Vistas de página en total

domingo, 28 de marzo de 2021

PEQUEÑO MES DEL SEÑOR SAN JOSÉ. DÍA 28.


 

DÍA XXVIII.

 

 

Súplica: Pidamos a Dios la gracia de no obrar nunca precipitadamente.

 

 

 

PRUDENCIA DE SEÑOR SAN JOSÉ.

 

 

   La prudencia no se opone a la sencillez ni a la rectitud; antes bien protege a una y a otra, Señor San José no estrechaba amistad con todo el mundo; veía y observaba antes de abrir su corazón. Contaba con la Providencia, pero sabía que la Providencia no interviene sino cuando el hombre ha hecho todo lo que puede y ha obrado como si todo dependiera de él propio: Mirábanse Señor San José protegido por Jesús y por María y evitaba, no obstante, toda mala ocasión, sabedor como era de que Dios no hace milagros en favor de los que se exponen voluntariamente.

 

 

   He aquí tres cosas en que habemos de imitar a Señor San José: Elección de amistades, constancia en el trabajo, fuga de las ocasiones.

 

 

 

Propósito: Velaré sobre mis pasos y os invocaré para que vengáis en mi auxilio, ¡oh prudentísimo José!

 

 


 

Pensamientos piadosos Para el mes de Marzo.

SR. PBR0. GERARDO HERRERA

Cura. Párroco de San José. (1893).


Sábado de la quinta semana de Cuaresma: CÓMO DEBEMOS LAVARNOS LOS PIES LOS UNOS A LOS OTROS.


 


   Si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros (Jn, 13, 14).

 

 

   Quiere el Señor que los discípulos imiten su ejemplo, pues dice: Si yo que soy mayor, porque soy maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros, con más motivo, que sois menores, que sois discípulos y siervos, debéis lavar los pies los unos a los otros. Por eso dice el mismo Cristo: El que quiere ser mayor, sea vuestro criado... El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir (Mt 20, 26.28)

 

 

   Según San Agustín (Tract. 58.), todo hombre debe lavar los pies de otro, o corporalmente o espiritualmente. Mucho mejor es y más verdadero, sin discusión alguna, que uno lo haga realmente, y que el cristiano no se desdeñe de hacer lo que hizo Cristo. Porque cuando el cuerpo se inclina ante los pies del hermano, también se excita el sentimiento de humanidad en el mismo corazón, o si ya existía en él, se robustece dicho sentimiento. Si no se hiciere de obra, debemos hacerlo por lo menos con el corazón. Pues en el lavatorio de los pies, se da a entender el lavatorio de las manchas. Lavas, pues, espiritualmente los pies de tu hermano, cuando limpias sus manchas, en cuanto de ti depende.

 

 

 

Esto se hace de tres maneras:

 

1º) Perdonándole las ofensas, según aquello del Apóstol: Sufriéndoos los unos a los otros, y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja del otro, así coma el Señor os condonó a vosotros, así también vosotros (Col 3, 13)

 

2º) Orando por sus pecados, como dice Santiago: Orad los unos por los otros, para que seáis salvos (Sant 5, 16) Este doble modo de lavar es común a todos los fieles.

 

3º) Pero el tercer modo corresponde a los prelados, quienes deben lavar perdonando los pecados con la autoridad de las llaves: Recibid el Espíritu Santo; a los que perdonareis los pecados, perdonados les son (Jn 20, 22-23).

 

 

   También podemos decir que con este hecho nos mostró el Señor todas las obras de misericordia. Porque el que da pan al hambriento, lava sus pies, del mismo modo el que le da hospitalidad, y el que viste al desnudo, y así en lo demás. Socorriendo las necesidades de los Santos (Rom 12, 13).

 

 

(In Joan., XIII)


MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino




PEQUEÑO MES DEL SEÑOR SAN JOSÉ. DÍA 27.


 


Súplica: Pidamos a la Misericordia Divina nos perdone los juicios temerarios que hemos hecho contra el prójimo.

 

 

 

SENCILLEZ CON QUE OBRABA SEÑOR SAN JOSÉ.

