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miércoles, 3 de abril de 2024

MEDITACIÓN: VIERNES DE PASCUA.

 

 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 

 

El Evangelio según San Mateo, XXVIII, 16-20.

 

 

 

   “Y los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había indicado. Y al verlo, adoraron, pero algunos dudaron. Y Jesús, acercándose, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan, enseñen a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todas las cosas que os he mandado; y he aquí, estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo.

 

 

 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

 

 

   Mañana meditaremos sobre la aparición de Jesucristo a Sus apóstoles en una montaña de Galilea, y haremos de las tres porciones de Su discurso en esa ocasión los tres puntos de nuestra meditación.

 

   —Luego tomaremos la resolución:

    muchas veces durante el día, realizar actos de fe en la infalibilidad de la Iglesia, y actos de amor hacia Jesucristo, que por amor a nosotros le dio este bendito privilegio;

   2º mantenernos recogidos y unidos a Jesucristo, que desea que estemos siempre con Él, como Él está siempre con nosotros.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de Nuestro Salvador: “He aquí, estoy contigo todos los días, hasta la consumación del mundo”. (Mat, XXVIII, 20).  

 

 

 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 

 

   Adoramos a Jesucristo al acercarse su ascensión reuniendo a sus apóstoles en una montaña de Galilea, y allí les dio la misión de predicar el evangelio a todas las naciones, y a sus sucesores la misión de predicarlo hasta el fin del mundo. Démosle gracias por esta misión, que interesa en el más alto grado a todo el universo y a todas las edades venideras. Admiremos el poder y la bondad que aquí se muestran. Alabemos el poder, amemos la bondad.

 

 

 

PRIMER PUNTOTodo Poder, dijo Jesucristo, me ha sido dado en el Cielo y en la Tierra.

 

 

   ¡Qué palabras, y qué más que un Hombre-Dios podría pronunciarlas! De hecho, a menudo hemos visto hombres investidos de un gran poder, pero siempre ha sido un poder limitado. ¿Quién ha tenido poder sobre los cielos y los vientos, sobre los truenos y las tormentas, sobre las enfermedades y la muerte? Jesucristo solo ha tenido poder ilimitado en el cielo y sobre la tierra; el poder de mandar a los elementos, de actuar según Su propia voluntad sobre toda la creación. De Él solo la gente asombrada ha podido decir: “¿Quién es éste a quien obedecen los vientos y las olas?”; ¡Oh omnipotente poder de mi Salvador! Te adoro y te bendigo con todo mi corazón. Tiemblo por los pecadores que no tiemblan ante tu omnipotencia, oh Jesús; pero me regocijo por los justos que te sirven, por los apóstoles que envías a la conquista del mundo. De hecho, son corderos en medio de lobos, pero ¿qué significa eso? No tienen nada que temer, ya que Tu omnipotencia los acompaña. Los defenderás de todos los asaltos; Los sostendrás en las dificultades y pruebas. ¡Oh, todopoderoso y buen Maestro! ¡Qué consuelo es verte a la cabeza de Tu Iglesia! ¡Cuánto honor y respeto no te debemos por lo que eres en ti mismo; de gratitud y amor por lo que has hecho en el pasado; de confianza para lo que harás en el futuro!

 

 

 

SEGUNDO PUNTOId, pues, dijo Jesucristo, enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que os he mandado.

 

 

 

