La
familia, como su mismo nombre lo indica, quiere decir “servidumbre”
—de la palabra latina “fanmlus” o sea sirviente—.
Es, en sí misma, una agrupación de personas unidas por lazos consanguíneos o de
afecto y ligadas por derechos y deberes para el servicio mutuo En su acepción más
sencilla es la sociedad formada por una mujer y un hombre unidos en matrimonio
y sus hijos. En una concepción más amplia incluye a otros parientes e incluso a
personas sin parentesco alguno, pero que viven bajo un mismo techo y actúan bajo
las órdenes de un jefe de familia.
De estas definiciones podemos deducir “la grandeza de la familia”. A
primera vista, la palabra servidumbre choca. Nuestro primer impulso —siempre
egoísta y orgulloso— rechaza todo lo que nos lleva a servir, a sacrificamos, a
dar. Hemos sido creados para conocer, amar y servir
a Dios y así ganar el cielo, pero nuestra naturaleza caída por el pecado
original hace de nuestra vida una Lucha constante entre servir a Dios, Nuestro Señor,
o querer que todos nos sirvan a nosotros, inclusive el mismo Dios. Y
—precisamente— esa es la grandeza de la familia: es
una institución en donde recibimos la ayuda que necesitamos de los demás —el
sustento del padre, su guía, su ejemplo, el cariño de la madre, sus cuidados,
su apoyo; la comprensión de los abuelos, sus mimos, su experiencia, la ayuda mutua
entre los esposos, la compañía de los hermanos, la atención de los ancianos—, pero
también es el lugar en dónde nos enseñamos a dar, a vencer nuestro egoísmo, a
combatir nuestro orgullo, en una palabra a “amar”.
Bendita
familia la que tenemos, con pocos o con muchos defectos de sus diferentes
miembros, pero familia al fin en donde recibimos tantas cosas que necesitamos,
que por cotidianas nos parecen comunes, habituales, pero que si lo pensamos
bien: ¿qué
hubiera sido de nosotros sin una familia, sin nuestra, familia? Y bendita familia en donde, aprendemos a dar, en donde
servimos diariamente casi sin sentirlo, porque nos mueve el cariño por los
nuestros y, cuando hay cariño, ¡qué fácil es servir!
Podemos resumir diciendo “la familia es una fábrica de amor”, es una institución que me permite
obtener lo necesario, —material, emocional y espiritualmente— para vivir, pero,
sobre todo, es el lugar en, donde me enseñan a amar,
me enseñan a vencer mi egoísmo, me enseñan a cumplir el fin para el que fui creado
y por lo tanto me muestran y me fuerzan —con la lucha de la vida diaria— a amar
a Dios y a ganar el cielo. Mi familia, mí bendita familia, nuestras
benditas familias, son “fábricas de: sanitos” que
santos son los que “venciéndose a sí mismos, se deciden a amar a Dios y así poder
algún día ganarse el cielo.”
LA FUNCION NATURAL Y SOBRENATURAL DE LA
FAMILIA.
Este es otro de los argumentos que muestran la
grandeza de la familia Santo Tomás dice: la familia completa está formada por tres
sociedades parciales: la sociedad conyugal, formada por marido y mujer, la paternal,
constituida por padres e hijos; y la heril, que resulta de la suma de otros
integrantes con inter cambio de servicios. El
conjunto de estas sociedades forma la sociedad doméstica (de “domus”, “casa”) porque todos los que componen la
familia viven bajo el mismo techo, en el mismo hogar. Así que la familia es un
cúmulo de sociedades naturales y por ello está por sobre cualquier institución
artificial. Pero ¿qué
quiero decirte con eso de que es una sociedad natural? Pues que la ha
creado el Creador de todas las cosas naturales, o sea Dios.
Dios creó a Adán,
el primer hombre, pero luego dijo: No está bien que el hombre esté solo, hagámosle
una ayuda semejante a él. Y así Dios creó a Eva, la primera mujer. Pero no quiso
dejar ahí las cosas, los bendijo (el primer
matrimonio) y les ordenó: Creced y multiplicaos (la primera familia) y
llenad la tierra (la creación de la sociedad a partir de la familia). Tal es el excelso origen de la familia:
es obra del pensamiento, de las manos, de las divinas complacencias del Sumo
Hacedor, y es obra inmutable, y, por lo tanto, no morirá mientras duren los
siglos. ¿Por
qué? Porque Dios ha querido darle
a la familia la función esencial de la “procreación de los
hijos”. ¡Misterio profundo el de este instinto vital! Dejará el hombre a su
Padre y a su Madre y se juntará a su mujer y serán dos en una sola carne. Y el prodigio se obra, la nueva vida
aparece en el mundo.
