Mas Dios hace brillar su
caridad en nosotros; porque, aun cuando éramos pecadores, en su tiempo murió Cristo por nosotros (Rom
5, 8-9).
I. Cristo murió por los impíos (Ibíd., 6). Esto es
grande si consideramos quién murió; es grande también, si consideramos por
quienes murió. Porque apenas hay quien
muera por un justo (Ibíd., 7), esto es, apenas
hay quien muera para librar a un hombre justo; aún más todavía, como se
dice en Isaías:
El justo perece, y no hay quien lo recapacite (57, 1). Y por lo
tanto apenas hay quien muera. Porque tal vez alguno, esto es algún raro por celo de virtud se atreva a morir
por un hombre bueno. Raro es, pues, porque es cosa grandísima, como se
lee en San Juan: Ninguno tiene mayor amor
que éste, que es poner su vida por sus amigos
(Jn
15, 1.3). Pero lo que hizo Cristo: morir por los impíos e
injustos, no se encuentra jamás. Por eso con razón debe admirarse por qué
Cristo hizo esto.
II. Si se pregunta por qué Cristo murió por
los impíos, la
respuesta es que con ello Dios hace brillar su caridad en nosotros, esto es, con ello nos muestra que nos ama infinitamente,
pues aun cuando éramos pecadores, murió Cristo por nosotros.
La misma muerte de Cristo muestra la caridad
de Dios para con nosotros, pues dio a su Hijo para que muriese satisfaciendo
por nosotros: De tal manera amó Dios al
mundo que dio a su Hijo Unigénito
(Jn
3, 16).
Y de este modo, así como la caridad de
Dios Padre para con nosotros se muestra por habernos dado su Espíritu,
igualmente se muestra dándonos a su Hijo.
Pero al decir hace
brillar, señala la inmensidad de la caridad divina; la cual manifiesta
por el solo hecho de habernos dado a su Hijo para que muriese por nosotros, y
por nuestra condición, porque esto no lo hizo a causa de nuestros
merecimientos, sino aun cuando éramos
pecadores (Rom 5, 8).
Dios, que es rico en misericordia, por su
extrema caridad con que nos amó; aun cuando estábamos muertos por los pecados,
nos dio vida juntamente en Cristo (Ef. II, 4).
(In Rom 5).
III. Todo esto apenas es
creíble, como
dice la Escritura: Obra fue hecha en
vuestros días, que nadie la creerá cuando será contada (Hab 1, 5). Porque que Cristo haya muerto por
nosotros es tan sorprendente que apenas puede
concebirse en nuestro entendimiento; es más, sobrepasa nuestro alcance. Esto es lo que dice el Apóstol: Yo obro una obra en
vuestros días, obra que no creeréis, si alguno os la contare (Hech 13,
41).
Tanta es la gracia y el amor de Dios para
con nosotros, que hizo por nosotros mucho más de lo que nosotros podemos creer
o concebir.
(In symb.)
MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino
No hay comentarios:
Publicar un comentario