   Estas palabras son consecuencia de las que las precedieron; es como si Jesucristo hubiera dicho: En virtud y con la ayuda de la omnipotencia que Me ha sido dada, ve y enseña a todas las naciones, convierte a todos los pueblos y extiende Mi imperio hasta los mismos extremos de la tierra. La empresa está, lo sé, más allá de sus fuerzas, pero no más allá de Mi omnipotencia. Doctores y depositarios de Mi doctrina, por vosotros se conservará en Mi Iglesia la fe que hace santos. ¡Benditos sois por ser elegidos para una misión tan hermosa, que glorifica a Dios y salva almas! Si, dijo Santa Catalina de Siena, alguien pudiera ver la belleza de una sola alma, moriría cien veces al día para salvarla. ¡Ojalá podamos estimar, a este elevado precio, las almas y la misión de salvarlas! “Bautiza a las naciones”, continuó Jesucristo, “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Gracias, Señor, gracias por esta revelación de la Santísima Trinidad, revelación la más clara y precisa que hasta entonces se haya hecho al mundo; gracias por esta institución del bautismo, que hace de cada uno de nosotros un hijo de Dios, un heredero del cielo y uno de Tus miembros; gracias por todos los sacramentos, de los cuales el bautismo es, por así decirlo, la puerta, y que son los maravillosos canales a través de los cuales tu gracia fluye sobre nosotros. “Enseñen a todas las naciones”, dijo de nuevo el Salvador, “a observar todo lo que les he mandado”. Lo entiendo, Dios mío; la fe sin obras es inútil; la fe es la antorcha que dirige (Sal. CXVIII, 105); nos muestra lo que debemos hacer; pero no podemos ser salvos excepto en la medida en que realmente lo hagamos y que actuemos por motivos de fe; porque las obras sin fe no tienen más mérito para la salvación que la fe sin obras. Aprendamos de ahí siempre a realizar nuestras obras para estar en armonía con nuestra fe.

 

 

 

 

TERCER PUNTOHe aquí, estoy con ustedes todos los días, hasta la consumación del mundo, dijo Jesucristo al terminar su discurso.

 

 

 

   ¡Qué magníficas palabras! Son los títulos de la Iglesia a la infalibilidad; porque si Jesucristo lo ayuda “todos los días” en su enseñanza, no puede ser engañado; el que escucha a la Iglesia, escucha a Jesucristo. ¡Oh delicioso consuelo! a Dios se hace a sí mismo la garantía de mi fe. Pero no es sólo mientras enseñan que Jesús está con Sus apóstoles; Él está incluso ahora con todos nosotros, a través del amor que nos tiene y que nos sigue a todas partes. ¡Tener a Jesucristo con nosotros! ¡Qué bien le hace el pensamiento al corazón que ama! ¿Puede uno estar en una sociedad más encantadora? ¡Qué bien le hace al corazón que se siente débil! ¿Qué debemos temer cuando tenemos Su omnipotencia con nosotros? Tener a Jesucristo con nosotros en el Sagrario bendito, donde podamos visitarlo todos los días, hablarle, exponerle nuestras alegrías y nuestras tristezas; tener a Jesús morando en el fondo de nuestro corazón si queremos encontrarlo allí, disfrutarlo mediante la práctica de la vida interior, del recogimiento y del amor: ¡qué importa la confianza y la paz!

 

MEDITACIÓN: JUEVES DE PASCUA

 


 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 

EL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (XX, 11-17). 

 

 

   María estaba de pie junto al sepulcro exterior, llorando. Mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabeza y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Le dicen: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. Cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús de pie; y ella no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: Señor, si lo has llevado de aquí, dime dónde lo has puesto, y me lo llevaré. Jesús le dijo: María. Ella, volviéndose, le dice: Rabboni (es decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre, pero ve a mis hermanos y diles que subo a mi Padre y a tu Padre, a mi Dios y a tu Dios.

 

 

 

 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

 

   Meditaremos mañana sobre la aparición de Cristo resucitado a María Magdalena, como se narra en el evangelio del día, y veremos,  el amor ardiente de esta santa alma en la búsqueda del Salvador;  la forma en que Jesús responde a su amor.

 

   —Luego tomaremos la resolución:

   1º a menudo realizar, durante el día, actos de amor hacia Nuestro Señor;

    cada vez que suene el reloj para animarnos a vivir mejor, y mejor a realizar la acción actual.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de la Sabiduría: “La Sabiduría la encuentran los que la buscan” (Sab. VI, 13).

 



 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 


 

   Adoramos a Jesucristo concediéndole a Santa María Magdalena el favor de ser la primera, después de la Santísima Virgen, a la que se apareció, después de salir del sepulcro. Felicitemos a esta ilustre amante de Nuestro Señor y, como ella, agradezcamos a Jesucristo diciendo: Buen Maestro. ¡Oh, cuán bueno es Él!, y cómo en verdad merece el amor de todo nuestro corazón.

