Cristo probó su resurrección de tres
maneras: por
la vista: Ved mis manos y mis pies (Lc 34, 39); por el tacto, por lo cual continúa: palpad y ved, que el
espíritu no tiene carne; por el gusto: Mas como aún no le acabasen de creer y
estuviesen maravillados de gozo, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? (Ibíd. 41) Del mismo modo se demuestra la
resurrección espiritual.
I. Por el aspecto de santidad: A este modo ha de brillar vuestra luz delante
de los hombres (Mt 5, 16). San Agustín dice: “No ponga allí el hombre
su fin, sino refiéralo a la alabanza de Dios; de ahí que prosiga e evangelista:
y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos. El haber mostrado el Señor
las manos y los pies significa que la resurrección espiritual se manifiesta por
el sentimiento del amor divino y por el efecto de la buena obra. Por eso dice
el Evangelista: Tienes nombre, que vives, y estás muerto (Apoc 3, 1), a saber,
por falta de amor divino y falta de buenas obras.”
II. Por el contacto de la adversidad. En varios lugares de la Escritura se
lee: El horno prueba las
vasijas del ollero, y a los hombres justos la tentación de tribulación (Ecl 27, 6): El oro se prueba en la hornaza (Prov. 27, 21), esto es, el hombre es probado por la
tribulación. Acércate aquí, hijo mío, para que te toque (Gen 27, 21). Las cosas que antes no quería tocar mi alma,
ahora por la congoja son mi comida
(Job
6, 7). A esto dice la
Glosa: “Las cosas tristes del
mundo son mi manjar a causa de la angustia. Ahora son manjares dulces a causa
del amor y del deseo del cielo.”
Cuando el Señor
dijo: Palpad y ved, que el
espíritu no tiene carne (Lc 24, 39),
significa místicamente que el hombre espiritual no se apoya en los consuelos
carnales, sino en la esperanza de la patria celestial, que hace que no tema
padecer las asperezas. Y sería éste mi consuelo, que afligiéndome con dolor no me perdonara (Job 6, 10).
III. Por el gusto de la suavidad interior y eterna. Pensad en las cosas de arriba (Col 3, 2). Por lo cual dice San
Bernardo: “El que, después de las lamentaciones
de la penitencia no retorna a los consuelos carnales, sino que se abandona con
confianza a la misericordia divina, y se adentra en la devoción y gozo en el
Espíritu Santo, y no tanto se compunge con el recuerdo de los pecados pasados
cuanto se deleita en el recuerdo y se inflama en el deseo de los premios
eternos, este ciertamente resucitará con Cristo; porque el deleite santo no es
para el que está preocupado de los deseos mundanos. Ni pueden mezclarse cosas
verdaderas con las vanas, las eternas con las caducas, las espirituales con las
carnales, las ínfimas con las sublimes, de modo que guste igualmente las cosas
de arriba y las de la tierra.”
El que el Señor haga parte del pez asado y
panal de miel simboliza místicamente que los resucitados espiritualmente deben
gustar de antemano la dulzura de su divinidad y humanidad, simbolizadas por el
pez asado y el panal de miel. San Gregorio dice: “¿Qué creemos que
significa el pez asado, sino el crucificado mediador entre Dios y los hombres?
Él se dignó ocultarse en las aguas del género humano, quiso ser cautivado con
el lazo de nuestra muerte, y fue como asado por la tribulación en el tiempo de
su Pasión. Pero el que se dignó hacerse pez asado en la Pasión, fue para
nosotros panal de miel en la resurrección; y el que quiso que la tribulación de
su Pasión fuese figurada en el pez asado, quiso asimismo expresar las dos
naturalezas de su persona en el panal de miel; porque el panal es miel en la
cera; la miel en la cera es la divinidad en la humanidad” (Homil. XXIV, in Joan. XXI, 1-14.).
.
(De Humanitate Christi, LVII)
MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino
No hay comentarios:
Publicar un comentario