Congregación del Clero.
Es verdad que
“el
hábito no hace al monje” pero también es verdad que lo ayuda, y
mucho más, en los tiempos posmodernos en que vivimos, en los cuales, se ha
perdido profundamente el sentido de lo religioso, hasta tal grado que, ver un sacerdote con sotana, llama la atención –y en el
peor de los casos- incita a la persecución. La sotana,
como
decía el padre Meinvielle, es
una bandera, y podemos aventurarnos a decir que es más que una bandera, es la
vestimenta que separa del mundo a quién se ha consagrado a Dios, y es quien le
recuerda su deber como religioso. Además, no sólo protege al monje, sino
que da un testimonio a quienes lo vean portándola.
Las Siete Excelencias de la
Sotana.
Estudio que la Congregación del Clero
ha publicado (29/07/2009), en «Annus Sacerdotalis»,
página oficial del Año Sacerdotal 2009-2010.
1º – La sotana es el
recuerdo constante del sacerdote.
Ciertamente que, una vez recibido el orden sacerdotal, no se olvida fácilmente. Pero
nunca viene mal un recordatorio: algo visible, un
símbolo constante, un despertador sin ruido, una señal o bandera. El que
va de paisano es uno de tantos, el que va con
sotana, no. Es un sacerdote y él es el primer persuadido. No puede permanecer
neutral, el traje lo delata. O se hace un mártir o un traidor, si llega el
caso. Lo que no puede es quedar en el anonimato, como un cualquiera. Y
luego… ¡Tanto hablar de compromiso! No
hay compromiso cuando exteriormente nada dice lo que se es. Cuando se desprecia
el uniforme, se desprecia la categoría o clase que éste representa.
2º – La sotana facilita
la presencia de lo sobrenatural en el mundo.
No cabe duda que los símbolos nos
rodean por todas partes: señales, banderas, insignias, uniformes… Uno de los
que más influjo produce es el uniforme. Un policía, un guardián, no hace falta
que actúe, detenga, ponga multas, etc. Su simple presencia influye en los
demás: conforta, da seguridad, irrita o pone nervioso, según sean las
intenciones y conducta de los ciudadanos.
Una
sotana siempre suscita algo en los que nos rodean.
Despierta el sentido de lo sobrenatural. No hace falta predicar, ni
siquiera abrir los labios. Al que está a bien con Dios le da ánimo, al que
tiene enredada la conciencia le avisa, al que vive apartado de Dios le produce
remordimiento.
Las relaciones del alma con Dios no
son exclusivas del templo. Mucha, muchísima gente no pisa la Iglesia. Para
estas personas, ¿qué mejor forma de llevarles el
mensaje de Cristo que dejándoles ver a un sacerdote consagrado vistiendo su
sotana? Los fieles han levantado
lamentaciones sobre la desacralización y sus devastadores efectos. Los modernistas claman
contra el supuesto triunfalismo, se quitan los hábitos, rechazan la corona
pontificia, las tradiciones de siempre y después se quejan de seminarios
vacíos; de falta de vocaciones. Apagan
el fuego y luego se quejan de frío. No hay que dudarlo: la desotanización lleva a la
desacralización.
3º – La sotana es de gran
utilidad para los fieles.
El sacerdote lo es no sólo cuando está en el templo administrando los
sacramentos, sino las veinticuatro horas del día. El sacerdocio no es una profesión, con un
horario marcado: es una vida, una entrega total y
sin reservas a Dios. El pueblo de Dios
tiene derecho a que lo asista el sacerdote. Esto se les facilita si pueden
reconocer al sacerdote de entre las demás personas, si éste lleva un signo
externo. El
que desea trabajar como sacerdote de Cristo debe poder ser identificado como
tal para el beneficio de los fieles y el mejor desempeño de su misión.
4º – La sotana sirve para
preservar de muchos peligros.
¡A cuántas cosas se
atreverán los clérigos y religiosos si no fuera por el hábito! Esta
advertencia, que era sólo teórica cuando la escribía el ejemplar religioso P. Eduardo F. Regatillo, S. I., es
demasiadas veces una terrible realidad.
