NECESIDAD DE LA
ENCARNACIÓN
Algo es necesario para algún fin de dos
modos: Primero,
por necesidad absoluta, sin lo cual algo no puede existir, como el sustento es
necesario para la conservación de la vida humana; segundo, en la medida en que por medio de tal
cosa se llega mejor y más convenientemente al fin, como el caballo es necesario
para realizar un viaje. No fue necesario por el
primer modo que Dios se encarnase para la reparación de la naturaleza humana,
porque Dios por su virtud omnipotente podía reparar la naturaleza humana de
otros muchos modos. Pero por el segundo modo fue necesario que Dios se
encarnase. Por eso dice San Agustín: “Demostremos, además, que no faltó otro modo
posible a Dios, a cuya potestad está sometido todo igualmente, sino que no
había otro modo más conveniente de curar nuestra miseria.” (De Trinit., lib. XIII, cap. 10.)
Esto
es lo que puede considerarse en cuanto a la promoción del hombre al bien.
1º)
En cuanto a la fe, que se certifica más por lo mismo que cree al mismo Dios que
habla; por lo que dice San Agustín: “Para que el hombre caminase más confiadamente
hacia la verdad, el Hijo de Dios, que es la misma Verdad, hecho hombre,
constituyó y fundó la fe.” (De civ. Dei, lib. XI, cap. 2.)
2º)
En cuanto a la esperanza, que se afirma principalmente por esto, y así dice San
Agustín: “Nada fue tan necesario
para levantar nuestra esperanza, como el demostrarnos cuánto nos amaba Dios.
¿Qué prueba más manifiesta de esto que la de que el Hijo de Dios se dignara
formar consorcio con nuestra naturaleza?” (De Trinit., lib. XIII, cap. 10.)
3º)
En cuanto a la caridad, que se excita principalmente por esto, y así es que
dice San Agustín: “¿Qué mayor motivo existe de la venida del
Señor que el manifestar Dios su amor en nosotros?” Y después añade: “Si nos era penoso amar,
al menos no nos duela volver a amar.”
(De
Catechiz. rudibus, cap. 4.)
4º)
En cuanto a la rectitud de obrar, en la cual se nos mostró para ejemplo. Por lo cual dice San
Agustín: “No se debía haber
seguido al hombre, que podía ser visto; se debía haber seguido a Dios, que no
podía ser visto. Y así para mostrar
al hombre quién fuese visto por el hombre y a quién el hombre siguiese,
Dios se hizo hombre.” (Serm. De nativitate Domini, 22 de
Temp.)
5º)
En cuanto a la plena participación de la divinidad, que es la verdadera
bienaventuranza del hombre, y el fin de la vida humana, y esto nos fue dado por
la humanidad de Cristo. Pues dice San Agustín: “Dios se hizo hombre, para que el hombre se
hiciese Dios.” (Serm. De
nativ. Domini, 13 de Temp).
(3ª,
q. I, a. II).
No solamente fue necesario que Dios se
encarnara para la promoción del hombre al bien, sino también para la remoción
del mal.
1º)
El hombre se instruye por esto para que no prefiera al diablo a sí mismo, no
venere al que es el autor del pecado. A este propósito dice San
Agustín: “Puesto que Dios pudo
unirse a la naturaleza humana de tal modo que se hizo una sola persona, no se
atrevan, por eso, aquellos espíritus soberbios y malignos a anteponerse al hombre,
porque no tienen carne.” (De Trinit., lib. 13, cap. 17).
2º)
Por esto se nos enseña cuánta es la dignidad de la naturaleza humana, para que
no la mancillemos con el pecado. Por lo cual asegura San
Agustín: “Dios nos ha demostrado
cuán excelso lugar ocupa la naturaleza humana entre las criaturas, apareciendo
entre los hombres como verdadero hombre.” (De vera relig., cap. 16). Y el papa San León dice: “Reconoce, oh cristiano,
tu dignidad; y hecho partícipe de la naturaleza divina, no retornes a la
antigua vileza con una mala conducta.” (Serm. De nativit, Domini, I).
3º)
Porque, para destruir la presunción del hombre, se hace más estimable la gracia
de Dios en Cristo hombre, sin ningún mérito anterior de nuestra parte.
4º)
Porque mediante tanta humildad de Dios puede reprimirse y sanarse la soberbia
del hombre, que es el mayor obstáculo que le impide unirse a Dios.
5º)
Para librar al hombre de la servidumbre del pecado; lo cual, como dice San
Agustín,
debió ciertamente verificarse
de tal modo que el diablo fuera vencido por la justicia del hombre Jesucristo;
lo que se llevó a cabo mediante el sacrificio de Cristo por nosotros. Un simple
hombre no podía satisfacer por todo el género humano, y Dios no debía
satisfacer; por lo cual convenía que Jesucristo fuese Dios y hombre. (De Trinit., lib. XIII, cap. 13). Por eso dice el papa
San León: “La debilidad es tomada
por la fortaleza, la humildad por la majestad, la mortalidad por la eternidad,
a fin de que, cual convenía a nuestra curación, un solo y mismo mediador entre
Dios y los hombres pudiese morir por una parte y resucitar por otra; porque, si
no fuera verdadero Dios, no traería el remedio; y si no fuese verdadero hombre,
no daría ejemplo.” (Serm. De nativ. Domini, I).
Hay otras muchas ventajas que resultan de
esto y que exceden a la aprehensión del sentido humano, según aquello del Eclesiástico (III, 25): Muchísimas cosas te han
sido mostradas sobre el entendimiento de los hombres.
(3ª, q. I, a. II)
Santo Tomás de Aquino.
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