Primeramente, pedirás la gracia al Señor
por intercesión de su bendita Madre, María Santísima.
Después harás el examen; si no te
has confesado en mucho tiempo, lo harás siguiendo los Mandamiento; pero si acostumbras
a confesarte a menudo, lo harás por lo que hayas faltado a Dios, al prójimo y a
ti misma por comisión y omisión.
Luego procurarás excitarte al
dolor de tus pecados, acercándote al confesor con aquella humildad, confusión y
dolor con que el hijo pródigo se acercó a su padre, o con el arrepentimiento
que tuvo la Magdalena al acercarse a Jesucristo.
Ponte, si hay otros aguardando, en
el lugar correspondiente, y con el posible recogimiento te excitarás más y más
al dolor de tus pecados, repitiendo a menudo los actos de contrición y atrición.
Cuando te corresponda confesarte
te persignarás y santiguarás, y profundamente inclinada dirás: Yo pecadora, etcétera, y darás principio a la confesión de
este modo:
Padre, hace tantos días que no me he confesado.
Cumplí la penitencia, o no. Tengo tal estado. He examinado la conciencia, y me
acuso:
En primer lugar, de haber faltado en tales
cosas. (Aquí se dirá la falta.)
En segundo lugar, de haber sido omisa en tal
y tal cosa.
En tercer lugar, de haber dicho tal o tales
palabras que no debía, etc., etc.
Por materia más cierta de este Sacramento,
me acuso de todos los pecados de mi vida pasada cometidos contra tal
Mandamiento (aquí se dirá el Mandamiento en que hayas faltado en la vida
pasada), confesado ya, y en particular del primero y último, y del que es más grave
en la presencia divina; de éstos y de todos me acuso y pido con toda humildad
perdón a Dios, y a vos, Padre, la penitencia y absolución con propósito de
enmendarme asistida de la divina gracia.
Escucharás después con atención las
palabras o la exhortación que te hará el Padre confesor, al cual responderás con
brevedad é ingenuamente a las preguntas que te hiciere; y mientras hablare el
confesor debes estar atenta, sin pararte en examinar si te ha quedado algo que
decir, ni distraerte en otras cosas; finalmente, al tiempo de recibir la
absolución dirás el acto de Contrición: Señor mío Jesucristo, etc.
Será bueno que la persona que
trata de perfección dé cuenta, no en cada confesión, sino de vez en cuando, a
su director cómo le va en la oración, si es puntual, si se ha detenido en ella todo
el tiempo señalado, si en la víspera se prepara a ella leyendo el punto, si
nota lo principal que le pasa, etc.
Con este método se puede
fácilmente confesar, y con poco tiempo adelantar en la perfección y llegar por
este camino a la patria celestial, a la cual, y no a otro fin, deben dirigirse
nuestros pensamientos, obras y deseos.
DEVOCIONARIO.
POR
GABINO CHÁVEZ (Presbítero). —1894.
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