Tu gloria Jerusalem,
tu laetitia Israel,
tu honorificencia populi
nostri.
La Iglesia alaba
a la Santísima Virgen, en el día de su Asunción a los cielos, usando las
palabras del libro de Judit, con las que termina la epístola de
la Misa:
«Tú eres la gloria de Jerusalén, Tú la alegría
de Israel, Tú eres la honra de nuestro pueblo» (15 10).
Y nosotros nos unimos a su alabanza: Ciertamente Tú eres la
gloria de la Jerusalén celestial, Tú eres la alegría de la Iglesia militante, Tú
eres la honra de todo el género humano.
Hoy la Paloma blanquísima despliega sus alas
movidas por el divino Amor, y dejando el Arca de la Iglesia militante, que flota
insumergible sobre las aguas de este mundo, sube como mensajera de Paz con el
ramo de olivos, surcando los aires, atravesando las nubes, purificando todo a su
paso, más allá del cielo empíreo del sol y de la luna, cruzando el cielo sidéreo
de las estrellas, pasando el mismo cielo
espiritual en medio de las aclamaciones de los Coros angélicos, hasta penetrar
en el mismísimo Cielo divino de la Santísima Trinidad.
1º
Los Cielos proclaman que la Santísima Virgen es la gloria de Dios: «Bendita eres tú, Hija
predilecta del Altísimo, por sobre todas las mujeres de la tierra».
2º
Y los fieles cristianos, como nuevos Bautistas, saltan de gozo en el seno de la
Iglesia: «Tú, Madre bendita, eres
la causa de nuestra alegría».
3º
Y todo el género humano, en su humilde reino de lo corporal, se ve elevado junto
con Ella y confiesa: «Tú, Hermana nuestra, eres la honra de nuestra pobreza».
1º Tú eres la gloria de Jerusalén.
Porque la Virgen Santísima es verdaderamente
la Gloria de Dios, y la gloria de toda la Iglesia triunfante.
Ella
es la Gloria
de Dios Padre, Creador
del cielo y de la tierra, porque siendo una pura creatura, mostró qué cumbres
de gloria y perfección podía alcanzar lo espiritual en su alma y lo corporal en
su cuerpo, glorificando así la grandeza de la divina omnipotencia.
Ella es la Gloria de Dios Hijo, Redentor del género humano, porque
siendo Inmaculada desde su concepción purísima hasta su asunción gloriosísima,
demostró la eficacia de la Redención, glorificando así al Redentor.
Ella
es la Gloria de Dios
Espíritu Santo, Santificador
de los corazones, porque Ella hizo de su Inmaculado Corazón un receptáculo casi
infinito en el que se manifiestan los desbordes del divino Amor.
Y así como Ella se hizo digna habitación de
Dios, hospedando al Verbo hecho carne en su seno purísimo; así era debido que
la Trinidad Santísima la recibiera hoy a Ella en lo más íntimo de su Seno divino
en cuerpo y alma por toda la eternidad.
Por eso hoy los Cielos
cantan la gloria de Dios. Cuando Ella pasa por los Coros de los Ángeles y
Arcángeles, mensajeros de lo divino, saludan en Ella a la Paloma mensajera que
vuelve trayendo a los cielos la Buena Nueva de la Redención. Los Tronos y las
Dominaciones saludan en Ella a la que se hizo Ancilla Domini,
Esclava del Señor, y Trono de Dios en su vientre purísimo y en su Inmaculado
Corazón, mereciendo ser coronada Reina en el mismo Trono de Dios, y ser
instituida Domina, Señora de toda la Creación.
Los Querubines, sumidos en la contemplación, son todavía más elevados por la
mirada de sus Ojos purísimos, y los Serafines, que arden de amor, son todavía
más encendidos al paso de la Zarza Ardentísima.
Así como la Santísima Virgen es la gloria de
Dios, es también la gloria de los Santos.
Ella es la
gloria de Eva, porque la caída de la madre fue reparada por la Hija prometida.
Ella es la
gloria de Noé, como Arco Iris resplandeciente entre nubes de gloria.
Ella es la
gloria de Abraham, pues fue la Hija fidelísima que le dio la descendencia
prometida.
Ella es la
gloria de Sara, madre del primogénito ofrecido como víctima; de Rebeca, que le alcanza a sus hijos la
bendición; de Raquel, la esposa amada; de María, la hermana y compañera de Moisés; de Judit, la que expuso su vida por su pueblo; de Ester, que alcanzó misericordia; de Ana, madre del gran profeta Samuel.
Ella es la
gloria de San José, el gozo de San Juan Bautista, la corona de San Esteban,
el consuelo de Santiago el Mayor.
Ella, Jardín cerrado de Nuestro Señor, se abre
en el Cielo como un nuevo Paraíso para todos los Santos.
2º Tú eres la alegría de Israel.
Si la Asunción de la Virgen santísima es
gloria de la Iglesia triunfante, es todavía más la alegría de la Iglesia
militante: Causa nostrae laetitiae, Causa de nuestra alegría.
En primer lugar, porque por su Asunción Ella
quita todas las causas de nuestra tristeza y temor.
