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domingo, 29 de marzo de 2020

Quinto Domingo de Cuaresma: LA PASIÓN DE CRISTO.




    Como Moisés levantó la serpiente en el desierto; así también es necesario que sea levantado el Hijo del hombre; para que todo aquél que crea en él, no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 14-15).


   Tres cosas se han de considerar aquí:


1º) La figura de la Pasión: Como Moisés levantó la serpiente en el desierto. Al decir el pueblo judío: A nuestra alma le da náuseas este manjar de poquísima substancia (Num 21, 5), el Señor envió serpientes para vengarse; después ordenó que se hiciese para remedio una serpiente de bronce, que fue remedio contra las serpientes y figura de la Pasión. Propio de la serpiente es tener veneno, más la serpiente de bronce no tuvo veneno, sino que fue figura de la serpiente venenosa. Así, Cristo no tuvo pecado, que es veneno, sino que tuvo semejanza de pecado, como dice el Apóstol: Enviando Dios a Su Hijo en semejanza de carne de pecado (Rom 8, 3). Por lo tanto, tuvo Cristo el efecto de la serpiente contra el movimiento de las concupiscencias encendidas.


    2º) Modo de la Pasión: Así es también necesario que sea levantado el Hijo del hombre, lo cual se entiende de la elevación de la Cruz. Pero quiso morir levantado:

    Para purificar las cosas celestiales. Ya había purificado la tierra con la santidad de su vida; restaba purificar las celestiales por la muerte.

   Para triunfar de los demonios que en el aire preparan la guerra.

   Para atraer a sí mismo nuestros corazones. Si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo (Jn 12, 32).

    Porque fue exaltado en la muerte de Cruz, en cuanto que allí triunfó de los enemigos; de ahí que no se llame muerte sino exaltación. Del torrente beberá en el camino, por lo cual ensalzará la cabeza (Sal 109, 7).

   Porque la Cruz fue causa de su exaltación. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo ensalzó (Filip 2, 8-9).

3º) Fruto de la Pasión. El fruto es la vida eterna. Por eso dice: Para que todo aquél que crea en él, obrando bien, no perezca, sino que tenga vida eterna. Este fruto corresponde al fruto de la serpiente figurativa. Porque cualesquiera que miraban la serpiente de bronce, eran librados del veneno y sus vidas eran preservadas. Contempla al Hijo del hombre exaltado el que cree en Cristo crucificado, y así es librado del veneno y del pecado, y es reservado para la vida eterna.


(In Joan., III)



MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino

Sábado de la cuarta semana de Cuaresma: NO EXISTIÓ OTRO MODO MÁS CONVENIENTE QUE LA PASIÓN DE CRISTO PARA LIBRAR AL GÉNERO HUMANO.






   Algún modo es tanto más conveniente para conseguir un fin, cuanto por el mismo concurren mayor número de cosas que son ventajosas para ese fin. Mas por el hecho de haber sido liberado el hombre por la Pasión de Cristo, concurren muchas cosas pertenecientes a la salvación del hombre, además de la liberación del pecado.


   1º) Porque por esto conoce el hombre cuánto le ama Dios, y por ello es excitado a amar a aquél en el que consiste la perfección de la salvación humana; por lo cual dice el Apóstol: Dios hace brillar su caridad en nosotros; porque aun cuando éramos pecadores, en su tiempo murió Cristo por nosotros (Rom 5, 8).


   2º) Porque por esto nos dio ejemplo de obediencia, humildad, constancia, justicia y demás virtudes, manifestadas en la Pasión de Cristo, las cuales son necesarias para la salvación humana. Por eso se dice: Cristo padeció también por nosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas (I Ped 2, 21).


    3º) Cristo, por medio de su Pasión, no sólo libró al hombre del pecado, sino también le mereció la gracia justificante y la gloria de la bienaventuranza.