 

 


PRIMER PUNTOEl amor ardiente mostrado por María Magdalena al buscar al Salvador.

 

 

Después de la muerte de Jesús, María Magdalena parecía no poder separarse de Aquel a quien había entregado todo su amor; corre hacia la tumba y, al ver que el cuerpo sagrado ya no está allí, imagina que se lo han llevado. ¿Dónde se ha puesto? Está decidida a descubrirlo, cueste lo que cueste; y en lugar de irse, como habían hecho los discípulos y las otras mujeres, se queda allí, retenida por el amor, para buscar a Aquel a quien ha perdido; mantenida allí por el dolor, para llorar por Aquel a quien no puede encontrar. Ella permanece en el lugar, sin temer nada, porque, después de haber perdido a Jesús, ya no tiene nada que perder. Jesús era la vida de su alma, y habiéndolo perdido, en su opinión, era más deseable morir que vivir, porque esperaba encontrar, al morir, a Aquel a quien no podría encontrar mientras vivía. Ella permanece allí y mira varias veces el sepulcro para ver si Jesús no está en él. ¿Por qué lloras? dijo el ángel que estaba sentado allí. “Se han llevado a mi Señor”, responde ella, “y no sé dónde lo han puesto” (Juan XX, 13). Gira la cabeza y percibe a un hombre; es Jesús, que se le presenta sin darse a conocer. “Señor, exclama, si lo has llevado de aquí, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré” (Juan XX, 15). Un deseo ardiente no admitirá que nada es imposible y hace que una persona sea capaz de todo. ¡Qué admirable es el amor de María Magdalena! ¡Y qué ardiente es! ¡Cuán intrépido es el deseo que la consume de encontrar a Jesús! ¡Feliz el alma que ama a Jesús hasta el punto de desearlo! Dios hace de nuestros deseos la medida de sus beneficios; ya menudo, con Él, las mayores bendiciones no cuestan más que un deseo. Si a veces pospone conceder nuestras peticiones en el mismo momento en que las ofrecemos, es sólo para hacer que deseemos más fervientemente sus gracias y para que las apreciemos mejor cuando nos las conceda. ¡Oh, si quisiéramos poseer a Jesús dentro de nosotros mediante el recogimiento y el amor, no digo como lo deseaba María Magdalena, sino sólo en la medida en que el hombre mundano desea riquezas y honores, cuán pronto deberíamos convertirnos en santos! Nuestra gran desgracia es no amar y, en consecuencia, no desear ardientemente nuestra perfección. Perdemos un poco y nos lamentamos por ello; perdemos a Jesús al perder el recogimiento, la humildad, la paciencia, la mortificación, la caridad, y no nos angustia en lo más mínimo, y no decimos con María Magdalena: “Dime dónde está. Estoy dispuesto a hacer todo lo posible para recuperarlo”. Roguemos al Salvador que infunda en nuestros corazones los ardientes deseos que nos harían santos.

 

 

 


SEGUNDO PUNTOCómo Jesús respondió al amor de María Magdalena.

 

 


   Santa María Magdalena, al principio, tenía solo una fe muy imperfecta, porque, al no haber encontrado a Jesucristo, supuso que había sido llevado, y no que había resucitado. Jesús, sin embargo, conmovido por su amor, le envía: dos ángeles vestidos de blanco, a quienes ve sentados en el mismo lugar donde había estado su cuerpo, uno a la cabeza, el otro a los pies; luego se le presenta en persona, bajo la forma humilde de un jardinero. Ella no lo reconoce, pero Él se le da a conocer con una sola palabra: “¡María!” Le dice a ella. Entonces María Magdalena ya no puede contenerse. Embriagada de alegría y de amor, cae a los pies de Jesús, exclamando: ¡Rabboni! buen maestro! A ella le encantaría quedarse allí para siempre, besando Sus sagrados pies, presionándolos contra sus labios y su corazón. No, dijo Jesús, debes hacer algo más que deleitarte en Mi presencia; tienes que ir pronto y encontrar a Mis hermanos, y decirles que he resucitado, y que pronto me verán ascender a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios. ¡Feliz María Magdalena! ella es la primera, después de María, a quien Jesús se ha mostrado; ella es la elegida del Salvador, que tal vez sea la apóstol de los mismos apóstoles, y vaya a anunciarles que Jesús ha resucitado. Ella obedece prontamente el mandamiento y nos enseña con su ejemplo que debemos saber dejar a Cristo, para consolar y ayudar a nuestro prójimo; que es mejor ser obediente y humilde que gozar de divinos consuelos; que no basta con amar que debemos hacer que Dios, a quien amamos, sea también amado por los demás; por último, que debemos saber moderar nuestro gozo, por santo y espiritual que sea, y no abandonarnos nunca del todo a él, no sea que caigamos en la tentación de cometer alguna falta de respeto que nos haga olvidar el temor reverencial que es por Dios y por la prudente aprensión de perder las gracias recibidas. ¡Qué lecciones preciosas se nos transmiten en este comportamiento de María Magdalena!


