Los antiguos germanos
creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos, pendiendo de las
ramas de un árbol gigantesco llamado el “divino Idrasil” o
el "dios Odín", al que le rendían culto cada año, en el
solsticio de invierno, cuando suponían que se renovaba la vida.
La celebración de ese día consistía en adornar un árbol
de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En
torno a él bailaban y cantaba adorando a su falso dios.
Cuenta
la historia que san Bonifacio, evangelizador de Alemania, en el año 740,
aproximadamente, derribó el árbol que representaba al dios Odín, y en el mismo
lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano:
las manzanas representaban
las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban
a Cristo, la Luz del mundo, y la gracia que reciben los hombres que aceptan a
Jesús como Salvador.
Esta
costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media y con la Evangelización
y migraciones llegó a América.
Poco a poco, la tradición fue cambiando: se reemplazaron
las manzanas por esferas y las velas por focos que representan la alegría y la
luz que Jesucristo trajo al mundo.
Las esferas actualmente simbolizan las oraciones
que hacemos durante el período de Adviento: las
de color azul representan las
oraciones de arrepentimiento; las plateadas de agradecimiento;
las
doradas, de alabanza; y las
rojas, de petición.
Se
acostumbra a poner en la punta del pino una estrella que representa la fe que
debe guiar nuestras vidas.
También se suelen poner adornos de diversas
figuras en el árbol. Estos representan las buenas acciones y sacrificios, los “regalos” que le daremos Nuestro Señor en la Navidad.
Para aprovechar la tradición, es costumbre
adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el Adviento, explicando a los
niños el simbolismo. Ellos
elaboran sus propias esferas (24 a 28,
dependiendo de los días que tenga el Adviento) con una oración o un
propósito en cada una, y conforme pasen los días las van colgando en el árbol
de Navidad hasta el día del nacimiento del Divino Infante.
LOS PESEBRES, BELENES O
NACIMIENTOS.
En el año 1223 san Francisco de Asís dio origen a los
pesebres o nacimientos que actualmente conocemos, lo que popularizó
entre los laicos una costumbre que hasta ese momento era propia del clero,
haciéndola extralitúrgica y popular.
LOS HIMNOS Y VILLANCICOS.
Los primeros villancicos que se conocen fueron compuestos
por los evangelizadores en el siglo V con la finalidad de llevar la Buena Nueva
a los aldeanos y campesinos que no sabían leer. Sus letras
hablaban en lenguaje popular sobre el misterio de la Encarnación y estaban
inspirados en la liturgia de la Navidad. Se llamaba villanus al
aldeano, y con el
tiempo el nombre cambió a “villancicos”.
Estos hablan en un tono sensible e ingenioso de los
sentimientos de la Virgen María y de los pastores ante el Nacimiento de Cristo.
En el siglo XIII se extienden por todo el mundo junto con los
nacimientos de san Francisco de Asís.
SANTA CLAUS O SAN NICOLÁS.
La
imagen de Santa Claus, tuvo su origen en la historia de san Nicolás.
En cierta ocasión, el Jefe de la guardia
romana, llamado Marco, quería vender como esclavo a un niño muy pequeño llamado Adrián
y Nicolás se lo impidió.
En otra ocasión, Marco quería apoderarse de
unas jovencitas si su padre no le pagaba una deuda. Nicolás se enteró y tomó tres sacos llenos
de oro y en la noche de Navidad, en plena oscuridad, llegó hasta la casa,
arrojó los sacos por la chimenea y salvó así a las muchachas.
Marco, quien quería acabar con la fe
cristiana, mandó
quemar todas las iglesias y encarcelar a todos los cristianos que no quisieran
renegar de su fe. Así fue como Nicolás fue capturado y encarcelado. Cuando
el emperador Constantino se convirtió y mando liberar a todos los cristianos, Nicolás había
envejecido. Al salir de la cárcel, tenía la barba crecida y blanca, y llevaba sus
ropajes rojos que lo distinguían como obispo.
Los cristianos de
Alemania tomaron la historia de los tres sacos de oro echados por la chimenea
el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para entretejer
la historia de Santa Claus, viejecito sonriente vestido de rojo, que entra por
la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.
El
nombre de Santa Claus viene de la evolución paulatina del de san Nicolás: Sto. Nicldauss,
St. Nick, St. Klauss; Santa Claus, Santa Clos.
No obstante, el ejemplo de san Nicolás nos
enseña a ser generosos, a dar a los que no tienen y a hacerlo con discreción,
con un profundo amor al prójimo.
Padre Javier Conté
No hay comentarios:
Publicar un comentario