EL RESPETO HUMANO ES UNA ESCLAVITUD.
Que cosa más servil que quedar reducidos, o
más bien reducirnos a nosotros mismos a la necesidad de conformar nuestra
religión al capricho de otro, y practicarla, no según el Evangelio, sino según
las ideas de los demás, no dar señales de profesarla, ni cumplir los deberes
que nos impone, siendo tan solo cristianos según el capricho ajeno.
San Agustín condena
a los sabios del paganismo, a quienes la razón manifestaba la de un Dios único,
y que adoraban a varios por respeto humano.
Y por otro respeto humano, el cobarde
cristiano no sirve al Dios que conoce y en quien cree. Aquéllos eran
supersticiosos e idólatras; y éste, por respeto humano, es hoy infiel e impío. Aquéllos, para no atraerse el odio de los pueblos,
practicaban lo que condenaban, adoraban lo que despreciaban, profesaban lo que
detestaban, dice S. Agustín: Los
paganos remedaban a los devotos (Lib. de Civit.), dice Bourdaloue,
y
nosotros remedamos a los ateos. En ellos no era más que una ficción que sólo interesaba a
las dignidades falsas; pero la nuestra es una
abominación real. (Sermón sobre el respeto
humano).
Obrar
así es hacernos esclavos; y nacidos libres, debemos serlo inviolablemente por
Dios, a quien debemos fe, respeto, adoración, reconocimiento y amor...
EL RESPETO HUMANO ES DEBILIDAD Y COBARDÍA.
En el tiempo de la pasión, la sirvienta que estaba a la puerta dijo a
Pedro; ¿Eres
también uno de los discípulos de este hombre? Y él
contestó; No
lo soy; (Juan 18, 17). Tal
es la debilidad y la cobardía del respeto humano...
El que teme al hombre caerá de repente, dicen
los Proverbios. No han invocado al Señor, dice
el Salmista, se han estremecido de terror allí
donde no había que temer.
¿Qué cobardía, por ejemplo, no atreverse a
manifestarse cristiano con una sencilla señal de la cruz? ¿No es la cruz, dice S. Agustín, la que nos bendice y el agua que nos
regenera, y el sacrificio que nos alimenta, y la unción santa que nos
fortifica? (Tract.
CXXVIII. in Joann).
El respeto humano es cosa indigna y cobarde...
Nada degrada, envilece ni deshonra al hombre como el respeto humano...
¿Qué es lo que nos contiene? Una palabra,
un signo, una chanza... ¡Que pequeñez de espíritu,
y que mezquindad de corazón!... En vano tratamos de ocultar esta
debilidad y esta cobardía...
“TESOROS”
De Cornelio Á. Lápide. — 1882.
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