MEDITACIÓN: MIÉRCOLES DE PASCUA.

 


 

Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 

 

El Evangelio según San Juan (XXI, 1-13).

 

 

 

   “Después de esto, Jesús se mostró de nuevo a los discípulos en el mar de Tiberíades, donde habían pescado toda la noche y no habían pescado nada. Y cuando llegó la mañana, Jesús estaba en la orilla; sin embargo, los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Niños, ¿tenéis algo de comer? Ellos le respondieron: No. Él les dijo: Echad la red a la derecha del barco, y hallaréis. Por tanto, echaron; y ahora no podían sacarlo por la multitud de peces. Entonces el discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la túnica y se arrojó al mar. Pero los otros discípulos llegaron en el barco. Tan pronto como llegaron a tierra, vieron brasas encendidas, un pez sobre ellas y pan. Jesús les dijo: Traed los peces que habéis capturado. Simón Pedro subió y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque había tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: Venid a cenar. Y ninguno de ellos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres tú? sabiendo que era el Señor. Y Jesús vino, tomó pan y les dio y el pescado les dio de la misma manera”.

 

 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

 

   Meditaremos mañana sobre la aparición de Jesucristo a sus apóstoles en las orillas del lago de Tiberíades, como se narra en el evangelio del día, y veremos:  lo que hizo Jesucristo por sus apóstoles en esta aparición 2º lo que hicieron los apóstoles por él.

 

 

   —Luego tomaremos la resolución: 1º en nuestras relaciones con el prójimo imitar la caridad de Jesucristo en esta circunstancia llevar al servicio de Dios la valentía de los apóstoles y su docilidad a la gracia.

 

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras que San Juan aplicó a Jesucristo en ese momento: “Es el Señor” (Juan XXI, 7).

 

 

 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 

 

   Adoramos a Jesucristo impulsado por el amor a mostrarse a sus apóstoles a orillas del lago de Tiberíades. Démosle gracias por esta delicada atención conferida a sus queridos discípulos, y pidamos que nos dé una participación abundante en la gracia de este misterio.

 

 

 

 

PRIMER PUNTOLo que hizo Jesús por sus apóstoles en esta aparición.

 

 