 

 

   Señor San José miró siempre los acontecimientos como se presentaban, sin investigar nunca si había en ellos alguna intención perversa que se hubiese querido ocultar. Se le dijo en Belén: “No tenemos donde hospedaros,” y si le asaltaba el pensamiento de que se le niega un albergue por su pobreza, lo repele al instante y repite con toda sencillez: “Carecen de lugar”. En Nazareth, ¡cuántas cosas ejecutan Jesús y María sin que el virtuosísimo Patriarca alcanzara a comprender el motivo! Y las aceptó, sin embargo, con sumo candor diciendo: “Jesús y María son incapaces de hacer y de querer el mal.” —¡Qué paz, qué satisfacción al alma que piensa de esta manera!

 

 

 

Propósito: Con vuestra ayuda poderosa, ¡oh dichosísimo José!, no volveré a juzgar nunca a quienes no me incumbe, ni escudriñaré las intenciones de mi prójimo.

 

 


Pensamientos piadosos Para el mes de Marzo.

SR. PBR0. GERARDO HERRERA

Cura. Párroco de San José. (1893).

 

viernes, 26 de marzo de 2021

Viernes de la quinta semana de Cuaresma: COMPASIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA.


 

Una espada traspasará tu alma de ti misma (Lc 2, 35).

 

 

   En estas palabras se advierte la gran compasión de la bienaventurada Virgen hacia Cristo. Conviene saber que cuatro cosas hicieron sobremanera amarga la Pasión de Cristo a la bienaventurada Virgen.

 

 

   Primero, la bondad del Hijo, que no hizo pecado, ni fue hallado engaño en su boca (1 Ped 2, 22); segundo, la crueldad de los que le crucificaron, pues ni siquiera quisieron dar agua al moribundo, ni permitieron que la madre se la diera, aun cuando ella diligentemente se la hubiese dado; tercero, la ignominia del suplicio: Condenémosle a la muerte más infame (Sab 2, 20); cuarto, la crueldad del tormento: ¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, atended, y mirad, si hay dolor como mi dolor! (Lam 1, 12)

 

 

(Serm).

 

 

   Orígenes (Hom. XVII in Luc.) y algunos otros doctores entienden aquellas palabras de Simeón: Una espada traspasará tu alma de ti misma (Lc 2, 35), del dolor que padeció la Bienaventurada Virgen en la Pasión de Cristo. Pero San Ambrosio dice que la espada significa la prudencia de María que no ignoraba el misterio celestial; porque la palabra de Dios es viva y fuerte y más aguda que la espada más afilada.

 

 

   Pero otros entienden por espada la duda, pues dice San Agustín que “la Bienaventurada Virgen dudó con cierto estupor de la muerte del señor” (Erróneamente se atribuye a San Agustín. Se trata de otro autor en Quaest. veteris et novi Testamenti, q. 73); pero esa duda no debe entenderse, sin embargo, como duda de infidelidad, sino de admiración y discusión; porque dice San Basilio (Epist. ad Optimum, 317) que al asistir la Bienaventurada Virgen a la crucifixión y observarlo todo, después del testimonio de Gabriel, después del conocimiento inefable de la divina concepción, después de haber sido testigo de tantos milagros, vacilaba su espíritu, al verle, por un lado, sufrir tormentos ignominiosos, y por otro, al considerar sus maravillas.

 

 

(3ª., q. XXVII, a. 4, ad 2um)

 

 

   ...Aun cuando la Santísima Virgen conoció por la fe que Dios quería que Cristo padeciese, y conformó su voluntad al querer divino, como hacen los perfectos, la Bienaventurada estaba triste por la muerte de Cristo, por cuanto la voluntad inferior repugnaba esa cosa particularmente querida, y esto no es contrario a la perfección.

 

 

(I Dist. 48, q. única, a. III).

 


MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino


PEQUEÑO MES DEL SEÑOR SAN JOSÉ. DÍA 26.



DÍA XXVI.

 

 

Súplica: Pedir a Dios la gracia de ejecutar las acciones de este día en honra de su Santo Nombre.

 

 

 

PERFECTA JUSTICIA Y PERFECTA HONRADEZ DE SEÑOR SAN JOSÉ.