    4º) Por esto impuso en el hombre mayor necesidad de conservarse libre del pecado, al pensar que ha sido redimido del pecado por la sangre de Cristo, como dice el Apóstol: Comprados fuisteis por grande precio. Glorificad a Dios, y llevadle en vuestro cuerpo (I Cor 6, 20).


    5º) Porque esto redundó en mayor dignidad de Cristo, de modo que, así como el hombre había sido vencido y engañado por el diablo, así también fuese el hombre quien venciese al diablo; y así como el hombre mereció la muerte, del mismo modo el hombre venciese a la muerte muriendo. Por eso se dice: Gracias a Dios, que nos dio la victoria por nuestro Señor Jesucristo (Cor 15, 57).




(3ª, q. XLVI, a. 3)






MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino

viernes, 27 de marzo de 2020

Viernes de la cuarta semana de Cuaresma: LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DEL SEÑOR.





   I. Por la sangre de Cristo fue confirmado el nuevo Testamento. Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre (1 Cor 11, 25)


   La palabra testamento se emplea de dos maneras:

   1º) Comúnmente por todo pacto. En este sentido Dios concertó dos pactos con el género humano: prometiéndole bienes temporales y librándolo de males temporales, lo cual se llama antiguo testamento; y prometiendo bienes espirituales y librando de los males opuestos a ellos, lo cual se llama nuevo testamento. Haré nueva alianza con la casa de Israel, y con la casa de Judá; no según el pacto que hice con los padres de ellas, en el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto... Mas éste será el pacto... Pondré mi ley en las entrañas de ellos... y yo seré su Dios (Jer 31, 31-33) Había entre los antiguos la costumbre de derramar la sangre de alguna víctima para confirmar el pacto. De este modo Moisés tomó la sangre y la esparció sobre el pueblo y dijo: Ésta es la sangre de la alianza que ha concertado el Señor con vosotros (Gen 24, 8) Por lo tanto, así como el antiguo testamento o pacto fue confirmado con la sangre figurativa de los toros, del mismo modo el nuevo testamento o pacto fue confirmado con la sangre de Cristo, que fue derramada por la Pasión.


   2º) En su segunda acepción la voz testamento se toma más restringidamente por la disposición de la herencia que ha de percibirse. Tomado así el testamento, no se confirma sino por la muerte, pues como dice el Apóstol: Porque el testamento no tiene fuerza sino por la muerte; de otra manera no vale mientras que vive el que hizo el testamento (Hebr 9, 17) Dios había tomado primeramente disposición acerca de la herencia eterna, mas bajo la figura de los bienes temporales, lo cual pertenece al antiguo testamento. Posteriormente hizo el nuevo testamento prometiendo expresamente la herencia eterna, lo cual fue confirmado efectivamente por la sangre de la muerte de Cristo. Por consiguiente, dijo el Señor acerca de esto: Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre, como si dijese: Por lo que se contiene en este cáliz, se conmemora el nuevo testamento, confirmado por la sangre de Cristo.


(In I Cor., XI)



   II. Otras utilidades de la sangre de Cristo:

   1º) La purificación de nuestros pecados e inmundicias. Nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apoc 1, 5).

   2º) Nuestra redención. Nos has redimido para Dios en tu sangre (Ibíd. 5, 9)

   3º) Nuestra reconciliación con Dios y con los ángeles. Pacificando por la sangre de su cruz, tanto lo que está en la tierra, como lo que está en el cielo (Col 1, 20).

   4º) La bebida y embriaguez de los que la toman. Bebed de éste todos (Mt 26, 27). Para que bebiera sangre purísima de uva (Deut 32, 14).

   5º) Apertura de la puerta celestial. Por tanto, hermanos, teniendo confianza de entrar en el santuario por la sangre de Cristo (Hebr 10, 19), esto es, la oración continua por nosotros ante Dios. Porque todos los días la sangre clama al Padre por nosotros. Os habéis llegado... a la aspersión de la sangre, que habla mejor que la de Abel (Hebr 12, 22-29). La sangre de Abel clamó venganza, la sangre de Cristo pide indulgencia.