Primero, fueron cosas de poco bulto: entrar en bares, sitios de recreo, alternar con seglares,
pero poco a poco se ha ido cada vez a más.
Los modernistas quieren
hacernos creer que la sotana es un obstáculo para que el mensaje de Cristo
entre en el mundo. Pero al
suprimirla, han desaparecido las
credenciales y el mismo mensaje. De tal modo que ya algunos piensan que al
primero que hay que salvar es al mismo sacerdote que se despojó de la sotana
supuestamente para salvar a otros.
Hay que reconocer que la
sotana fortalece la vocación y disminuye las ocasiones de pecar para el que la
viste y los que lo rodean. De los miles que han abandonado el sacerdocio
después del Concilio Vaticano II, prácticamente ninguno abandonó la sotana el
día antes de irse: lo
habían hecho ya mucho antes.
5º – La sotana supone una
ayuda desinteresada a los demás.
El pueblo cristiano ve
en el sacerdote el hombre de Dios que no busca su bien particular sino el de
sus feligreses. La gente abre de par en par las puertas del
corazón para escuchar al padre que es común del pobre y del poderoso. Las
puertas de las oficinas y de los despachos por altos que sean se abren ante las
sotanas y los hábitos religiosos. ¿Quién le niega a
una monjita el pan que pide para sus pobres o sus ancianitos? Todo esto viene tradicionalmente unido a unos hábitos.
Este prestigio de la sotana se ha ido acumulando a base de tiempo, de
sacrificios, de abnegación. Y ahora, ¿se
desprenden de ella como si se tratara de un estorbo?
6º – La sotana impone la
moderación en el vestir.
La Iglesia preservó siempre
a sus sacerdotes del vicio de aparentar más de lo que se es y de la ostentación
dándoles un hábito sencillo en que no caben los lujos. La sotana es de una pieza (desde el cuello hasta los pies), de un color (negro) y de una forma (túnica).
Los armiños y ornamentos ricos se dejan para
el templo, pues esas distinciones no
adornan a la persona sino al ministro de Dios para que dé realce a las
ceremonias sagradas de la Iglesia.
Pero, vistiendo de paisano, le acosa
al sacerdote la vanidad como a cualquier mortal: las marcas, calidades de
telas, de tejidos, colores, etc. Ya no está todo tapado y justificado por el
humilde sayal. Al ponerse al nivel del mundo, éste lo zarandeará, a merced de
sus gustos y caprichos. Habrá
de ir con la moda y su voz ya no se dejará oír como la del que clamaba en el
desierto cubierto por el palio del profeta tejido con pelos de camello.
7º – La sotana es ejemplo
de obediencia al espíritu y legislación de la Iglesia.
Como uno que comparte el Santo
Sacerdocio de Cristo, el
sacerdote debe ser ejemplo de la humildad, la obediencia y la abnegación del
Salvador. La sotana le ayuda a practicar la pobreza, la humildad en el
vestuario, la obediencia a la disciplina de la Iglesia y el desprecio a las
cosas del mundo. Vistiendo la sotana, difícilmente se olvidará el
sacerdote de su papel importante y su misión sagrada o confundirá su traje y su
vida con la del mundo.
Estas siete
excelencias de la sotana podrán ser aumentadas con otras que le vengan a la
mente a usted. Pero, sean las que sean, la sotana por
siempre será el símbolo inconfundible del sacerdocio, porque así la Iglesia, en
su inmensa sabiduría, lo dispuso y ha dado maravillosos frutos a través de los
siglos.
Nota:
Conviene
recordar: Muchos
sacerdotes y religiosos mártires han pagado con su sangre el odio a la fe y a
la Iglesia desatado en las terribles persecuciones religiosas de los últimos
siglos. Muchos fueron asesinados sencillamente por vestir la sotana. El
sacerdote que viste su sotana es para todos un modelo de coherencia con los
ideales que profesa, a la vez que honra el cargo que ocupa en la sociedad
cristiana.
Si bien es cierto
que el hábito no hace al monje, también es cierto que el monje viste hábito y
lo viste con honor. ¿Qué podemos
pensar del militar que desprecia su uniforme? ¡Lo mismo que del cura que
desprecia su sotana!
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