Me dirán, ¿por qué la vida humana no puede brotar de
otra fuente que no sea la familia? Porque Dios no lo quiso, así de sencillo. La familia y
sólo la familia es el gran reservorio de la vida humana en el mundo. Y
ello, por sí mismo, es una de las razones de su grandeza: porque en el orden, natural, nada hay más grande que el
poder generar nueva vida.
Pero, ¿y en el orden sobrenatural? Pues en este segundo
orden la familia católica es obra de Jesucristo. El sobrenaturalizó a la
familia, al fundamentarla en él sacramento del matrimonio. En la elevó a lo
sobrenatural, ya que no sólo procreará hijos, sino, como lo mencioné antes,
podrá forjar sus almas para llevarlas al cielo, y esa es una función divina. Es
por ello que la familia tiene, —y siempre debe de
tener— un carácter religioso, ella se constituye en presencia de la Iglesia, la
sociedad religiosa fundada por Jesucristo; se proclama ante los fieles en medio
de las solemnidades litúrgicas y se mantiene indisoluble recibiendo la gracia
sacramental.
¿Qué piensas ahora de la familia, de tu familia? Dios la creó para ti. Para servirte de ella y para servir en ella. Para amar y ser amado en ella, pero, sobre todo, para que te ayuden y tú ayudes —a los demás miembros de tu familia— a ganar el cielo, enamorándose todos de Dios.
LA FAMILIA, LA BASE DE LA SOCIEDAD.
Dios puso en el hombre el instinto social,
el cual se inicia en la familia, pero ese instinto social rebasa los límites de
la casa y tiende a la asociación de las familias entre sí para constituir los
pueblos, los municipios, las ciudades, las provincias, los países, los reinos o
imperios No le basta al hombre la familia, porque sólo en ella no puede lograr
todos sus fines, las familias necesitan unir esfuerzos, mancomunándose para ser
más fuertes, para lograr aprovechar todos los bienes que Dios puso en el mundo
y para poder defenderse de los diferentes peligros —naturales o morales— que
atacan a la sociedad.
Si bien, la familia no es el todo, no es la
sociedad completa, si es la base, la semilla, la célula de la sociedad: ésta es
otra causa de su grandeza. Sin embargo, al igual que el cuerpo humano, si las
células son vigorosas, si están sanas, si cumplen sus funciones ¿el cuerpo está
sano y funciona estupendamente? Pero, si la célula enferma, si la
familia se “naturaliza”, si deja de ser religiosa,
el cuerpo, —es decir, la sociedad— degenera
en una institución amorfa, vacía e inmediatamente se degrada y comienza —como
le sucede al cuerpo— a pudrirse, a entrar en
putrefacción.
Forma familias religiosas,
familias unidas, familias santas y tendrás pueblos buenos, ciudades fuertes,
honradas y trabajadoras, una civilización católica. Teocéntrica, en donde Dios
es el centro de la vida de esa civilización. Vean nuestros pueblos mexicanos,
la mayoría tiene tradiciones católicas y la mayoría tienen una iglesia, una
basílica, una catedral en el centro del mismo, en la parte más importante de la
ciudad. Vean —en cambio— las ciudades donde las
familias tienen otras religiones o donde no hay ya religión alguna y en el
centro de ellas encontrarán —como su dios— los
bancos, los centros comerciales, los cabarets y los burdeles. Esta
última sociedad ha empezado por ser antropocéntrica (teniendo como centro al
hombre) para acabar, en poco tiempo, poniendo como centro la degeneración
moral, o, en otras palabras —reales, aunque suenen duras— al mismo Satanás.
Permítanme terminar estas líneas sobre la familia,
enfatizando el papel de Dios en ella:
•
Dios formó y trató directamente a la primera familia.
•Dios
fue el vengador del primer agravio fraternal en la persona de Caín.
•Dios
salva al mundo pervertido valiéndose de la familia de Noé.
•Dios
elige a su pueblo de la familia de Abraham.
•Dios
envía a su Único Hijo a hacerse hombre para salvamos: Jesucristo, N.S., que, concebido
por obra del Espíritu Santo, nace de Santa María Virgen ¡y quiso! con Ella y con San José, su padre adoptivo, formar la Sagrada
Familia. para que fuera el modelo a seguir para todas las familias católicas.
La familia viene de Dios
y a Dios se dirige. No impidamos que alcance la grandeza para la que Dios la
creó. Tu familia puede, tu familia debe, hacer “SANTOS”.
H. Guiscafré G.
FAMILIA CATOLICA —1997.
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