   6º) Sacar del infierno a los santos. Tú también por la sangre de tu testamento hiciste salir tus cautivos del lago en que no hay agua (Zac 9, 11).


 (Serm., in Dom. de Passione)


MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino


jueves, 26 de marzo de 2020

Jueves de la cuarta semana de Cuaresma: MUERTE DE LÁZARO.




    I. Lázaro, nuestro amigo, duerme (Jn 11, 11).


    Amigo, esto es: por los muchos beneficios y obsequios que nos prestó, y por eso no debernos faltarle en la necesidad.

  Duerme. Por lo que es necesario socorrerlo. El hermano se experimenta en las angustias (Prov 17, 17) Duerme, repito, como dice San Agustín: “Dormía para el Señor, pero estaba muerto para los hombres, que no podían resucitarlo” (Tract., 49.)

   El sueño se entiende de diversas maneras: por el sueño natural, por la negligencia, por el sueño de la culpa, por el descanso de la contemplación, por el reposo de la gloria futura, y a veces por la muerte, como lo emplea el Apóstol: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros, que no tienen esperanza (1 Tes 4, 12).


   Pero la muerte se llama sueño a causa de la esperanza de la resurrección, y por lo tanto la muerte suele ser llamada “dormición”, desde el tiempo en que Cristo murió y resucitó: Yo dormí, y tuve profundo sueño (Sal 3, 6).


   Mas voy a despertarle del sueño (Jn 11, 11) En esto da a entender Jesús que con la misma facilidad podía resucitar a Lázaro del sepulcro que despertar al que duerme en el lecho. Lo cual no es de admirar, porque él es el que resucita a los muertos y les da la vida. Por eso dice él mismo: Viene la hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios (Jn 5, 28).


    III. Vayamos a él. En lo cual se muestra la clemencia de Dios, puesto que, no pudiendo los hombres acercarse por sí mismos a él en estado de pecado y como muertos, los atrae misericordiosamente previniéndolos, conforme a lo que se dice en Jeremías: Con amor perpetuo te amé; por eso te atraje, teniendo misericordia (31, 3).


   IV. Vino, pues, Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro (Jn 11, 17) Según San Agustín, Lázaro, muerto de cuatro días, representa al hombre pecador retenido por la muerte de cuatro pecados: 1º, del pecado original; 2º, el pecado actual contra la ley natural; 3º, el pecado actual contra la ley escrita; 4º, el pecado actual contra la ley del Evangelio y de la gracia (Tract., 49).


   O, de otro modo, el primer día es el pecado del corazón: Apartad de mis ojos la malignidad de vuestros pensamientos (Is 1, 16)
   El segundo día es el pecado de boca: Ninguna palabra mala salga de vuestra boca (Ef 4, 29)

   El tercer día es el pecado de obra, del cual dice Isaías: Cesad de obrar perversamente (Is 1, 16)

   El cuarto día es el pecado de la costumbre perversa. Como quiera que se exponga, el Señor sana alguna vez a los muertos que tienen cuatro días, es decir, a los que quebrantan la ley del Evangelio, y a los retenidos por la costumbre del pecado.


(In Joan., XI)


MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino


miércoles, 25 de marzo de 2020

Miércoles de la cuarta semana de Cuaresma: EL AMIGO DIVINO.





   Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: Señor, he aquí que el que amas está enfermo (Jn 11, 3).


   Tres cosas se ofrecen aquí a nuestra consideración:

   La primera, que los amigos de Cristo son a veces afligidos corporalmente, Por esto no es una señal de que uno no es amigo de Dios, si alguna vez es afligido corporalmente, como arguyó erróneamente Elifaz contra Job: Recapacita, te ruego, ¿qué inocente pereció jamás, o cuándo los justos fueron destruidos? (Job 4, 7) Por eso dicen (las hermanas de Lázaro): he aquí que el que amas está enfermo. Y en los Proverbios se lee: Al que ama el Señor, lo castiga, y se complace en él, como un padre en su hijo (3, 12).


