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sábado, 2 de noviembre de 2024

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS -2 de noviembre

 



   La práctica de rogar a Dios por las almas del purgatorio, por la cual podemos mitigar las grandes penas que ellas están sufriendo, y hacerlas llegar más rápidamente a la eterna gloria, es muy agradable a Dios y beneficiosa para nosotros, pues todas ellas son sus esposas bienaventuradas, y estarán muy agradecidas a aquellas que la libraron de su prisión  o al menos mitigaron sus tormentos. Ciertamente, cuando ellas entren en el cielo, no se olvidarán de quienes hayan rezados por ellas. Es una piadosa creencia que Dios permitirán que otros recen, a su vez, por quienes hayan rezado por las benditas ánimas. Pidamos a Jesús y a su Santísima Madre por todas las almas del purgatorio, y sobre todo por las de nuestros padres, parientes, benefactores, amigos y enemigos, y también por aquellas almas que no tengan a nadie que recen por ellas.


ORACIÓN:

                    Dales, Señor, el descanso eterno, y alúmbrelos la luz eterna (Salmo). A Ti, oh Dios, se deben himnos en Sión, y se te ofrecerán votos en Jerusalén: escucha mi oración, a Ti vendrá a parar toda carne. Dales, Señor, el descanso eterno… 
   





  MISAL DIARIO

CATÓLICO APOSTÓLICO

ROMANO-1962



viernes, 1 de noviembre de 2024

LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS. —1 de noviembre.

 


Ramo espiritual: “Que tu modestia sea conocida de todos los hombres; el Señor está cerca”. Fil. 4, 5

 

“Nuestra Madre Iglesia”, afirma Mons. Gaume, “ha tenido el talento de recordar, en la división de su año litúrgico, toda la historia del género humano. Las cuatro semanas de Adviento, que culminan con el nacimiento del Salvador. nos recuerda los cuatro mil años durante los cuales se esperó a este divino Mesías. El tiempo que transcurre desde Navidad hasta Pentecostés nos recuerda toda la vida oculta, pública y gloriosa del Redentor, y esta parte del año termina con la Ascensión de Jesús. Cristo al Cielo y por la fundación de la Iglesia. El intervalo que separa Pentecostés del día de Todos los Santos representa para nosotros la peregrinación de la Iglesia en la tierra, y esta nueva parte del año termina nuevamente con la fiesta del Cielo. El cielo es la culminación de la vida cristiana, es la cita eterna, es la recompensa de nuestros predecesores en la tierra, algún día debe ser nuestro. ¡Qué fuerza saca el cristiano del pensamiento del Cielo, en medio de los dolores de la vida y de las dificultades inherentes al cumplimiento del deber!

 




Una sabiduría enteramente divina presidió el establecimiento de esta fiesta. Tres razones principales impulsaron a la Iglesia a instituirlo en el siglo VII. No debemos creer que todos los Santos tienen o pueden tener su fiesta; no todos los santos recibieron los honores de canonización; existe una multitud innumerable de santos desconocidos, que aumenta cada día con la entrada al Cielo de nuevos elegidos. Era pues oportuno que, para suplir la imposibilidad de honrar a cada Santo, se instituyera una fiesta común, en la que pudiéramos celebrar la memoria de todos estos mártires, de todas estas vírgenes, de todas estas santas mujeres, de todos estos confesores, en una palabra, de todos estos héroes de la verdad y de la virtud, nuestros padres y nuestros hermanos mayores en la gran familia cristiana: la fiesta de Todos los Santos nos muestra de la manera más feliz la Iglesia de la tierra y la Iglesia del Cielo extendiéndose el uno al otro.

 

Además, las fiestas particulares de los santos generalmente pasan desapercibidas para la mayoría de los fieles; la fiesta de todos los Santos juntos permite reparar un vacío en el cumplimiento de este gran deber en lo que respecta al culto a los Santos, y especialmente a sus Santos Patronos. Finalmente tenemos inmensas necesidades en la tierra; necesitamos modelos y protectores: la fiesta de Todos los Santos responde a estas necesidades.

 

Abad L. Jaud, Vida de los santos para todos los días del año, Tours, Mame, 1950.