Santos Ángeles de la
Guarda
El Altísimo mandó a sus
ángeles que cuidasen de ti;
los cuales te guardarán
en cuantos pasos dieres;
te llevarán en sus manos;
no sea que tropiece tu
pie contra la piedra.
(Salmo 90, 11-12)
—La festividad de los santos Ángeles
Custodios.
Los hijos de los reyes no salen sino escoltados
de personas encargadas de velar por ellos y defenderlos en caso de necesidad.
Pues bien, todos los cristianos se han vuelto, por su bautismo, hijos del Rey
de los cielos. Es por esto que Dios da a cada persona un compañero fiel
encargado de guardarla, conducirla y gobernarla. Este compañero es nuestro
ángel de la guarda. Debemos, en este día de su fiesta, agradecer a la bondad
divina por este singular favor; y, al mismo tiempo, dar gracias a estos
espíritus bienaventurados por la solicitud con que velan sobre nosotros y nos
acompañan desde la cuna hasta la tumba. Es la finalidad que persigue la Iglesia
al establecer la fiesta de hoy.
Oremos:
Oh Dios, que, por inefable providencia, os dignáis enviar a vuestros santos
ángeles para que nos guarden, conceded a nuestras humildes súplicas la gracia
de ser sostenidas por su protección, y el gozo de ser en la eternidad los
compañeros de su gloria. Por J. C. N. S.
—En Roma, el suplicio de san Modesto Sardo, Levita y Mártir, el cual, en el
imperio de Diocleciano, fue atormentado con el ecúleo y abrasado en el fuego.
Su cuerpo, trasladado después a Benevento, fue colocado en una Iglesia que
lleva su nombre.
—En territorio de Arras, el triunfo de san Leodegario, Obispo de Autún, el
cual, habiendo sufrido por la verdad muchas injurias y diversos tormentos, fue
muerto por orden de Ebroíno, Mayordomo del Rey Teodorico.
—En Nicomedia, san
Eleuterio, soldado y Mártir, con otros innumerables, los cuales,
falsamente acusados de haber puesto fuego al palacio de Diocleciano, todos por
orden del mismo cruelísimo Emperador, eran muertos, a montones; descabezados
unos, quemados otros en hogueras y otros precipitados en el mar. El más insigne
entre todos fue Eleulerio, que, por mucho tiempo atormentado y saliendo de cada
suplicio más animoso, purificado en el fuego como el oro, coronó la victoria de
su martirio.
—En Antioquía, los
santos Mártires Primo, Cirilo y Secundario.
—El mismo día, san
Gerino, Mártir, que fue hermano de san Leodegario, Obispo de Autún, y
por orden del mismo Ebroíno, murió apedreado.
—En Constantinopla, san Teófilo, Monje, el cual, por la defensa de las
sagradas Imágenes, cruelísimamente azotado por León Isáurico y relegado al
destierro, pasó al Señor.
Y en otras partes, otros muchos santos
Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
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