a las otras criaturas.

— Y, sobre todo, cómo le infunde el alma, espiritual, inmortal, imagen y semejanza de su divinidad. Esto es poco, recuerda el paraíso terrestre, lugar de delicias y palacio de ese hombre... la vida feliz, sin penas, amarguras, sufrimientos, dolores, lágrimas, etc..., nada de pena, todo era alegría y satisfacción.

— En su alma puso la integridad o sujeción de las pasiones a la razón... la ciencia infusa para saberlo todo sin trabajo ni estudio, y sobre todo, la gracia santificante para que fuera santo siempre.

— El destino de la humanidad, ser feliz y ser santa sirviendo y amando a Dios sin cesar..., su fin, sin pasar por la muerte, trasladarse al Cielo, para alabar allí a Dios eternamente.

— ¡Magnífico, sublime, divino, el plan le Dios!

— Detente a meditarlo, a saborearlo y gustarlo como si fuera real y efectivo.




2. ° La caída.



— Vino el pecado y con él todos los males.

— El autor del dolor y del sufrimiento no fue Dios... Él no nos hizo para sufrir, fuimos nosotros mismos al pecar.

— El maldito pecado, causa de todo mal.

— Contempla las tristezas, angustias, dolores y tormentos del corazón humano, desde Adán hasta ahora... mira las enfermedades asquerosas, dolorosas y repugnantes que afligen al hombre, y sobre todo, la muerte con sus sufrimientos y agonías, con su humillación y corrupción del sepulcro... ¡qué cuadro más horrible!

— Todo por aquel pecado.

— Compara aquel plan felicísimo de Dios y este estado tan lastimoso del hombre.

— Ahora, pasiones brutales que nos asemejan a las bestias..., pecados de todas clases aun los más bajos y degradantes...pérdida de la santidad, de la inmortalidad y de la vista de Dios... y más que nada, el infierno como término de esta vida tan triste, pues el cielo se cerró con aquel pecado y ya nadie podía entrar en él.

Medita bien esto, y deduce de aquí lo que será el pecado cuando Dios justo así lo castiga.





3. ° Universalidad de este pecado.



— Lo peor de este pecado es que fue universal para todo el género humano.

— Adán en el Paraíso no era una persona particular, era la fuente de la vida que se había de propagar a todos los hombres..., representaba a la humanidad..., allí en él, estábamos todos incluidos.

— Todo lo que Dios le dio, no fue sólo para él, sino también para los demás..., todos habíamos de ser iguales a él.

— Esto no es una injusticia ni una crueldad.

— Si un padre es inmensamente rico, ricos serán sus hijos..., pero si ese padre dilapida su hacienda y se queda sin nada, aunque no tengan culpa, sus hijos nacerán en la pobreza, ¡esto es natural!... Así fue con nosotros.

— Nadie más rico que Adán, nosotros también debíamos serlo, así lo quiso Dios... pero todo lo perdió él y nacimos sus hijos desnudos en el cuerpo y en el alma, ¡qué pena!, pero es la verdad.




4. ° María Inmaculada.



— Contempla ahora el alma de María al entrar en el mundo.

— También ella debía ser como nosotros y nacer como nosotros... pero Dios la exceptúa y Ella sola... la única... nace tal, cual se formó en las manos del Señor... pura... limpia... sin mancha...inmaculada.

— Detente a admirar esta hermosura y a felicitar a María por ser inmaculada.

— Mira a los ángeles acompañándola con palmas y celebrando su entrada en este mundo que no es una derrota como en nosotros, sino un triunfo sobre la serpiente.

— Canta con los ángeles alabanzas a la Virgen, al verla así tan hermosa aparecer en la tierra.

— No ha habido, ni habrá flor más blanca que el alma de María en su concepción.

— Piensa además, cómo por no pecar, no debió de sufrir, ni padecer, ni morir, pero Dios quiso que fuera así, para ser como su Hijo, que por amor se abrazó a la Cruz. Esto es: en Ella, el sufrimiento no fue como en nosotros por castigo, sino por amor a Dios, para ser como Jesús... y por amor a los hombres, para servirnos de consuelo.

— Dala gracias por ello, y anímate a sufrir como Ella y a amar la Cruz también como Ella.  



“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.


ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.