 

 

   No hay duda que aborrecemos el embuste, pero tampoco hay duda de que sin escrúpulo ni remordimiento cometemos pequeñas faltas ora en los consejos que damos por egoísmo, sin cuidarnos de si serán o no perjudiciales a los demás ora en los objetos que se toman y de los cuales no se hace ya más aprecio, que no se devuelven porque se extravían, o se toman sin el permiso de su dueño. Señor San José guardaba una probidad exquisita en sus relaciones con los demás. Acostumbraos a respetar lo ajeno.

 

 

 

Propósito: Retened de hoy para siempre esta saludable máxima: Poco es poco, ciertamente; más la justicia es delicadísima.

 

 


Pensamientos piadosos Para el mes de Marzo.

SR. PBR0. GERARDO HERRERA

Cura. Párroco de San José. (1893).

 

Jueves de la quinta semana de Cuaresma: LA MAYOR SEÑAL DEL AMOR DE CRISTO.


 

   Parece que Cristo nos dio mayor prueba de amor entregando su cuerpo en comida que padeciendo por nosotros. Porque el amor de la patria es más perfecto que el amor de aquí abajo. Pero aquel beneficio que Cristo nos dio, entregándonos su cuerpo en manjar, más se asimila a la caridad de la patria en la que disfrutaremos plenamente de Dios. Y la Pasión que sufrió por nosotros más se asimila a la caridad de esta vida, en la cual nos estamos expuestos a padecer por Cristo. Luego es mayor señal de amor el habernos dado Cristo su cuerpo en comida, que el haber padecido por nosotros.

 

 

   Mas en contra está lo que se dice en San Juan: Ninguno tiene mayor amor que éste, que es poner su vida por sus amigos (Jn, 15, 13).

 

 

   Cuando se trata del amor de los hombres nada hay más poderoso que el amor con que uno se ama a sí mismo. Y, por consiguiente, a ese amor debe tornarse como medida de todo amor para los demás. Corresponde al amor con que uno se ama a sí mismo querer el bien para sí. Por eso es evidente que uno ama tanto más a otro, cuanto más abandona el bien propio en favor del amigo, conforme a aquello de los Proverbios: El que por el amigo no hace caso del daño, es justo (12, 26).

 

 

   Mas el hombre quiere para sí un triple bien: su alma, su cuerpo y los bienes exteriores. Es, pues, prueba de amor el padecer detrimento en las cosas exteriores por amor a otro. Pero es mayor señal de amor, si alguien

sufre también detrimento en su propio cuerpo, ya sean trabajos, ya azotes, por el amigo.

 

 

   Mas la mayor prueba de amor será abandonar la vida, muriendo por su amigo.

 

 

   Luego la mayor prueba del amor de Cristo fue sacrificar su vida padeciendo por nosotros. El habernos dado su cuerpo como manjar en el sacramento, no le causó ningún detrimento. De donde resulta evidente que lo primero es la mayor señal de amor. Por esto este sacramento es memorial y figura de la Pasión de Cristo. Mas la verdad es más excelente que la figura; y la realidad más que el memorial.

 

 

   Ciertamente la dádiva del cuerpo de Cristo en el sacramento es una figura del amor con que Dios nos ama en la patria; mas su Pasión pertenece al mismo amor de Dios, que nos saca de la perdición para llevarnos a la patria. No obstante, el amor de Dios no es mayor en el cielo de lo que es al presente.

 

 

(Quodl. V, q. III, a. 2)

 


PEQUEÑO MES DEL SEÑOR SAN JOSÉ. DÍA 25.


 

DÍA XXV

 

 

Súplica: Pedir a Dios que no nos permita pensar mal de nadie.

 

 

 

VIDA HUMILDE DE SEÑOR SAN JOSÉ.

 

 

   Esmerábase el Santo Patriarca en agradar a Jesús y a María; sucedía con frecuencia que una sonrisa de benevolencia recompensaba sus afanes y él entonces, enajenado de gozo, bendecía la bondad de Dios que le daba un éxito feliz. — Ved allí la humildad. — La humildad no está en decir que nada se ha hecho bien, sino en referir a Dios el éxito y depositar a los pies de su Majestad los elogios que de nosotros se hacen.

