SANTO DOMINGO DEL VAL
Santo Domingo del Val es el modelo y el patrón de los
Acólitos.
Nació en Zaragoza el año 1243, y desde los
primeros años mostró su inclinación a la piedad y a la virtud. A los seis años
entró a servir al Señor en la iglesia Catedral de la Seo, como infante de Coro.
Entre todos los infantes se distinguía por
su modestia, por su inocencia y por su piedad. A cuantos le veían arrodillado
ante el altar, embelesaban aquél su modesto continente y el devoto recogimiento
con que asistía a las santas funciones. Bien se conocía que su espíritu
angelical hallaba sus complacencias en el servicio del Señor. Gozaba en cantar
las divinas alabanzas, y su voz dulce reflejaba a la vez el candor de su
inocencia y el amor divino que le abrasaba.
Su piedad en los divinos oficios, su asiduidad en la iglesia
y su caridad para los pobres desamparados atraían sobre Dominguito las miradas
de todos. También atrajeron las de los judíos, que al reparar en él le cobraron
odio y le escogieron como blanco en que ejecutar los criminales designios de
odio contra los cristianos.
Era un día del mes de agosto. Concluidos los
divinos oficios, Dominguito regresaba de la iglesia a su casa, cuando de
improviso se apoderaron de él unos judíos, le llevaron a su reunión y allí le
martirizaron. Le arrimaron a una pared y renovaran en él la Pasión del Divino
Redentor: le
crucificaron, traspasándole con clavos los pies y manos; le abrieron el costado
con una lanza, y cuando hubo expirado le enterraron a orillas del Ebro.
Mas el cielo glorificó con prodigios al
Santo Mártir. Su cuerpo fué descubierto milagrosamente y trasladado en triunfo
hasta la santa iglesia Catedral.
Desde entonces se le da incesante culto en
su santa Capilla, y especialmente es venerado por los Infantes de Coro, que le
tienen por Patrón. Su fiesta se celebra el 31 de agosto.
Aprende tú de tu Patrón Santo Dominguito a
ser bueno, a amar las cosas y funciones de la iglesia, a estar en ella con
devoción y compostura.
Como tu Santo Patrón, sé
muy devoto de la Santísima Virgen y no te olvides de visitar a Jesús Sacramentado.
. .
Así el buen Jesús, a
cuyo servicio te quieres consagrar, te bendecirá en esta vida y te dará una
gran recompensa en el cielo.
ÁNGELES DEL ALTAR
Gregorio Martínez de
Antoñana, C.M.F.
Censor de la Academia Litúrgica de Roma
(1957).
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