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lunes, 17 de diciembre de 2018

FRUTOS DIGNOS DE PENITENCIA. —17 de diciembre.




   ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera? Haced, pues, fruto digno de penitencia (Mt 3, 7-8).


   I. Dos motivos inducen a la penitencia: el reconocimiento del pecado propio y el temor del juicio de Dios. Por el temor del Señor todos se desvían del mal (Prov 15, 27), y Tened entendida que hay juicio (Job, 19, 29). San Ambrosio y San Juan Crisóstomo lo entienden del juicio futuro. ¿Quién os ha enseñado a huir del mal?, como si dijese: nadie sino sólo Dios. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salud (Sal 84, 8).

   Rabano Mauricio explica del futuro, diciendo: “Es bueno que hagáis penitencia, pues de lo contrario ¿quién os enseñará a huir de la ira?” Y en el salmo 138, 8 se dice: ¿Adónde me escaparé de tu Espíritu, y adónde huiré de tu presencia?

   La ira de Dios debe entenderse aquí, no del sentimiento interior, sino del efecto de esa cólera, esto es, de la venganza.

   Entre los que no quieren arrepentirse, unos lo hacen porque no creen en el juicio de Dios. A éstos se dijo: No digas: Bastante tengo para vivir (Eccli 5, 1), y Huid, pues, de la vista de la espada, porque espada hay vengadora de iniquidades (Job 19, 29). Otros, porque se fían en la dilación de la justicia. A éstos se dice: No tarda el Señor su promesa, como algunos lo piensan; sino que espera con paciencia por amor de vosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos se conviertan a penitencia (2 Ped 3, 9). San Juan excluye ambos motivos, diciendo: Porque ya está puesta la segur (Mt 3, 10), como si dijese: no tardará.


   II. Haced, pues, fruto digno de penitencia. En el árbol los frutos siguen a las flores; y si a las flores no siguen los frutos, el árbol nada vale. La flor de la penitencia se muestra en la contrición, pero el fruto reside en la ejecución: Mis flores son frutos de honor y de riqueza (Ecli. 24, 17). Y debe notarse que uno es el fruto de la justicia y otro el de la penitencia; pues se exige más del penitente que del que no peca.

   El fruto digno de penitencia es triple.

   El primero es castigar en sí el pecado cometido, y esto por sentencia del sacerdote: Después que me convertiste, hice penitencia; y después que me mostraste, herí mi muslo (Jer. 31, 19), es decir, afligí mi carne.

   El segundo es huir de los pecados y de las ocasiones de pecado. Por lo cual se dice que satisfacer es destruir las causas de los pecados: Hijo, ¿pecaste? No añadas otra vez; más ruega por las culpas antiguas que te sean perdonadas. Como de la vista de la serpiente, huye de los pecados (Ecli. 21, 1).

   El tercero consiste en poner tanto empeño en obrar bien cuanto antes se puso para pecar: Como para maldad ofrecisteis vuestros miembros que sirviesen a la inmundicia y a la iniquidad, así para santificación ofreced ahora vuestros miembros, que sirvan a la justicia (Rom 6, 19).

(In Matth., III)

MEDITACIONES DE ADVIENTO—NAVIDAD.
Santo Tomás de Aquino.


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