FUE MÁS CONVENIENTE QUE LA
PERSONA DEL HIJO TOMASE LA NATURALEZA HUMANA QUE OTRA PERSONA DIVINA.
Dice
San Juan Damasceno (Orth. fid., lib. III, cap. I.): “En el misterio de la Encarnación se manifestaron la sabiduría y
el poder de Dios; la sabiduría, porque halló el secreto de pagar de un modo
convenientísimo la deuda muy difícil; el poder, porque al vencido hizo
nuevamente vencedor.” Y
como el poder y la sabiduría se atribuyen al Hijo según aquello (1 Cor 1,
24):
Predicamos a Cristo, virtud de Dios y
sabiduría de Dios, síguese
que fue conveniente que se encarnara la persona del Hijo.
Muéstrese
que esto fue muy conveniente:
1º) Por parte de la unión. Porque se unen
convenientemente las cosas que son semejantes; y de un modo se observa cierta
común semejanza entre la persona del Hijo, que es el Verbo de Dios, y todas las
criaturas; porque el verbo, del artista, esto es, su concepto, es la
semejanza ejemplar de todas sus obras. Y el Verbo de Dios, que es su concepto
eterno, es la semejanza ejemplar de toda criatura. Por tanto, así como por la
participación de esta semejanza han sido creadas las criaturas en sus especies
propias, aunque mudables, del mismo modo, por la unión del Verbo a la criatura,
no participada sino personal, fue conveniente reparar a la criatura en orden a
la perfección eterna e inmutable; porque el artista repara su obra, si se deteriora,
por la misma forma artística que concibió al crearla.
También se prueba la semejanza especial de
la unión con la naturaleza humana, porque el Verbo es el concepto de la eterna
Sabiduría, de la cual se deriva toda la sabiduría humana; de ahí que el
progreso del hombre en la sabiduría, que es su perfección propia en cuanto
racional, se mide por su participación en el Verbo de Dios, como el discípulo
se instruye en la medida en que recibe la palabra del maestro. Por eso se lee en el Eclesiástico
(1, 5): La fuente de la sabiduría
es el Verbo de Dios en las alturas. Así,
pues, fue conveniente, para la perfección consumada del hombre, que el Verbo de Dios se uniese
personalmente a la naturaleza humana.
2º) La razón de
esta conveniencia puede tomarse del fin de la unión hipostática, que es la
salvación de los que han sido predestinados a la herencia celestial, la cual
pertenece únicamente a los hijos, según aquello de la epístola a
los Romanos (8, 17): Y si hijos, también herederos. Por lo cual fue conveniente
que por aquel que es Hijo natural comunicase a los hombres una imagen de su
filiación por la adopción divina, como dice el apóstol: Porque los que conoció en su presciencia, a éstos también
predestinó para ser hechos conformes a la imagen de su Hijo (8, 29).
3º) Puede también
sacarse otra razón de conveniencia por parte del pecado del primer hombre, al cual venía a remediar la encarnación. El primer
hombre había pecado al ambicionar la ciencia, como lo prueban las palabras de
la serpiente, al prometer al hombre la ciencia del bien y del mal. Fue, por
ello, conveniente
que fuese conducido a Dios por el Verbo de la verdadera sabiduría el que de Él
se había apartado por el apetito desordenado de la ciencia.
(3ª part., q. III, a VIII)
Santo Tomás de Aquino.
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