 

   Sin el auxilio divino ¿qué cosa buena podemos ejecutar? Ninguna. Inteligencia, miembros todo es dádiva de Dios.... ¡Ah! si en alguna ocasión sois estimado, alabado, recompensado, alegraos; alegraos, sí, pero imitad a Señor San José rindiendo gracias a Dios ... ¡Que abundante paz cuando seamos vituperados o corregidos!... Siéntese pena, pero no inquietud y se dice: Mañana lo haré, mejor porque escucharé con más atención a mi buen Dios.

 

 

Propósito: Rezareis en este día, con particular devoción el santo Rosario en, honra del Misterio de la Anunciación a la Santísima Virgen.

 

 

 

Pensamientos piadosos Para el mes de Marzo.

SR. PBR0. GERARDO HERRERA

Cura. Párroco de San José. (1893).


miércoles, 24 de marzo de 2021

Miércoles de la quinta semana de Cuaresma: SEPULTURA ESPIRITUAL.


 

   Por el sepulcro se significa la contemplación celestial. Por eso sobre aquello de Job (3, 22): Y se gozan en extremo cuando hallan el sepulcro, dice San Gregorio: Así como el cuerpo en el sepulcro, del mismo modo el alma, muerta al mundo, se esconde en la contemplación divina, donde está tranquila de todo estrépito mundano, durante los tres días de sepultura, como con tres inmersiones: Los esconderás en el secreto de tu rostro de la conturbación de los hombres (Sal 30, 21) Los atribulados, los vejados por los oprobios de los hombres, entrando espiritualmente en la presencia de Dios, no son turbados.

 

 

   Tres cosas son necesarias para esta sepultura espiritual en Dios, a saber: que el alma se ejercite en las virtudes; que toda ella se haga pura y cándida; que muera totalmente a este mundo, las cuales cosas se encuentran místicamente verificadas en la sepultura de Cristo.

 

 

   La primera está señalada por San Marcos (14, 8), donde se lee que María Magdalena se adelantó a ungir el cuerpo de Jesús para la sepultura, pues el ungüento de nardo espique designa las virtudes por su preciosidad, ya que nada hay más precioso en esta vida que las virtudes.

 

 

   El alma santa que quiere ser sepultada en la contemplación divina, debe, por lo tanto, primeramente, ser ungida por el ejercicio de la virtud. Por eso se dice en Job (5, 26): Entrarás con abundancia en el sepulcro, esto es, de la contemplación divina, según dice la Glosa: Como se encierra el montón de trigo a su tiempo. A lo que añade la Glosa: “porque el tiempo de la acción es premio de la contemplación eterna; y es necesario que el perfecto ejercite primero su alma en las virtudes, y la esconda después en el granero del reposo”.

 

 

   La segunda se halla expresada en San Marcos (15, 46). Allí se lee que José compró una sábana, porque la sábana es un paño de lino, blanqueado con mucho trabajo. Por eso significa el candor interior del alma, a cuya perfección se llega con gran trabajo. El que es justo, sea aun justificado (Ap. 22, 11). También nosotros andemos en novedad de vida (Rom 6, 4), avanzando de lo bueno a lo mejor, y por la justicia de la fe, a la esperanza de la gloria. Así, pues, deben, los hombres esconderse en el sepulcro de la contemplación divina con candor de limpieza interior. Por lo cual, sobre aquello de Mateo: Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (5, 8), dice San Jerónimo: El Señor, puro, es mirado por el corazón puro.

 

 

   La tercera está expresada por las palabras de San Juan: Y Nicodemo... vino también trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe (Jn 19, 39), porque mediante las cien libras de mirra y de áloe, con las cuales se conserva incorrupta la carne, se designa la perfecta mortificación de los sentidos exteriores; por la cual la mente se conserva muerta al mundo para no ser corrompida por los vicios, según aquello del Apóstol: Aunque este nuestro hombre, que está fuera, se debilite; pero el que está dentro, se renueva de día en día (2 Cor 4, 16), esto es, se purifica más intensamente de los vicios continuamente por el fuego de la tribulación.

 

 

   Por consiguiente, el alma del hombre debe primero morir a este mundo con Cristo, y después ser sepultada con él en el secreto de la contemplación divina. Por eso dice el Apóstol: Porque estáis ya muertos a las cosas vanas y caducas, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3, 3)

 

 

(De Humanit. Christi, cap. XLII)