   Los apóstoles, habiendo pescado toda la noche sin tomar nada, no tenían de qué subsistir. Jesús se apiada de su angustia y se acerca a ellos. Niños; Él les dice: ¿Tienen algo de carne? (Juan XXI. 5.) ¡Qué amable previsión! ¡Qué solicitud paternal en este Divino Salvador! Está a punto de satisfacer sus necesidades, pero veamos con qué condición: es con la condición de que trabajen. Porque el trabajo es la ley impuesta a todos los hijos de Adán, y la ociosidad es su ruina. “Echa la red”; Les dijo, “a la derecha del barco” (Juan XXI, 6). Palabras misteriosas, que significan que en todas nuestras acciones hay un lado bueno y uno malo; lo fundamental es elegir el lado correcto. El lado bueno es el lado de Dios y no el de la criatura; Siempre debemos considerar solo a Dios, sin buscarnos a nosotros mismos ni prestar atención a las opiniones humanas. El lado bueno es el lado de la gracia y no el de la naturaleza; No debemos dejarnos llevar a nada por las inclinaciones naturales, sino por los movimientos de la gracia, que son los únicos que deben regular toda nuestra conducta, nuestras diversiones y nuestro reposo, así como nuestros asuntos y ocupaciones. El lado bueno es el lado del cielo y no el de la tierra; debemos gobernarnos por máximas eternas, como hombres celestiales, que no tocan la tierra sino por pura necesidad. El lado bueno, por último, es el lado de la cruz, y no el de las delicias y los placeres; debemos unirnos a la cruz, que es la porción de los elegidos, y no a los goces de esta vida. ¡Qué bendiciones perdemos por no observar estas santas reglas! Mientras los apóstoles cumplían la orden que les había sido dada, Jesús enciende el fuego, cocina el pescado, pone la mesa, pone pan sobre ella y cuando todo está listo, “Venid a cenar”, les dice. Vienen trayendo a la orilla su red que contenía ciento cincuenta y tres grandes peces; y con sus manos divinas, él mismo sirve a sus amados discípulos. ¿Quién no admiraría la caridad de Jesucristo en esta circunstancia? una caridad previsora, que no podía soportar ver sufrir a sus discípulos sin aliviarlos; una caridad generosa, que, para prestarles un servicio, se condesciende a realizar con deleite las funciones más humildes; una caridad amable, que estudia cómo dar placer al prójimo.

 

 

SEGUNDO PUNTOLo que hicieron los apóstoles por Jesucristo en esta aparición.

 

 

   Cuatro cosas son dignas de mención en la conducta de los apóstoles:  obedecen inmediatamente el mandato del Salvador; echaron la red donde Jesús les había dicho, y allí se juntaron los peces. Ellos, que hasta entonces no habían capturado nada, capturan de un solo tiro, en cuanto obedecen, ciento cincuenta y tres grandes peces. Imitémoslos; seamos siempre dóciles a la gracia; hagámoslo todo mediante la obediencia, desde el deseo de agradar a Dios, de la manera que Dios quiere, y seremos bendecidos en todas nuestras obras. 2º Los apóstoles no reconocieron en un principio a Jesucristo; era necesario para que tuvieran una gracia especial y una luz especial, ¡y cuán pocos son los que se hacen dignos de esta gracia! cuán pocos se esfuerzan por reconocer a Jesucristo en sus misterios, en su doctrina y en su amor; cuán pocos ven y reconocen Su mano en todos los eventos, sean buenos o infelices. Conocer a Jesús es la ciencia de los santos, es el privilegio del amor y la pureza, como podemos ver por el ejemplo de San Juan, que fue el primero de los apóstoles en reconocer a su buen Maestro, y exclamar: “Es el Señor”. 3º Al oír estas palabras del discípulo virgen, Pedro se ciñe la túnica y se arroja al agua para llegar antes a los pies de Jesús. El ardor de sus deseos lo hace ajeno al peligro y la dificultad. Los corazones fervientes no se ahorran nada. En cuanto se trata de servir a Dios, se entregan y se lanzan hacia adelante, mientras que los cobardes y los tibios dudan, les falta resolución y temen los problemas. 4º. Los apóstoles, durante su comida, se comportan con respeto, adoran, admiran, gozan en silencio de la dulzura de la conversación y de las miradas que les dirige Jesús; pero nadie se atreve a preguntarle: “¿Quién eres tú? sabiendo que es el Señor” (Juan XXI, 12). Así actúan las almas fieles; la bondad de Nuestro Señor los confunde y humilla de tal manera que no se atreven a interrogarlo ni a hacerle preguntas vanas ni a entregarse a investigaciones vanas, sabiendo que es el Señor, cuya conducta exige de nosotros veneración y amor. Cuanto más cerca están de Él, más respeto le tienen; y si a veces preguntan, ¿quién eres tú? es sólo con el objeto de conocerlo mejor, para que puedan humillarse por su pequeñez en presencia de tanta grandeza. ¡Oh Señor, no me atrevo a levantar los ojos para mirarte, ni abrir la boca para hablarte! No soy más que un gusano miserable que se arrastra a Tus pies en el polvo, más pobre y más miserable de lo que puedo entender; No soy nada, no puedo hacer nada. Tú solo eres bueno, justo y santo; Derrama sobre mí Tu infinita misericordia.