El que desea obedecer fielmente a la voz de Dios debe determinarse, no sólo a seguirla, sino a seguirla sin demora y cuanto antes, si no quiere exponerse a grave riesgo de perder la vocación. Y si por circunstancias especiales se viere forzado a esperar, se esmerará por conservarla como la joya más preciosa que le hubieran confiado.
Tres
son los medios más principales para custodiar la vocación: secreto, oración y recogimiento.
DEL RECOGIMIENTO.
En tercer lugar es necesario
guardar recogimiento, el cual no se podría
conseguir sin evitar el trato y la conversación con el mundo. Una nonada basta
para perder la vocación, viviendo en el siglo. Bastara un día de diversión o
recreo, la burla de un amigo, una pasión poco domada, una aficioncilla
desordenada, un temor vano, una tentación de desaliento, todo esto será harto
suficiente para dar al través con todas las resoluciones de consagrarse a Dios
y retirarse a una casa religiosa.
Por todo esto se comprenderá cuánto importa guardar recogimiento, desprendiéndose de todas las cosas que saben a mundo. En
este tiempo lo único que se debe hacer es orar, frecuentar los Sacramentos, permanecer encerrados en
casa o ir a la Iglesia. El que no obre de este modo, y se disipe
entre pasatiempos y distracciones, tenga por cierto y bien seguro que acabará
por perder la vocación. Lo atormentará el remordimiento de no haberla seguido,
pero ciertamente que no corresponderá a ella. ¡Ah! ¿Cuánto hay que por no cultivar este
recogimiento perdieron la vocación y finalmente el alma!
LA VOCACIÓN RELIGIOSA”
“Editorial ICTION” Bs. As. Argentina.
Año 1981.
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