Motu Propio: “Sacrorum
Antistitum”
Impuesto al clero en septiembre
de 1910
por S.S. Pío X
El 1 de Septiembre el papa Pío X
impuso al clero el Juramento antimodernista para neutralizar la herejía
modernista
Juramento para ser proferido por
todos los miembros del clero, pastores, confesores, predicadores, superiores
religiosos y profesores en seminarios de filosofía y teología.
Motu proprio “Sacrorum Antistitum” con el juramento antimodernista que todo
el clero debía prestar a partir del subdiaconado.
Acepto las verdades declaradas por el magisterio
infalible de la Iglesia.
«Yo, ________ abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades
que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y
declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos
contra los errores de estos tiempos.
La existencia de Dios es demostrable con certeza
En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede
ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de
las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación,
como la causa por su efecto.
En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la
revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales, en primer lugar, los milagros y las profecías, como
signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos
argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de
todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.
La Iglesia fundada por Cristo
En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido
instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e
histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la
jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.
La Tradición apostólica
En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres
ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y
la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética
de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del
que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que
consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su
vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia
humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería
susceptible en el futuro de un progreso
indefinido.
Adhesión del intelecto a la Verdad divinamente revelada.
En quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que
surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el
movimiento de la voluntad moralmente informada, sino que un verdadero
asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente,
asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios
cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado
por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Señor. Más aún, con la debida
reverencia, me someto y adhiero con todo mi corazón a las condenaciones,
declaraciones y todas las prescripciones contenidas en la encíclica Pascendi y en el decreto
Lamentabili, especialmente aquellas concernientes a lo que se conoce como
la historia de los dogmas.
Rechazo asimismo el error de aquellos que dicen que la fe sostenida por la Iglesia contradice a la historia, y que
los dogmas católicos, en el sentido en que ahora se entienden, son irreconciliables
con una visión más realista de los orígenes de la religión cristiana.
Condeno y rechazo la opinión de aquellos que dicen que un cristiano bien
educado asume una doble personalidad, la de un creyente y al mismo tiempo la de
un historiador, como si fuera permisible
para un historiador sostener cosas que contradigan la fe del creyente, o
establecer premisas las cuales, provisto que no haya una negación directa de
los dogmas, llevarían a la conclusión de que los dogmas son o bien falsos, o
bien dudosos.
La verdadera exégesis de la Escritura se funda en los
Padres eclesiásticos
Repruebo también el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura
que, apartándose de la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y las
normas de la Sede Apostólica, abraza los errores de los racionalistas y
licenciosamente y sin prudencia abrazan la crítica
textual como la única y suprema norma.
Rechazo también la opinión de aquellos que sostienen que un profesor
enseñando o escribiendo acerca de una materia histórico-teológica debiera
primero poner a un costado cualquier opinión preconcebida acerca del origen
sobrenatural de la tradición católica o acerca de la promesa divina de
preservar por siempre toda la verdad revelada; y de que deberían interpretar
los escritos de cada uno de los Padres solamente
por medio de principios científicos, excluyendo toda autoridad sagrada, y
con la misma libertad de juicio que es común en la investigación de todos los
documentos históricos ordinarios.
Rechazo del panteísmo modernista
Declaro estar completamente opuesto al error
de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la sagrada
tradición; o, lo que es mucho peor, decir que la hay, pero en un sentido
panteísta, con el resultado de que no quedaría nada más que este simple
hecho—uno a ser puesto a la par con los hechos ordinarios de la historia, a
saber, el hecho de que un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y
talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada
por Cristo y sus apóstoles.
Prometo que he de sostener todos estos artículos fiel, entera y sinceramente,
y que he de guardarlos inviolados, sin desviarme de ellos en la enseñanza o en
ninguna otra manera de escrito o de palabra. Esto prometo, esto juro, así me
ayude Dios, y estos santos Evangelios».
San Pío X
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