I. Si no te lavare, no tendrás parte conmigo (Jn 13, 8).
Nadie puede
llegar a participar de la herencia eterna y ser coheredero de Cristo, si no
está purificado espiritualmente, pues se dice en la Escritura: No entrará ninguna cosa contaminada (Ap. 21,
27). Señor, ¿quién habitará en
tu tabernáculo? (Sal 14, 1). El inocente de manos y de corazón limpio (Sal 23, 4) Como si dijese: Si no te lavare, no estarás limpio, y si
no estás limpio, no tendrás parte conmigo.
II. Simón Pedro le dice: Señor, no solamente mis pies, más las manos
también y la cabeza (Jn 13, 9) Aterrado
Pedro se ofrece todo él a ser lavado, turbado por el amor y el temor.
Pues, como se lee en el Itinerario de Clemente, de tal modo estaba unido a la presencia
corporal de Cristo, a la que fervorosísimamente había amado, que cuando se
acordaba, después de la Ascensión de Cristo, de su presencia dulcísima y trato
santísimo, se deshacía todo él en lágrimas hasta el punto que sus mejillas
parecían abrasadas.
Es menester saber que en
el hombre existen tres (miembros principales que deben ser purificados): la cabeza, que es la parte superior; los pies, que constituyen la
ínfima, y
las manos, que ocupan un lugar
intermedio. Del
mismo modo en el hombre interior, es decir, en
el alma, está la cabeza, que es la
razón superior, con la que el alma se adhiere a Dios; las manos, esto
es, la razón interior, que se ocupa de las obras
activas, y los pies, que son la sensualidad.
El Señor sabía que sus discípulos estaban purificados en cuanto a la cabeza, porque estaban unidos a Dios por la fe y la caridad; y en cuanto a las manos, porque
sus acciones eran santas; pero en cuanto a los pies, tenían por la sensualidad algunos afectos terrenos.
Mas temiendo Pedro la amenaza de Cristo, no sólo consiente en la ablución de
los pies, sino también en la de las manos y la cabeza, diciendo: Señor, no, solamente mis
pies, más las manos también y la cabeza. Como
si dijese: Ignoro si necesito la ablución de las manos
y de la cabeza; Porque de nada me arguye la conciencia, mas no por eso soy
justificado (1 Cor 4, 4) Por consiguiente estoy preparado a
la ablución no solamente de los pies, esto es, de los afectos inferiores, sino
de las manos también, esto es, de las acciones, y de la cabeza, a saber, de la
razón superior.
III. Jesús le dice: El que está lavado, no necesita
sino lavar los pies. Y
vosotros limpios estáis (Jn 13, 10). Dice Orígenes que estaban limpios, pero que todavía
necesitaban mayor limpieza; porque la razón debe siempre emular carismas
mejores, debe siempre subir a elevadas virtudes, brillar por el candor de la
justicia. El que es santo, sea aún santificado (Ap 22, 11).
(In Joan., XIII).
MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino
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