Nuestros terribles enemigos son el demonio, el mundo y la carne, pero
por la Asunción, la Santísima Virgen vence al
demonio, conquista al mundo y domina la carne.
Porque la Virgen se quedó en la
tierra todo el tiempo necesario para alcanzarle a la Iglesia la sabiduría y la
gracia para vencer al demonio hasta la segunda venida de su Hijo. Nos había
sido prometido que la Mujer por excelencia aplastaría la cabeza de la
Serpiente, y lo último que hace el talón de la Virgen al despegarse de esta
tierra en su vuelo al cielo, es terminar de aplastar la cabeza de Satanás. La
simplicidad de la Paloma vence definitivamente la astucia de la Serpiente, las
puertas de la Iglesia son consolidadas y las del Infierno desencajadas.
La Asunción conquista
al mundo, que por más que lo intente, nunca va a poder callar las bocas
que la proclaman bendita entre todas las mujeres,
y por más que emplee el poder cada vez mayor de sus medios de difusión y propaganda,
nunca va a poder igualar la alabanza que todas las generaciones le rinden y
rendirán a Nuestra Señora.
Y la Asunción domina
la carne, porque la purísima carne de la Virgen de las vírgenes, al
merecer ser glorificada aún antes de la resurrección general, se hace principio
de pureza capaz de vencer la fuerza de cualquier tentación.
Pero la Asunción no sólo quita las causas de
la tristeza, sino que es la causa misma de nuestra
alegría.
Es causa de la alegría de los
sacerdotes,
porque ya no están solos en la ardua tarea del apostolado, sino que tienen una
compañera dulcísima y eficacísima.
Es
causa de la alegría de los Mártires,
de los Confesores y de las Vírgenes, porque en Ella tienen una Torre de
fortaleza, el Arca de la fidelidad y la Fuente de la pureza.
Ella es la alegría de
todos, porque por su Asunción se hizo refugio Misericordiosísimo de los
pecadores, consuelo dulcísimo de los afligidos, auxilio poderosísimo de todos
los cristianos.
¿Y qué podríamos decir del consuelo, de la alegría,
que inundó en este día las sombrías cárceles del Purgatorio? Una nueva Puerta se
abrió para la Iglesia purgante en este día bendito.
3º Tú eres la honra de todo el género
humano.
Y Ella es por su
Asunción el honor, la honra de todo el género humano y del humildísimo reino de
todo lo corporal.
Porque es tan pobre y miserable la condición
de la materia corporal, tan aparentemente contraria a la pureza de las cosas
espirituales, que el hombre, espíritu enclaustrado en la carne, se ve tentado
de sentirse despreciado de Dios. Pero esto es imposible para el que cree en el
dogma de la Asunción corporal de la Virgen. No sólo el alma, sino el mismo
cuerpo –cuerpo purísimo, pero cuerpo al fin– es glorificado hoy.
Cuatro son los elementos del universo
corpóreo: la tierra, el agua, el aire y el fuego;
y los cuatro han sido elevados a los cielos en Nuestra Señora. La
tierra es honrada en la Asunción de María, Tierra prometida en
la que fue plantada la semilla del Verbo de Dios; el
agua en Aquella que es Océano serenísimo de todas las gracias
y proveedora de toda la sal que sala a los sacerdotes de Cristo; el
aire es honrado en Aquella que es la Brisa de Elías que nos
trajo la presencia de Dios; el fuego
en las llamas de su Inmaculado Corazón.
Los minerales son
honrados en la Perla preciosa; los vegetales en la
Rosa mística; los animales en la
Paloma pacífica; las nubes en la
que hizo caer el Rocío divino; la luna porque
se hizo espejo de su belleza; el sol,
que se hizo manto de la Mujer que hoy se constituye
como gran signo en los cielos; la aurora y el lucero de la mañana, las
estrellas, toda la creación material canta la
gloria de Dios cantando la belleza de María.
Conclusión.
¡Qué difícil era para nosotros, pobres creaturas
pecadoras, levantarnos del pecado y elevar nuestros corazones a Dios! ¡Pero qué
fácil lo ha hecho para nosotros el misterio de la Asunción! ¡La Santísima Virgen
es tan cercana a nosotros, como una madre lo es para sus hijos, y tan amable!
¡Qué fácil nos es amarla, aunque sea un poco! Y
por poco que la amemos, en el vuelo de la Asunción Ella arrastra consigo
nuestros corazones a Dios.
El arca santa y animada
del Dios viviente,
que concibió en su seno a
su Criador,
descansa hoy en el templo
del Señor.
Los Ángeles le cantan
himnos,
Celébranla los
Arcángeles, glorifícanla las Virtudes,
estremécense de júbilo
los Principados,
gózanse las Potestades, alégranse
las Dominaciones,
festéjanla los Tronos y
ensánzanla los Serafines.
Hoy es recibido en la
celestial Edén
el paraíso animado del
nuevo Adán,
en el cual fue revocada
nuestra condenación,
plantado el árbol de la
vida
y cubierta nuestra
desnudez.
HOJITAS DE FE
Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora.
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