FUE CONVENIENTE QUE EL HIJO
DE DIOS ASUMIESE LA NATURALEZA HUMANA DE LA RAZA DE ADÁN.
I.Como
dice San Agustín (De Trinit., lib. XIII, cap. 18): “Dios podía tomar un hombre fuera de la estirpe de Adán, que
había encadenado al género humano a su pecado; pero juzgó que era mejor tomarlo
del mismo linaje que había sido vencido para que llegase a vencer al enemigo
del género humano.”
Y esto
por tres razones:
1º) Porque parece ser
propio de la justicia el dar satisfacción el mismo que pecó; y por eso convenía
que de la naturaleza corrompida por el pecado se sacase lo que serviría para
satisfacer por toda la naturaleza.
2º) Porque es más
digno del hombre que el vencedor del diablo salga de la raza que había sido
vencida por el diablo.
3º) Porque más
resplandece el poder de Dios tomando la naturaleza corrompida y enferma para
elevarla a tanta perfección y dignidad.
Cristo, en efecto, debió ser segregado de
los pecadores, como dice el Apóstol, en cuanto a la culpa que venía a destruir,
no en cuanto a la naturaleza que venía a salvar, según la cual debió asimilarse
en todo a los hermanos como dice el mismo Apóstol a los Hebreos (2,
17).
Y es también más de admirar en esto su inocencia, porque la naturaleza tomada
de una raza de pecado guardó tan gran pureza.
(3ª,
q. IV, a. VI)
II. Dícese por
tanto muy bien: A lo suyos vino, y los
suyos no le recibieron (Jn 1, 11).
Aun cuando la luz estaba presente en el mundo y era visible o manifiesta por
los efectos, no era, sin embargo, conocida por el mundo, y por eso vino a lo propio, para ser conocida. Pero para que cuando dice vino,
no se entienda movimiento local, como si viniese dejando de estar donde antes
estaba y comenzando a existir donde primero no existía, dice a lo propio, esto
es, a las cosas que eran suyas, que él mismo hizo. Y vino adonde ya estaba;
vino tornando un cuerpo; era invisible, y vino para ser visible. A lo suyo, esto es., a Judea, que ciertamente era suya de
manera especial; pero, en un sentido mejor, al mundo criado por él.
Y los suyos no le
recibieron. “Los suyos”
son los hombres, porque han sido formados por él, han sido hechos a su imagen.
Pero podemos decir mejor: los suyos, es
decir, los judíos, no le recibieron, creyendo
en él por la fe y el respeto.
Los judíos son realmente suyos,
porque fueron elegidos por él como un pueblo particular: Y el Señor te ha escogido hoy para que seas un pueblo peculiar
suyo (Deut
26, 18).
Los suyos, unidos
según la carne (Rom 4, 3): De los cuales Cristo es deudo según la carne.
Los suyos, por
último, enriquecidos por él con beneficios, conforme a aquello de Isaías (1,
2):
Hijos críe, y engrandecí; más ellos me
despreciaron.
(In Joan., I)
Santo Tomás de Aquino.
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