Jesús fue llevado al
desierto por el espíritu, para ser tentado por el diablo (Mt 4, 1).
Cristo quiso ser tentado:
1º) Para darnos un auxilio contra las tentaciones. Por lo que dice San
Gregorio: “No era indigno de nuestro Redentor, que había venido para ser muerto,
el haber querido ser tentado, porque era justo que de ese modo venciese
nuestras tentaciones por las suyas, como había venido para vencer nuestra
muerte por la suya”.
2º) Para que estuviéramos prevenidos, de modo que nadie, por santo que
fuese, se creyera seguro e inmune de tentación. Por lo cual quiso ser tentado
después del bautismo, porque, como dice San Hilario: “Las tentaciones del
diablo se redoblan principalmente en nosotros después de santificados, porque
prefiere más triunfar de los santos”. Por
lo que se dice en el Eclesiástico: Hijo, cuando te llegues
al servicio de Dios, está firme en justicia, y en temor, y prepara tu alma a la
tentación (2, 1).
3º) Para darnos ejemplo, esto es, para instruirnos acerca de cómo
debemos vencer las tentaciones del diablo.
A este respecto San Agustín dice, que “Cristo se dejó tentar del diablo para ser nuestro mediador y
ayudarnos a triunfar de las tentaciones de éste, no sólo con su auxilio, sino,
también con su ejemplo”.
4º) Para darnos confianza en su misericordia. Por lo cual se dice: No tenemos un Pontífice que no pueda compadecerse de nuestras enfermedades;
mas tentado en todas cosas a semejanza nuestra, excepto el pecado (Hebr 4,
15).
(3ª, q. XLI, a. 1).
MEDITACIONES — Santo Tomás de Aquino
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