   La segunda cosa es que no dicen: “Señor, ven, sánalo”; sino únicamente exponen la enfermedad, diciendo: Está enfermo. En lo cual se indica que basta al amigo exponer solamente la necesidad, sin añadir ninguna petición; porque el amigo, cuando quiere el bien de su amigo como el suyo propio, así como es solícito para repeler su mal, del mismo modo lo es también para repeler el mal de su amigo. Y esto es principalmente verdadero en aquel que ama verdaderamente: Guarda el Señor a todos los que le aman.


(Sal 144, 20)


   La tercera es que, deseando estas dos hermanas la curación de su hermano enfermo, no se llegaron personalmente a Cristo, como el paralítico y el centurión, y esto por la confianza que tenían con Cristo, por el amor especial y la familiaridad que Cristo les había mostrado; y tal vez el llanto las detenía, como dice San Juan Crisóstomo: Si fuera firme el amigo, dice el Eclesiástico, será para ti como un igual, y obrará con confianza en tus cosas domésticas (6, 11)


(In Joan., XI)



MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino

martes, 24 de marzo de 2020

Martes de la cuarta semana de Cuaresma: EJEMPLO DE CRISTO CRUCIFICADO.





   Cristo tomó la naturaleza humana para reparar la caída del hombre. Fue, por lo tanto, necesario que Cristo padeciese y ejecutase según la naturaleza humana todo aquello que puede darse como remedio contra la caída del pecado.


   El pecado del hombre consiste en que el hombre se da a los bienes corporales, y abandona los bienes espirituales. Fue, así, conveniente que el Hijo de Dios, por lo que hizo y padeció en la naturaleza humana que había tomado, se mostrase tal que los hombres tuviesen por nada los bienes y los males temporales, y no se diesen menos intensamente a los bienes espirituales, impedidos por el desordenado afecto hacia los temporales.


   Por eso eligió Cristo padres pobres pero perfectos en virtud, para que nadie se gloriase de la sola nobleza de la carne y de las riquezas de los padres.


   Llevó vida pobre, para enseñarnos a despreciar las riquezas.


   Vivió privado de dignidades, para apartar a los hombres del apetito desordenado de los honores.


   Padeció trabajos, sed, hambre y azotes del cuerpo, para que los hombres, tentados por las delicias y voluptuosidades, no se desviasen del bien de la virtud a causa de las asperezas de esta vida.


   Sufrió, por último, la muerte, para que no abandonasen algunos la verdad, por el temor de la muerte. Y para que nadie temiese padecer muerte ignominiosa por la verdad, eligió el género de muerte más ignominioso, esto es, la muerte de cruz.


   Fue, también, conveniente que el Hijo de Dios hecho hombre sufriese la muerte, para excitar a los hombres con su ejemplo a la virtud, a fin de que de este modo fuera verdad lo que dice San Pedro: Cristo padeció también por nosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas (I Ped 2, 21)



(Contra Armen. Sarac., VII)



   Mas Cristo padeció por nosotros, dejando ejemplo de tribulación, de afrentas, de azotes, de cruz, para que sigamos sus pisadas. Si sufriéremos tribulaciones y padecimientos por Cristo, reinaremos también con él en la eterna bienaventuranza. A este respecto dice San Bernardo: “Qué pocos, Señor, quieren ir detrás de ti, siendo así que no hay nadie que no quiera llegar a ti, sabiendo todos que los deleites están a tu diestra hasta el fin; por eso todos quieren gozarte, pero no quieren imitarte de la misma manera; desean reinar contigo, pero no sufrir contigo; no se cuidan de buscar, a quien, sin embargo, desean hallar, ansiando conseguir, pero no seguir.”


(De Humanitate Christi, cap. 47)




MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino